jueves, 24 de febrero de 2011

AHÍ ESTÁ DIOS, JUANCHO…AHÍ ESTÁ DIOS, DE LA ESPRIELLA…

Y ese ser tan perfecto, tan transparente, tan misericordioso, tan bondadoso, tan amigo, tan…tan, que es ese Rey Supremo... Dios, se apoderó primero de la razón de ser del acordeonero sabanero: su esposa, Dolly, la madre de Salvatore. Y después por medio de ella, del acordeonero Juan Mario De La Espriella Salcedo, el compañero musical del cantante Silvestre Dangond.

Hoy la situación espiritual del famoso y exitoso acordeonero es otra: lo que hay en su cabeza es un vendaval de notas que se van creando sin cesar sin repetir una sola, un corazón dispuesto a amarse, a perdonarse, a reinventarse cada madrugada porque De La Espriella descubrió el secreto. Y el secreto es que la transformación de todo ser humano comienza desde lo más profundo de nuestro ser. A lo mejor Juancho se saturó de sentir algunas veces su vida vacía, sin sentido, sin norte, de cosas poco sanas como la adicción a las drogas y se ‘mamó’ de todo eso y se sacudió de esa ingrata amistad.

El acordeonero que actualmente irradia paz, energía, afecto, esperanza, fe, y talento, le confesó al diligente y acucioso periodista Juan Rincón que desde hace 3 años se congrega en una iglesia evangélica en Valledupar, y se siente como en aquellos tiempos en Sincelejo cuando era capaz de llevarse el mundo entero por delante con su ímpetu sabanero sin desbravar.

Ahí está Dios, Juancho, ahí está Dios, De La Espriella… en cada detalle que hay a tu alrededor. Sólo tienes que contemplarlo. Ahí esta Dios, Juancho, en esas cosas que antes carecían de importancia para ti. Ahí está Dios, De La Espriella, en cada trino de tu acordeón bendito, en el olor a carne salada, en la fragancia exquisita de las bostas frescas de vaca, en el aliento de la tierra mojada por esa lluvia celestial. Ahí está Dios, en el sabor inigualable del mote de queso, en la sonrisa de un niño entre brazos, en el rostro de la compañera que hace reír, en el aire limpio que llega de la sabana a tomar tinto de madrugada en cada rincón de aquella cocina de palma amarga.

Hoy, De La Espriella ha descubierto que todo existe y que contemplarlos y regalarles un segundo lo lleva a sentirse vivo y no un simple sobreviviente del día, como cuando en aquellos tiempos empataba una parranda con la otra hasta que cualquier acontecimiento fortuito lo empujaba otra vez a la normalidad.

Felicitaciones, Juacho. Felicitaciones. Porque no es fácil levantarse una mañana y darse cuenta de que la vida que se lleva hasta ese momento está remendada con esparadrapo y pegada con saliva de mico y decides decir: ¡alto!. Eso es digno de admiración y de aplaudir. Mis respetos para este ser humano que ha nacido de nuevo. En él se ha vuelto a repetir el 26 de febrero de 1973 con motivo de su nacimiento espiritual.

En el pasado han quedado aquellos momentos difíciles sólo por andar intoxicándose con todo lo que se le atravesara por delante, lo que lo atropellara, sin detenerse a mirar marca ni calidad, ni qué carajo…lo que importaba era la bacanidad en la sangre.

Juancho De La Espriella no es el único ni será el último de los grandes exponentes del folclor vallenato en tratar de enderezar su destino y eso es una buena noticia. Buscando esa bendición celestial, al parecer, delante de él van personajes como Beto Villa, Jorge Oñate, Omar Geles, Dagoberto Osorio, Jesualdo Bolaños, entre otros. Y se escuchan rumores sobre una supuesta conversión del cantautor Fabián Corrales a una vida espiritual mejor. Y eso es grandioso. Es maravilloso.

Seguro que Juancho escucha cuando Dios por medio de su esposa Dolly, sus hijos Salvatore y Manuela, le dice a cada rato: “He ahí que yo envío a mi ángel delante de ti para que te guíe y te proteja, como en Éxodo 23-20”. Ese es el camino ideal, acordeonero. Por ahí sí es el sendero de plantas verdes sin hojas secas y de aguas frescas.

FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

domingo, 13 de febrero de 2011

David Sánchez Juliao y la música vallenata

Por Juan Rincón Vanegas
juanrinconv@hotmail.com
(Fabio Fernando. Un abrazo. Te adjunto la crónica prometida con tres fotos. Gracias por leerme. Juan Rincón Vanegas)

En 1990 David Sánchez Juliao hizo un gran aporte a la música vallenata con la grabación de una entrevista al primer Rey Vallenato, Alejandro Durán Díaz, que salió en dos discos bajo el sello Sonolux.
Alejo contó detalles de su vida y cantó varias de sus canciones memorables como: ‘Altos del Rosario’, ‘Juepa je’, ‘039’, ‘La ola del vallenato’, ‘El pedazo de acordeón’ y ‘Alicia adorada’, esta última de Juancho Polo Valencia.
El amor del escritor y periodista por la música vallenata lo dejó traslucir a través de muchos escritos. También le mereció una crónica escrita por Consuelo Araujonoguera en El Espectador (Julio 16 de 1978) y que titulo: “La literatura también entra por el oído’.
David Sánchez Juliao ofició en dos ocasiones como jurado del Festival de la Leyenda Vallenata. En 1976 fue jurado de acordeón aficionado e infantil, cuando se coronaron como reyes Alvaro López Carrillo y Fernando Dangond Castro, respectivamente.
En 1986 de acordeón profesional, alzándose con la corona Alfredo Gutiérrez y estuvo acompañado en la mesa de jurados por Orangel ‘El Pangue’ Maestre, Israel Romero, ‘El Andrés ‘El Turco’ Gil y Oscar Alarcón.

Presentación

David Sánchez Juliao, escribió la presentación del trabajo musical, en ese momento único en su género, y tuvo la más grande aceptación.
“Hace varios años cuando me dedicaba a la grabación de un cuento en los estudios de Sonolux en Medellín, el director artístico de la empresa, Julio Segundo Villa, me contó que el gran Alejandro Durán, se encontraba en la ciudad con el mismo propósito. Aquel hecho de que coincidieran una vez más en Medellín la canción popular y la literatura, fue asumido por mí como una trampa del destino. Nos había empujado a Alejo y a mí hacía el mismo lugar: él a cantar y yo a narrar. Curiosamente, lo mencionaba a él entre lo que yo iba a grabar; y él iba a cantar de nuevo quizá por última vez, al vehículo de placas 039, el que según me contó después, era un carro de Lorica… Un taxi de plaza, que conducía un paisano mío a quien llamaban ‘El cachaco’.
Pero ya duchos en el oficio, él en el de cantar y yo en el de contar, confluimos en un tinto en el ámbito musical de la Oficina de Dirección. Y allí, en vista de que a ambos nos había sobrado tiempo del programado para la grabación, se me ocurrió la idea de proponerle algo con una pregunta, a la manera costeña: “Maestro- le dije -: ¿Por qué no nos sentamos frente a dos micrófonos en el estudio principal y nos conversamos cuatro vasos de agua? “Aquel negro hermoso y monumental que era Alejo, abandonó la silla, se acomodó el sombrero de vueltas sobre la cabeza inquieta, y respondió con una anécdota como solía hacer con frecuencia: “Mira, Davo - me dijo -: una vez un cachaco se encontró con un costeño y le dijo, ala, cuándo te dejas ver para tomarnos unos tragos; y el costeño le repuntó ¡Eche, y no me estás viendo? ¡Vamos!. Supe lo que quería significar.
Nos sentamos a grabar en el estudio enorme, él y yo, ante dos micrófonos, como dos astronautas frente a la inmensidad espacial. Alejo era el astro rey, la más grande estrella luminosa. Horacio López, el ingeniero de sonido, echó a correr las cintas desde la consola, y el maestro Alejandro Durán y yo empezamos a conversar. De pronto, a mitad de la tertulia, abrió la caja de su acordeón, sacó de ella el instrumento y calmó con bajos y agudos mi curiosidad por su toque legendario. Después cantó solo, a capela, como si el universo silente del amplio estudio fuera el marco musical de su voz hoy extinguida y viva al mismo tiempo.
Este álbum es el resultado de esa larga conversación frente a los micrófonos, el producto final del llano, simple, sencillo homenaje que una pluma costeña quiso rendir en vida al más grande exponente de nuestra juglaría.
Ernesto McCausland Sojo, quien con las cámaras de ‘Mundo costeño’, el programa estelar de Telecaribe, me acompañó en la edición final para el álbum después de muerto Alejo Durán, me preguntó una de esas frases que usan los periodistas incisivos: ¿ Y por qué el álbum, después de muerto el maestro? Y le respondí con dos cosas; con la palabra, cuando le dije, “Porque Alejo no ha muerto”, y con el diseño de la carátula, en donde aparece manuscrita la frase que Alejandro Durán pronunció a la salida del estudio: “Davo, guarda esta grabación hasta después de mi muerte… si acaso algún día muero “Ese día miré a Alejo a sus ojos sabios, velados como dos almejas diminutas, y me atreví a decirle con una sonrisa: “Si me pide que publique el trabajo hasta después de su muerte, la cinta habrá de permanecer guardada una eternidad; pero le prometo que la publicaré cuando haga el tránsito a la Gloria”. Sonrió también, y me puso la mano en el hombro, “Gloria - dijo -, no conozco esa muchacha, y nunca le haré una canción”. El maestro siempre anduvo con ella, pero era tan modesto y tan prudente que jamás lo sospechó.

