jueves, 29 de abril de 2010

CERRANDO PUERTAS…

…O cerrando capítulos, o cerrando círculos…Como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos. Lo importante es “dejar ir” momentos de la vida que se van clausurando. ¿Te quedaste sin trabajo? ¿Se acabó la relación? ¿Ya no vives más en esa casa? ¿Debes irte de viaje? ¿La amistad se acabó?. Puede pasarse mucho tiempo de su presente revolcándose en “los por qués”, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, sus hermanos…todos y todas estamos abocados a ir cerrando esas puertas…esos capítulos…esos círculos. A pasar la hoja. A terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante. No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió…¡sucedió!. Y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos ni adolescentes tardíos, empleados de empresas inexistentes ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado con nosotros. No. Los hechos pasan y ¡hay que dejarlos ir!
Por eso, a veces, es tan importante romper fotos…Quemar cartas…Destruir recuerdos……regalar presentes…cambiar de casa…Romper papeles…votar documentos…regalar ciertos libros…
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Hay que dejar ir, hay que soltar…desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No espere que le devuelvan, no espere que le reconozcan, no espere “que alguna vez se den cuenta quién es usted”. No. Suelte. El resentimiento, el prender su televisor personal para darle al asunto lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo. La vida es para adelante, nunca para atrás.
Porque si usted anda por la vida “dejando puertas abiertas”, por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de regresar… ¿a qué?, necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron. ¡Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hágalo! Si no, déjelo ir, cierre capítulos. Dígase usted mismo que no. Que no vuelve. Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque usted ya no encaja allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio. Usted ya no es el mismo que se fue hace dos días, tres semanas, un año…Por lo tanto no hay nada a qué volver.
Cierra la puerta, pasa la hoja, cierra el círculo. Ni usted será el mismo ni el entorno al que regresará será igual porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por usted mismo desprender lo que ya no está en su vida. Recuerde que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo…nada es vital para vivir porque cuando usted vino a este mundo llegó sin ese adhesivo, por lo tanto es “costumbre” vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy le duele dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero…cierre, clausure, limpie, bote, oxigene, despréndase, sacuda, suelte. Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!
(Paulo Coelho)

JUAN RINCÓN VANEGAS: SE LO MERECE, MI HERMANO…

COLUMNA CARCAJ


Del niño aquél que nació en la calle del Amor en Chimichagua queda todo. Incluso los relatos de brujas y hechiceras de su abuela María Leona. A pesar de que ha pasado el tiempo, cuando los recuerda, un par de lágrimas asoman tímidas y se les logra ver debajo de sus gafas veteranas.

Al igual se le palpa su miedo incurable cuando recuerda esas narraciones extraordinarias y vuelve a sentir las ganas apremiantes de ir por el mechón de luz a la cocina de palma y prenderlo para que las brujas no se lo lleven volando por el aire muertas de risa como le contaba su abuela que hacían con los hombres de su pueblo.


Juan Rincón Vanegas es de esos seres del que uno se siente orgulloso de que él nos cuente entre sus amigos porque va por el mundo con los brazos abiertos repartiendo cariño y afecto y contagiándonos de optimismo y alegría.


Juancho no sabe cuándo diablos terminó siendo locutor de “la voz del Higuerón” allá en la tierra de Camilo Namén, y desde ese momento no ha abandonado el micrófono ni siquiera cuando pasó por los periódicos más importantes de la costa y del país.


Departir con Juancho es aprender de todo un poquito. A veces olvida por un instante que es el Jefe de Prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, y entre chiste y chiste, entre cuento y cuento, suelta una estruendosa y contagiosa carcajada que retumba en todos los rincones de Valledupar, luego se rasca la garganta y dice serio: bueno, a trabajar!!


