jueves, 23 de septiembre de 2010

SOBRE CULTIVOS TRANSGÉNICOS

Los llamados alimentos transgénicos son, según la definición de la FAO, (Organización de Alimentación y Agricultura de la Organización de Naciones Unidas) “aquellos alimentos que han sido manipulados genéticamente, eliminando o añadiendo genes, bien de la misma especie o de otras distintas”. Sin embargo, aunque todos los conozcamos como “transgénicos”. Los expertos prefieren referirse a ellos como Organismos Modificados Genéticamente (OMG). El término OMG se ciñe con más exactitud al mundo de los alimentos transgénicos porque incluye tanto la posibilidad de introducir un gen de una especie (vegetal o animal) en otra, como la eliminación o modificación de los genes de un organismo sin recurrir a especies extrañas.

El ejemplo más claro de la modificación genética sería el del primer tomate transgénico que se cultivó, en el que se suprimió un gen responsable de su apariencia (color y sabor) y del tiempo de conservación. En cambio, una planta transgénica llevaría el gen de otra especie, que incluso podría ser animal (un gen específico de un pez, por ejemplo, se introduce en el ADN de un cereal).

¿Por qué no dejamos que el café colombiano que tantas cosas lindas nos ha dado, siga siendo ese famoso café colombiano que el mundo entero pide a gritos, y no un café que sabe a aceite de ricino por culpa de la manipulación genética?; ¿por qué no seguimos permitiendo que las plantas se sigan amando y teniendo su milenario cruzamiento sexual en el invierno entre distintas variedades de la misma especie, para que en primavera ya veamos sus lindas flores y al poco tiempo el fruto de ese amor; porqué no nos dejan seguir regando a las plantas de mañana y de tarde con agua y con ternura para que no se marchiten, en cambio de introducirle un gen que las haga inmune al frío o al calor?; ¿por qué no nos dejan seguir saboreando la mazamorra de maíz natural que es tan deliciosa y nutritiva, en vez de intoxicarnos con un maíz mejicano cuyas células de la planta ha sufrido modificaciones para que sus granos sean cien veces más grandes?; ¿por qué debe quitarle el sueño a los expertos el que no consigan que la forma física de los granos del trigo sea como la de la papa en tamaño y apariencia?; ¿por qué no se desiste de tratar que el algodón salga de la planta no del color blanco que refleja su pureza, sino de todos los colores con que lo tiñen en las fábricas para ahorrar tiempo y dinero?; ¿por qué debemos modificarle a la vaca por medio de un gen los componentes de la leche en sus glándulas mamarias, sólo para que no produzcan tantas proteínas, porque así lo está exigiendo el engreído pueblo norteamericano?; ¿por qué no dejamos que la madre naturaleza que siempre ha sabido hacer sus cosas bien y mejor, siga bendiciéndonos con el pan de cada día sin ninguna clase de manipulación que ponga en riesgo nuestra salud?.
Debemos de dejar de pensar en mal herir a la naturaleza solo para engordar las cuentas bancarias de los traficantes de futuras enfermedades con tanta manipulación genética. Es triste ver a lindas flores que de tanta manipulación han perdido su fragancia original, ya no escuchan la confesión de una pena de amor de una quinceañera desilusionada y sus infusiones ya no alivian ni relajan el espíritu como lo hacían antaño; yo no sé si será por eso que escasean los poetas.
El primer alimento transgénico apareció en China. Era una planta de tabaco resistente a ciertos virus y se empezó a cultivar en 1992. Dos años más tarde, se comercializa en Estados Unidos el primer producto transgénico, el tomate ‘FlavSavr’ caracterizado por su mayor capacidad de conservación. Al famoso tomate creado por la compañía Calgene (posteriormente absorbida por la multinacional Monsanto) le sigue en 1996, la aparición de 23 marcas de cereales modificados genéticamente en Estados Unidos, Canadá y Japón, que inmediatamente se comercializaron.

Al paso que vamos, no es de extrañar que una vaca por obra y gracia de la manipulación genética, no dé leche sino directamente el queso, y que ella misma lo lleve a vender a los supermercados, porque así lo quiso la serendipia de un investigador que en vez de corazón tiene una chequera.

Menos mal que en San Fernando Magdalena, mi pueblo, siguen sembrando las semillas de siempre de todas las plantas, y no han engrosado las frías cifras en hectáreas de los famosos cultivos que lleva el ministerio, y quien pone el grito en el cielo porque no progresa la extensión.
La semilla ancestral de esa patilla grande, carnosa, jugosa y dulcísima la han seguido cultivando y le han cerrado el portón de sus sembrados a todo lo que tenga "sabor a laboratorio" como dijo mi mamá, cuando le dijeron que el café ya no era el café de siempre y se negó a seguir haciéndolo como siempre a las cuatro de la mañana para tomarlo. Ahora hierve agua de panela, que "es menos mala", dice.

La gran mayoría de los productos transgénicos que obtienen los países que quieren reducir gastos y obtener ganancias, son productos para exportación, muy poco para consumo interno.

Si ese es el progreso prefiero seguir viviendo en mi edad media, donde la naturaleza día a día nos despierta con su hermoso verde esperanza, donde la tierra huele a dulce primavera, donde la gente se muere de vieja y los sueños y las ilusiones junto a las plantas y frutos silvestres, es lo único que nos mantiene vivos.

FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

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