Dedicatoria

Cuando el escritor y periodista vino a Valledupar a promocionar el álbum, ‘Alejo Durán canta y cuenta su vida a: David Sánchez Juliao’, tuve la ocasión de entrevistarlo para conocer detalles de este trabajo musical y me contó una de las maravillosas anécdotas que le relató Alejo Durán. “En la década del cincuenta un antioqueño llevaba siempre bajo el brazo un disco de 78 revoluciones donde estaba la canción ‘La cachucha bacana’. A cantina que llegaba hacía sonar la famosa canción. Una vez en Corozal, Sucre, le presentaron a Alejo Durán, el propio autor de la ‘Cachucha bacana’ y el cachaco después de abrazarlo le dijo: “¡Eeeh! Ave María, maestro, usted si está jodido. Usted y su maldita gorra me han pelao”.
Después me autografió el álbum y escribió: “Para Juan Rincón Vanegas, el gran amigo, el compañero, el defensor de lo mejor de la identidad cultural costeña… con un abrazo”.
Paz en la tumba del “Man que desde la máquina de escribir fue el ‘ampayer’ del partido de la vida y el que no se pudo ganar la rifa del Premio Nobel de Literatura con el número 039”. Ese que dejó su impronta al decir: “escribo para que la muerte no tenga la última palabra”.

jueves, 10 de febrero de 2011

‘EL VIEJO DEIVINSON SÁNCHEZ JULIADO’ SE FUE PA’L CIELO A COMPRAR CIGARRILLOS…

A lo mejor porque ya en el bar “Tuqui-Tuqui” no lo venden tan frescos. Cuando yo era un niño, un fin de semana en San Fernando, un grupo de eternos parranderos encabezados por Nel Ruiz y Andrés Suárez, como cosa rara no escuchaban vallenatos ni rancheras, sino “El Flecha”, de Sánchez Juliao. En esa esquina se durmieron y al despertarse e irse dejaron ahí tirado dicho casete y yo me lo robé. Cuando feliz lo puse en la grabadora de mi casa, aunque ya me lo sabía de memoria de tanto escucharlo toda la madrugada, mi mamá me regañó: “¡Me haces el favor y te llevas a ese tipo vulgar y altanero de aquí”! Traté de explicarle a la Seño Gloria que eso también era literatura, pero grabada. Qué literatura ni que carajos, me dijo. Eso es pura vagabundería, remató.