¡Cuántas anécdotas de sus más de 10 años de ser el animador oficial del Festival de la Loma, tiene Juancho!. Desde los días lejanos de julio cuando la tarima era una chaza de tractor hasta cuando con veredicto en mano era escoltado por la multitud hasta el baño para que no se volviera a orinar el pantalón comprado para la ocasión, y para que no hubiera trampa en la decisión del jurado. Eso estaba de más porque este pariente lejano de García Márquez tiene dos corazones en vez de uno y es la decencia en persona.


La Loma le rindió un merecido homenaje el año pasado en el marco de su cada año más posicionado festival. Entre otros reconocimientos que no lo han hecho cambiar para mal, sino que casi no habla de ellos, están cinco Sirenas Vallenatas y un Quinto Puesto hace pocos días en el reconocimiento que hace anualmente la Universidad Autónoma del Caribe a los mejores escritos. Ese es Juancho.


Juan Rincón Vanegas no olvida de dónde viene y eso es importante en quienes desean dar a conocer la cultura, los mitos y leyenda del pueblo que los han visto nacer.


En muchas ocasiones Juancho siente el llamado apremiante y angustiante de su pueblo y es entonces cuando deja todo a medio hacer y sale corriendo para allá. Lo respira, lo vive, lo almuerza, lo siente, lo goza y se devuelve feliz para Valledupar.

No sin antes tocarse con las manos la cadera y comprobar con alivio que el taburete hecho de cuero de vaca se quedó allá en la última casa donde le ofrecieron tinto y no lo lleva pegado detrás.

Pero otra vez se vuelve a palpar pero no, bueno…por si acaso…y piensa que la leyenda es solo eso: pura y física leyenda.


Y sigue caminando dándole la cara al sol y como buenos amigos que son, el astro solo se ensaña contra él para mamarle gallo…con sus 50 grados a la sombra allá donde la historia está escrita con carbón, incluso la que contará algún día que por esas tierras llenas de barro (y de personajes únicos como su amigo que es un santo vivo que hace milagros) transitaba un muchacho con la tambora al hombro cantando canciones en las noches de mala luna para espantar sus propios miedos y recibir con una sonrisa la aurora de Dios.


FABIO FERNANDO MEZA

“PARA MI COMPADRE CLAUDIO MENDOZA, ALLÁ EN LA PEÑA…”: DIOMEDES DÍAZ (*)

COLUMNA CARCAJ

“Mamá, dígale a Don Claudio que me haga el favor de prestarme esa plata que yo algún día se la pago y hace mercado y lleva pa’ la casa”. Era el muchacho Diomedes Díaz diciéndole a la señora Elvira, su madre, que hiciera esa diligencia porque estaba preocupado por la situación económica tan precaria de su casa, aunque él estaba en Valledupar tratando de abrirse caminos.


Ese favor, como tantos otros, antes y después, se los hacía el venerable Claudio Mendoza, que en esos tiempos difíciles de Diomedes, vivía en La Peña, Guajira. Y lo más admirable de su benevolencia era que ayudaba al futuro cantante sin siquiera saber si sería famoso, sin siquiera pensar que si algún día tendría cómo pagarle.


Fueron tantos, pero tantos los favores que don Claudio Mendoza le hizo a Diomedes, que él nunca tuvo cómo pagarlos y aquél nunca los cobró. Además, se negaba a recibir el pago.


Quizás por eso Diomedes Díaz siempre lo saludaba en sus grabaciones, porque era –para Diomedes- la única manera de pagarle de alguna forma todo lo que hacía don Claudio por él y su familia. Fue quizás la persona más importante en la vida de Diomedes Díaz porque hasta el final de sus días, don Claudio jamás miro a Diomedes como el ídolo del vallenato, como el famoso de multitudes. Para don Claudio, Diomedes era un muchacho como cualquier otro que a pesar del peso de su fama seguía llegando como llegaban muchos a la casa de don Claudio primero en la Peña y después en San Juan del Cesar: llegaba calladito y se sentaba a ver televisión sólo porque la familia se la pasaba en el inmenso patio cogiendo el fresco de la tarde y cuando alguno venía a la sala, veían a Diomedes ahí sentado como cualquier otro y se reía cuando la sorpresa lo dejaba con la boca abierta. Sólo don Claudio se daba el lujo de tener en la sala al cantante famoso del vallenato como cualquier cristiano.


