miércoles, 18 de mayo de 2011

SAN FERNANDO, MAGDALENA: 30 DE MAYO DE 1750

Allá al sur del Departamento del Magdalena, haciendo parte del Municipio de Santa Ana, se encuentra el corregimiento de San Fernando.
Es un pueblo de cinco calles largas y misteriosas, otrora de arenales, tres de ellas tienen nombre, menos las números tres y cuatro: la primera se llama La Albarrada, la segunda, La Calle del Medio (aunque no lo es) y a la calle quinta le dicen La Calle de Atrás. Pero hemos progresado: hay un barrio de invasión ubicado en la parte norte del pueblo, que por quedar ahí, pegado al colegio que fundó el profesor Caamaño, tiene su mismo nombre: barrio San José. Asediado por la creciente del río y por la creciente corrupción, politiquería e insensibilidad de algunos de sus habitantes hoy se encuentra mi pueblo, tu pueblo, nuestro pueblo...
Ese es San Fernando: un pueblo lleno de bellezas naturales,de contrastes, de poesía, de talentos, de personas emprendedoras, de sueños, de mujeres preciosas e inteligentes, y también de alguna que otro perezoso que no quiere trabajar.

San Fernando fue mal fundado por Fernando de Mier y Benítez, un sanguinario español que sembró el terror por estas tierras ribereñas del brazo de Mompox, aniquilando a los ya pocos indígenas que quedaban. El señor Mier y Benítez, era tan despiadado, que le decían Mier y Guerra, como más se le conoce. Este señor llegó por aquí antes de ir a fundar o a saquear a Santa Ana, o sea, venía del interior acabando con todo lo que encontrara a su paso en nombre del Rey, con cuyo nombre bautizó al pueblo donde llegó un 30 de mayo de 1750. Eso es lo único feo que tiene este pueblo, el nombre. Ningún pueblo debiera llamarse como este rey de España que junto a su esposa jamás en su vida se bañó, y al que le han dado poderes y bondades que nunca tuvo fuera la de ser cruel y avaro como todo español de la época.

Para colmo de males, en la iglesia hay una estatua de tamaño natural al que veneran como San Fernando, pero gracias a Dios esa figura de yeso no corresponde a la imagen del rey, sino a San Luís Gonzaga, por fortuna, y los sanfernanderos hemos aprendido a convivir con ese error religioso desde hace mucho tiempo.

Hoy, la mayoría de los habitantes de este pueblo no recordamos que nuestros antepasados fueron pastores errantes que buscando comida para su ganado vagaban por toda esta región, y al llegar aquí se amañaron y construyeron casas y comenzaron a domar las montañas y a convertir sus tierras fértiles en sembrados abundantes y en pastizales para su ganado. Cuentan los abuelos, que alcanzaron a llegar familias atraídas por la fama de su rica tierra desde San Juan Nepomuceno, Bolívar, entre otras regiones, y también familias del otro lado del mar que venían huyéndole a la guerra que libraban árabes y turcos.

El río que antes se recostaba para dormir su siesta en los patios de las casas ubicadas en la calle de La Albarrada, paulatinamente se fue alejando y hoy está a dos kilómetros del pueblo. Todo por culpa de un sacerdote que en una noche de inspiración sacó al San Fernando de tamaño natural y lo redujo a cenizas en el puerto del río. Desde entonces el río se ha ido alejando del pueblo, resentido.

San Fernando, como la mayoría de los pueblos de la costa, vivió su plenitud hasta mediados de la década de los 80, donde todo abundaba y la gente se daba el lujo de pescar bocachicos inmensos sólo para tirárselo a los puercos. Era la época en que deambulaban bovinos cimarrones por las calles del pueblo sin su marca de hierro candente, común y silvestre, y dormían en el puerto de la cieneguita. Todo eso acabó.

Hoy pasan sin pena ni gloria sus fiestas de año nuevo, sus carnavales y la devoción de Semana Santa no existe; si se tiene en cuenta que todo eso lo hizo famoso entre todos los pueblos junto con el casabe y el suero con yuca. Debemos rescatar todo esto. Ese es San Fernando. El pueblo que en algunos textos aparece como San Fernando de Oriente; en otros, como San Fernando Rey de España; en otros, como San Fernando Abajo; en otros, como San Fernando de Tolentino. Yo me quedo con el San Fernando, a secas; y ya eso es mucho aceptar en un pueblo que no debió nunca llamarse así. Y la paradoja más grande es que el rey de España ha sido elevado a santo en el santoral católico, debe ser por sus múltiples asesinatos e injusticias con la población indígena y sus depravaciones palaciegas que fue lo único bueno que hizo.

San Fernando, es el pueblo que a veces se detiene en el tiempo, que no quiere progresar o la oligarquía municipal no lo deja, o sus hijos somos apáticos. Pero ahí está, sumido en la pobreza y en la desigualdad social por culpa del desempleo y la falta de oportunidades pero lleno de ilusiones y esperanzas.

Ojalá las nuevas generaciones marquen la diferencia y ayudemos a resucitar al pueblo, sus sitios más representativos, su gente que se destaca en algún arte, su paisaje hermoso.

El 30 de mayo está cumpliendo 261años, sí, señores, el 30 de mayo es un día especial para este pueblo lleno de personajes irrepetibles, con anécdotas únicas como la contada por el ingeniero sanfernandero Bashir Yacub Bermúdez: “el señor Martín Álvarez, que ya falleció, estaba preocupado por la mujer que había elegido su hijo, Temístocle, como esposa. Se va a casar con una mujer con la que no le puedo dejar una razón, se quejaba don Martín. Al preguntarle el doctor Yacub el porqué de su preocupación contestó desesperado: ¡es que es muda!

Feliz día, San Fernando. Te quiero así, con todo lo malo que no debieras tener, con todo lo que no debieras sufrir, con todo lo que te hemos quitado, con todo lo que te hemos calumniado, con todo lo que te debemos y ya nos estás reclamando. Pero también tienes, San Fernando, muchas cosas bellas y únicas. Feliz día y que mañana sea mejor tu amanecer. Y que valga la ocasión para deponer odios, para dejar atrás los rencores, para querernos y respetarnos como personas civilizadas que somos. Y sobre todo, perdonar para poder vivir tranquilos, y trabajando con alegría como todo sanfernandero que se respete.

FABIO FERNANDO MEZA

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