martes, 7 de septiembre de 2010

UN ÁRABE NACIDO EN SAN FERNANDO QUE CONVERSABA SABROSO

Yo me consideraba su amigo. No sé si él se consideraba amigo mío. Pero siempre hubo una relación basada en el respeto y estimación.

Mis recuerdos viajan a través del tiempo y me ubican en su corral de chivos y su corral de ganado que estaba detrás de su casa, en lo que le dicen El Barranco. Allá iba yo cuando niño, de mañanitas a tomar leche caliente. Era la época en la que mis padres me llevaron a vivir en una esquina de la plaza de la iglesia en la casa de la señora Isabel Lamar, frente de la casa de la señora Nelly Caballero. Él vivía al otro extremo de esa plaza en la calle La Albarrada, de mi pueblo, San Fernando, Magdalena.

Tiempo después nos volvimos a tropezar en la calle y me dijo: “He leído artículos suyos en el periódico, vaya por la casa para contarle historias del pueblo y de algunos personajes para que las nuevas generaciones no olviden su origen”.
Así que de noche, cuando estaba de vacaciones, me iba para su casa y ya él estaba esperándome sentado en una mecedora, en la puerta de la casa, bajo el palo de naranjuelo y a su lado una silla vacía. Le aprendí mucho en esas extensas horas de charlas. De hecho en casi todos mis relatos siempre va un pedacito de las historias de él.

Este sanfernandero como buen árabe era excelente comerciante y lo descubrió desde los tiempos que después de casarse se fue para la finca paterna “El Iris” a colar almidón para venderlo. Ya antes había sido vendedor de yuca en Santa Ana, a donde su padre lo mandaba a sus escasos 12 años montado en un burro cargado todas las madrugadas.

Dicen que nunca tuvo hijos. Pero yo creo que todos los que por alguna razón nos tropezamos con él nos sentíamos sus hijos por su carisma y su manera paternal de tratar.

Antes de vivir definitivamente en su casa ubicada a un costado de la plaza de la Iglesia que le compró al señor Carlos Indaburo, también lo hizo en las casas prestadas del señor Eduardo Jiménez, donde la señora Benedicta Galindo (donde vive actualmente Tomás Polanco) y en la finca “El Iris”.

Lo que siempre admiré de él fu su memoria prodigiosa y la manera cómo relataba los hechos porque parecía que los volvía a vivir cuando los contaba. Era el historiador de San Fernando. Hasta fue alcalde de Santa Ana y eso es mucho decir para un pueblo que nunca ha gustado del nuestro.

Este honorable personaje se le midió a todo e hizo de todo. Siempre estuvo en primera fila en cuanto a la búsqueda de soluciones para los diferentes padecimientos del pueblo.

Precisamente, en una de nuestras tantas conversaciones, me decía que estaba en una ocasión en Santa Marta con el fin de pedir ayuda al Gobernador para que arreglara el problema del agua. Entre la comitiva estaba el señor P.M y cuando se subieron al ascensor de la Gobernación, este señor P.M, antes de bajarse en el último piso le dijo al ascensorista: “Este aparato corre rápido, ¿por cuánto nos lleva a San Fernando?

Creo que ha dejado un vacío que nadie llena. Era una persona íntegra, amante de la buena política, de conversar, de discutir, de leer incansablemente.

Como todo personaje importante este caballero que nació en la casa donde vive actualmente Roberto De Armas, de madre Sanfernandera y padre Sirio, fue muchas veces mal tratado, calumniado y odiado. Pero la mayoría respetábamos, admirábamos y queríamos al señor que cuando niño junto con su hermano José Ramón, le cogían las tortas de casabe a la señora Herlinda Jiménez, cuando se descuidaba de vigilar su tienda inmensa, luego para quedar en paz con sus almas, le iban a comprar dos botellas de chicha para pasar el torozón del casabe.

Aún retumba en mi mente su risa contagiosa de la última anécdota que me contó: “Para una fiesta patronal, el señor J.L, salió a parrandear y le gustó una muchacha muy bonita. El señor J.L le dijo que deseaba acostarse con ella. Ella le pidió mucha plata. A lo que el señor J.L le respondió indignado: Tú tienes el tambor roto la de mi casa también lo tiene ‘rompío’, mejor voy a mi casa y toco el mío”

Padecía durante los últimos años una enfermedad terminal. La última vez que lo vi fue en diciembre para el matrimonio de una de las tantas personas que ayudó a sobrevivir en su casa, ‘a criar’, como se dice por allá. Al saludarlo me dijo que este año me iba a sorprender la noticia de su muerte. Yo le dije que no se podía morir todavía porque nos quedaban cosas por conversar. Al despedirme me haló por el pantalón diciéndome: “Fallito, si algún día escribe sobre mí, lo único que quiero que diga es que Yolis Ospano Yacub Fuentes amó a este pueblo”. Paz en su tumba.

FABIO FERNANDO MEZA
Medellín, Septiembre de 2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese senor no era una arabe nacido en Colombia, era un colombiano de ascendecncia arabe...que es muy distinto...

Unknown dijo...

Excelente como el Dr Fabio nos desempolva nuestra memoria histórica con sus Anécdotas de nuestros ilustres personajes. Gracias y extrañaba una de estas lecturas. Gracias Dr Fabio