'Deivinson Sánchez Juliado’, como le decía el Flecha, no hizo en su vida otra cosa que retratar al pueblo costeño con todos sus millones de virtudes y sus pocos defectos desde su Lorica natal. (Es que en este Lorica si hay locos, cuadro…). Y consiguió darle importancia mundial no sólo a través de El Flecha, sino de Pero sigo siendo el rey, mi sangre aunque plebeya, Gallito Ramírez, Abraham a la risa, y un largo etcétera de títulos donde mostró con orgullo de lo que somos capaces los costeños cuando nos da la gana.

Yo he leído y escuchado desde mis épocas de bachillerato a Sánchez Juliao, el otrora director y locutor de Radio Progreso de Lorica, Córdoba, y siempre he tenido claro que Lorica es cualquier pueblo de la costa. Aunque para mi gusto, la entrevista (grabada, por supuesto) que le hizo al maestro del acordeón, Alejandro Durán, es digna de admiración y de imitación.

Sánchez Juliao no sólo era escritor. También era famoso por su colección de cuentos y anécdotas, por sus apuntes jocosos, por luchar hasta su último aliento porque todo aquello que siempre nos ha caracterizado a los costeños no lo dejemos morir tirado a la vera del camino sucio de mierda de gallina. Aunque fue un mal diplomático y un pésimo político, pero una excelente persona que nunca se avergonzó como ciertos sanfernanderos de sus origen.

A Sánchez Juliao nunca le dio pena decir que era de Lorica, y me identifico con él porque a mí tampoco se me pone la cara roja de la vergüenza al decir que soy de San Fernando, Magdalena, y no de Santa Marta, como dicen algunos estudiantes universitarios.

Este escritor cautivaba al público no sólo con sus anécdotas sino con esa voz de ‘picó’ que el cielo lo premió.

Yo no sé qué tan tarde tiene que escribir Sánchez Juliao que tuvo que ir hasta el cielo a comprar sus infaltables cigarrillos Marlboro, pero lo que sí sé es que sus obras perdurarán igual que el porro “Roque Guzmán”. Además, no sería extraño que lo viéramos por aquí un día de estos diciéndonos muerto de risa: “me imagino la cara del viejo San Pedro cuando llegó la luz al cielo y no me encontró….Yo a ese man no me le paraba más…”

Y se seguirá escuchando “Persécula Seculorum”, como dice Fernando Durango, el Flecha, la discusión eterna de aquellas dos señoras de la Lorica de David Sánchez Juliao, que se estaban dando lengua de acera a acera, de pretil a pretil, y la señora Tulia que se paseaba entre las dos mujeres que peleaban tratando de cogerse un ‘barato’ en la pelea, cuando una de ellas le dice a la mamá de el Flecha: “niña Tulia, cálmese, esta pelea no es con usted”. Y la niña Tulia le responde con todo ese sabor Caribe, así, crudo y cerrero como el corazón de nuestra raza:
¡Más hijueputa eres tú…!

FABIO FERNANDO MEZA
10.02.2011

domingo, 6 de febrero de 2011

RAFAEL SANTOS: ‘EL ETERNO MUCHACHO’ DE DIOMEDES

Si hay alguien que ha demostrado hasta la saciedad cómo se adora e idolatra a un hijo es el cantante de música vallenata, Diomedes Díaz. Se ha jugado hasta el nombre para que su hijo, sea, quizás, lo que él no ha llegado a ser, olvidando –da la sensación- que tiene como medio millón de hijos más que a lo mejor desean de su padre un guiño parecido al que le da a ‘Santos’, como cariñosamente llama el cantante a su Hijo del Alma.

Se comprende que Diomedes le dé la vida al hijo predilecto si se la llegara a pedir, pero a veces se pregunta uno si tantos mimos y complacencias no le habrán hecho más mal que bien al primogénito de la señora Patricia Acosta, al nieto del desaparecido ‘Negro’ Acosta, de la Junta.

Porque a estas alturas de la vida y con tanto apoyo, fuera para que al menos Rafael Santos Díaz Acosta figurara entre las luminarias nuevas de la camada contemporánea que mandan en el vallenato actual. Pero no.

Es que no ha pasado hambre, Diomedes. Tu hijo no sabe lo que es no tener para el bus, o qué desayunar un miércoles cualquiera, como tú en aquellas épocas, cuando por ejemplo, Armado Moscote se negaba a recibirte en su casa para mostrarle tu canción o cuando Jorge Oñate no quería escuchar tus temas, que te los grababa gracias a que Colacho interponía sus buenos oficios, y tú, Diomedes, salías desanimado a donde la señora Patricia quién te consolaba y te animaba a que serías un fenómeno musical como efectivamente lo fuiste después.

Todo se lo has dado, Diomedes, porque no deseas que recorra ese triste camino que ya tú recorriste alguna vez. Pero ¿ha servido de algo?. Creo que no ha llenado las expectativas que tienes puestas en él.

Ha hecho cositas por ahí. Pero no más. Y llama la atención que aquellos hermanos de “el consentido de papá” a quien el cantante quizás no ha apoyado como debiera, son los que están sacando la cara por esta familia musical, cuando debiera ser Rafael Santos quien estuviera descollando recibiendo todos “los honores que son publicados en la nación…”.

Disciplina. Eso es lo que le falta a tu hijo, cantante. Pero mientras le continúes alcahueteando, será un cantante frustrado y mediocre. Ojalá se mirara algún día en el espejo que está en la misma sala de la casa: sus hermanos. Quizás porque ellos decidieron demostrarte, Diomedes, que sin tu apoyo ellos también podrían triunfar. Y lo han hecho. Ojalá algún día se lo reconozcas.

Pareciera que Rafael Santos no recordara que tú, Diomedes, has movido cielo y tierra para complacerle todos sus deseos y hasta sus caprichos también. Creo que te está debiendo. No ha dado la talla. Este Rafael Santos cantante no es el cantante Rafael Santos que tú esperabas. Y lo más triste es que tiene talento, tiene madera, tiene con qué, pero no se decide a demostrase él y a todo su entorno que sí valió la pena que te la jugaras toda por él, cacique. Toda la vida no puede vivir de tu sombra ni de tu fama ¿y cuando tú no estés, cantante de multitudes?

Rafael Santos debe aprender a volar con sus propias alas, sólo debe ponerle empeño y amor a lo que hace. Se ha quedado estancado en 1984 como si hoy todavía fuera “ese muchacho”. Rafael Santos no te ha correspondido, Diomedes. Al menos no como se espera con tantas oportunidades que le has dado o que le has financiado.

Al menos yo espero mucho más de él teniendo en cuenta de dónde viene, que es capaz y siendo el hijo de quien es. Está relegado del grupo de jóvenes que se han impuesto en la música vallenata. Y me imagino que tú, Diomedes, como padre que deseas lo mejor para tu hijo, deseas verlo lleno de fama y gloria pero ganada con sudor y lágrimas y no heredadas ni legadas. No se conoce un proyecto serio de este joven que cuando cantaba ‘el turpial’ Y ‘los tiempos cambian’ se le veía un futuro exitoso, que incluso, sacó a Felipe Peláez con su ‘buscaré quien me quiera’. Hoy Felipe es Felipe y Rafael Santos es apenas el hijo de Diomedes y pare de contar. ¿Qué pasa?
¿Será que Rafael Santos no dimensiona que es el llamado por naturaleza a responder por la grandeza musical de su padre? ¿Será que no sabe que debe emularlo o ser mejor que Diomedes?. ¿Será que le tiene pavor a tamaña responsabilidad?

Una leyenda oriental cuenta que una paloma tenía dos pichoncitos y les traía todos los días comida. Pero un día cualquiera sólo le daba lo mejor a uno de ellos hasta que el que se sintió relegado salió del nido sin saber volar mucho a conseguir su propio alimento, mientras que la paloma continuó alimentando a su pichón consentido. Un buen día pasaba un palomo por allí y observó cómo la paloma le daba la comida en el pico al pichón. Cuando la paloma se fue, el palomo cortó la rama donde estaba el nido y el pichoncito caía sin remedio con dirección al suelo y el palomo le grito: “recuerda que tienes alas, úsalas para que no te accidentes”. No se acordaba el pichón que tenía esas poderosas herramientas para volar y hacer realidad sus sueños…

Pellízcate, muchacho, porque como dice tu padre: “los que van delante no van lejos y los de atrás se apuran”
FABIO FERNANDO MEZA

jueves, 3 de febrero de 2011

QUE NO MUERA EL PERIÓDICO IMPRESO

Las personas que leen la prensa todos los días y en particular los domingos por la mañana, o después de ir a misa, o en su descanso por la noche, o aquellas que les toca leerlas todos los santos días así la detesten, no sé cómo van a hacer ya que como van las cosas, el periódico impreso tiende a desaparecer.

¿Qué será de los voceadores de periódicos cuando las computadoras les terminen de robar su trabajo?; ¿qué será del señor respetable y laborioso que tiene su kiosco en la esquina desde hace muchos años, y vender periódicos se ha vuelto una buena excusa para madrugar a decirle buenos días a la aurora de Dios?; ¿qué será de las historias que son más historias cuando se leen en el papel y no en el monitor de la computadora?; ¿qué será de la vida de aquel perro de raza fina que su trabajo además de llevarle las pantuflas a su poderoso dueño, también es comprarle el periódico en el supermercado?; ¿qué pasará con los empleados administrativos, periodistas y logísticos de aquella casa editorial, cuando salga una noticia extraordinaria y ya no puedan ellos mismos salir a vender el periódico impreso en los semáforos como antes lo han hecho?.

Yo no sé qué hará la licenciada Isyoli, cuando no tenga el papel periódico impreso para envolver los nísperos cuando quiera que se maduren rápido y conserven su fragancia exquisita, y que misteriosamente sólo con el papel periódico impreso lo logra; no sé qué hará la muchacha del servicio doméstico, cuando no tenga con qué brillar los vidrios de las ventanas y la patrona injusta le reclame furiosa; los fabricantes de zapatos, ya no podrán reemplazar el pie con los pedazos de papel periódico impreso que le introducen a los zapatos nuevos de exhibición; las personas que venden vajillas en el mercado no podrán separarlas una a una como hasta ahora con el papel periódico impreso; no sé qué pasará con el muchacho que con un periódico bajo el brazo que nunca leerá, aparenta adulador de intelectual y más, cuando hay mujeres alrededor; ¿quién me dirá qué hará aquella persona que hizo de las calle su hogar y tiene en el periódico impreso su colchón y su cobija?.
El periódico impreso no puede desaparecer, al menos no antes de hacernos saber que la paz es una realidad que se puede tocar con las manos; no se puede ir el periódico impreso hasta que no nos anuncie que se firmó el decreto celestial en el cielo para darle vía libre a la resurrección de los muertos; no debe decirnos adiós el periódico impreso, hasta no registrar la llegada pacífica a la tierra de los selenitas, a quienes los cautivó el hecho de que “preservemos tanto y tan bien el medio ambiente”; le rogamos al periódico impreso que no nos deje solos, porque si lo hace, ¿quién nos llevará a la cama la fotografía inmensa del capitán de la selección de fútbol de nuestro país levantando feliz el trofeo de la copa mundo, como su digno ganador?; no debe despedirse el periódico impreso, hasta no comunicarnos que el comandante de la Armada Nacional, componente de las Fuerzas Militares, es un oficial de raza negra.

El periódico impreso hace parte de nuestra idiosincrasia, es la cara sonriente de un pueblo, lo mismo que el rostro preocupado de una nación. El periódico impreso es el amigo que nos hace llorar con verdades, el que nos hace reír de la emoción y sentirnos orgullosos de lo que somos e inconformes con lo que tenemos.
¿Por qué se tiene que acabar la tribuna del pueblo, el papel donde descargamos nuestro inconformismo y en donde alabamos poco las cosas buenas, que aunque pocas, pero existen?

El periódico impreso no puede desaparecer, no sólo por la masacre laboral que ocurriría, sino porque las mañanas de los domingos no serán iguales, cuando queramos enterarnos hasta de lo que no nos interesa, si no está un periódico impreso frente a nosotros.
Si echamos de menos al periódico impreso los primeros de enero y los viernes santos, ¿cómo vamos a soportar la nostalgia de ese ser querido que se va y no regresará jamás?; y añoraremos y extrañaremos por siempre, su frialdad y su falta de consideración para decirnos las cosas; su impasibilidad para darnos una mala noticia así no estemos preparados para ella; su cara de mármol para darnos los buenos días con lo peor de los acontecimientos; su insensibilidad para dejarnos paralizados con su confesión suicida que nunca hubiéramos querido escuchar de sus labios; su sonrisa sincera al compartir con nosotros las buenas nuevas; su dedo índice firme para señalar a quien transgredió las reglas; su verticalidad para en algunas ocasiones, decirle al pan pan, y al vino vino; su capacidad para ignorar lo que tiene que decir y no lo dice; su hipocresía para no denunciar lo que sabe y puede.

El día que al periódico impreso le dé la gana de irse, primero "debe y tiene" que informarnos que las cárceles del país están llenas de los políticos corruptos que se lo robaron, que están donde merecen, y por esa razón la Costa Caribe por fin florecerá, y en la Costa Pacífica todo será vergel.
Cuando todo esto ocurra, sólo entonces, el papel periódico impreso puede agarrar sus trapitos, hacer un envueltico, buscar una varita y amarrarlo, y echárselo al hombro para coger el camino que conduce a la inmortalidad.

Como decía don Alejo Echeverría, esposo de la señora Bolivia, sanfernandero y gran tahúr: ¡Que vainas tan jodidas tiene la vida!!.

FABIO FERNANDO MEZA fafermezdel@gmail.com

¡QUE APAREZCA ESA BORRACHA CANCIÓN VALLENATA, CARAJO!

En la música vallenata siempre ha ocurrido un hecho muy particular: los cantantes se la pasan buscando esa bendita canción que los catapulte a la fama para dejar de pasar hambre. Y, por lo general, esa a la que no le ponen muchas ganas y es la que los redime. “Otto (Serge) grabó “Señora” sin mucha entrega, sin ganas”, dice el compositor de este exitoso clásico vallenato, Rafa Manjarrés. Basta con echarle una hojeada a las páginas donde está escrita la historia de nuestro folclor para darse cuente de este simpático fenómeno.

O si no que lo diga Silvestre Dangond, quién jodió y jodió con 3 grabaciones con las que no pasó mayor cosa y estuvo a punto de volver con su ingeniería en Bogotá hasta la aparición de esa tromba llamada “La Colegiala”.

El cantante Miguel Morales, tuvo relativos éxitos al lado de Omar Geles (quien además se volvió compositor y quien saltó a la fama no sólo por sus creaciones artísticas si no por demanda de posibles plagios), pero todo el mundo supo quién era Miguel Morales sólo cuando grabó “acompáñame” una canción que se escuchó hasta que le dio la gana, y Migue pudo respirar tranquilo por un tiempo porque después no volvió a levantar cabeza.

Si hablamos de los llamados “Grandes del Vallenato” también “parieron en seco” un tiempo hasta que les llegara esa bendita canción celestial que los redimiera y los mafiosos de la época se enamoraran de sus interpretaciones y los contrataran para las parrandas de varios días y su público le comprara sus grabaciones. Pero con ellos pasó algo particular: se han mantenido. Quizás porque sus éxitos han sido periódicos y no han sido flor de un día y todos a quienes les gusta el buen vallenato lo siguen a todos ellos por fortuna.

El cantante Miguel Herrera, hizo de la canción de Marciano Martínez, “Venceremos”, su pasaporte a la inmortalidad. Aunque ya tenía varios discos encima, Miguel no despegaba. Las nuevas generaciones no saben lo importante que es para la música vallenata este copiloto vallenato, así le llaman al cantante de la región de San Ángel, Magdalena, a quien las malas compañías sacaron a las carreras de la constelación vallenata y desafortunadamente dejó de alumbrar por un tiempo esta importante estrella.

El cantante Jorge Celedón, antes de su “Ay Hombre” apenas si hizo cosas como para medio sobrevivir comiendo fritos y pasteles con agua de panela después de cada presentación cuando hacía parte del Binomio, según cuenta Jimmy, su acordeonero. Hoy no se baja de los aviones y vive con una agenda en el exterior repleta y no ha perdido su don de gente que es lo importante.

Lástima que el gran Marcos Díaz se dejó llevar por el cuento falso de la fama y sucumbió a la mediocridad. Qué pesar de este cantautor que con su “Me Vieron Llorando” puso a cantar a toda una generación y no había caseta donde Marcos no estuviera para cantarla. Después hizo otras grabaciones pero no le fue bien. Hoy ya no se escucha. Lástima.

Peter Manjarrés, cuando era Pedro Antonio, buscaba afanado un lugar dentro del vallenato. Lo encontró. Pero fue gracias a una canción desechada por cuanto conjunto fue ofrecida hasta que cayó “El Amor de mi Sabana” en sus manos. Canción que se la mostró el hoy desaparecido Kaleth Morales. Paradójicamente la grabó sin grandes expectativas ya que los ojos de todos ellos estaban puestos en la canción “Imbatible”, pero fue aquella la que hizo de Peter, Peter. ¡Vean que vaina!

¿Quién no recuerda a los otrora famosos Embajadores Vallenatos? Habían hechos pininos por ahí pero cuando grabaron “El Santo Cachón” se dieron los gustos habidos y por haber. Pero para ellos como que después no hubo más y hasta ahí llegaron.
Hubo un grupo que se creó en Medellín en los estudios de grabación de Discos Fuentes: Los Chiches Vallenatos. Ese grupo tuvo la bendita suerte de salir con todo: Ceniza Fría. Todavía se escucha pero el grupo no ha podido hacer nada bueno después de ese exitazo que se escuchaba por toda Colombia. Claro que no sólo es “yo tengo esta canción pegada y háganme reverencias”. No, señor. Se tiene que seguir trabajando, ratificando que se tiene los pantalones bien puestos listo para combatir y seguir en la cima.
Esto lo entendió muy bien Kaleth Morales quien con su “Vivo en el Limbo” se paseó por donde le dio la gana. Si la muerte no se lo lleva fuera hoy por hoy el verdadero ídolo del vallenato contemporáneo.

Un cantante barranquillero salió un día cualquiera sonando en todas las emisoras con una hermosa canción que se escucha aún: a una Sirena. Luego hizo algo más y se acabó. Se trata de Carlos Malo. Así es la vida.
Del Fabián Corrales cantante ni hablemos.
Farid Ortiz, cantó por ahí, cantó por acá y nada. Hasta que se le ocurrió Se Acabaron y comenzaron los fanáticos del vallenatos a mirarlo de otra manera. Despegó al fin.

Cada día salen nuevos grupos en busca de esa canción, sí, esa borracha canción, carajo, que pegue, que les dé el millón de dólares “para comprar una casa grande…donde quepa tu corazón…” no importa que sea de Omar Geles, quien se dio cuenta ya que con canciones pegajosas le va mejor a su cuenta bancaria y todo se las pelean para ver si encuentran otra Colegiala, otra Ay Hombe, otra Vivo en el Limbo, otra Amor de mi Sabana, otra Lo Tienes Todo. Pero esas canciones están esquivas.
Ojalá hubiera otra “Arco Iris” u otra “Se Acabaron”, u otra “Cristina Isabel”, quizás se asome en el horizonte otra “Mi Hermano y Yo” o “Nido de Amor”, o de pronto una “Gitana”. Quién sabe si se deje ver alguna “Relicario de Besos” o “Mi Novia y mi Pueblo”, tal vez “El Mocoso”. Ojalá ocurra ese milagro.

Dios quiera que nuestros amigos sanfernanderos, ‘Ata’ y ‘Pancho', encuentren vuelta canción su media naranja. Su borracha canción. Se lo merecen.

A los cantantes que tuvieron la suerte de que encontraron a esa canción especial y los sacó del barro, felicitaciones y a seguir trabajando. A aquellos que todavía la suerte no les ha sonreído, pa’lante. Algún día…

FABIO FERNANDO MEZA