En la primera canción donde don Claudio permitió que Diomedes lo saludara fue en “Lo que quiera” del álbum “Tu Serenata” de 1980. De ahí fue todo un rito en todas las siguientes grabaciones.


En 1987 cuando Diomedes volvía para San Juan, de por los lados del aserradero donde trabajaba el compositor Máximo Movil, con una canción que el cante fue a buscar, la canción no tenía nombre. Diomedes entró a la casa de don Claudio y la puso a sonar. Don Claudio le dijo: “póngala Ni Lo Intentes, compadre”. Y así se bautizó para el álbum “Incontenibles”


Era la única persona de la que Diomedes se dejaba regañar y a la que le atendía sus consejos. Muchos dicen que si don Claudio hubiera estado vivo cuando todo el problema que tuvo el cantante, todo hubiera sido más fácil para él. Fue quien lo reprendió fuertemente cuando a sus oídos llegó el rumor que el cantante estaba consumiendo droga.


Era tanta la fama que había adquirido este ganadero y comerciante que en la región la gente compraba los discos sólo para ver si Diomedes lo saludaba y en cuál canción. Por eso la vez que debido al trajín de la grabación y al olvido involuntario del cantante éste no lo saludó, la gente se agolpó en la puerta de la casa de don Claudio para preguntarle por qué no venía su acostumbrado saludo.


Semanas después, la gente de San Juan manifestó su resentimiento con Diomedes porque no había saludado al patriarca bondadoso, y ahí fue donde Diomedes se dio cuenta de su injusticia y más por pena que por otra cosa no se dejó ver de Don Claudio porque decía que no tenía cara para presentarse en su casa. Don Claudio, que no le paraba bolas a esas vainas, tuvo que llamarlo y decirle que no se preocupara, que se acordara que él le había pedido muchas veces que no lo saludara, cosa a la que Diomedes se negaba. Por eso en la grabación del disco siguiente, lo primero que hizo el cacique fue saludar a su venerable protector de aquellos tiempos difíciles y la gente de San Juan quedó contenta.


-Que aquí le mandan de Valledupar, Don Claudio- dijo alguien en la puerta de su casa que llevaba ocho llantas de repuesto para catapilas y un Toyota nuevo.

-¿Y quién manda eso, muchacho?-Preguntó don Claudio

-Un amigo suyo- dijo el emisario


Don Claudio, alma noble y desinteresada, se negaba a recibir semejante regalo y pensaba en devolverlo hasta que sus hijos y sus dos esposas lo convencieron al menos de que se quedara con las llantas de repuesto. Devolvió la camioneta.


Al rato lo llamó Diomedes y le preguntó si había recibido el regalito. A lo que don Claudio Mendoza le preguntó a qué se debía tanto regalo junto y el cantante le respondió que a él no se le había olvidado que había transformado su finca en Carrizal que antes era un peladero y se la había puesto a producir. Que la última vez que había ido se había demorado 2 horas buscándola y la tenía en sus narices pero como estaba tan cambiada y bonita ni el mismo cantante que era el dueño la reconoció. Cuando preguntó quien la había trasformado le dijeron que don Claudio Mendoza, el de la Peña.


Diomedes se sentía más humano cuando estaba en la casa de don Claudio en San Juan. Por lo general sus visitas terminaban en parrandas, donde todos tomaban whisky pero don Claudio sabía que a Diomedes no le gustaba en esa época y le compraba ron Tres Esquinas, su preferido, al que despachaba en dos tragos a pico de botella y pedía la otra.


Fue don Claudio que al verlo tan desordenado le sugirió que se volviera a unir con Juancho Rois y tanto jodió con esto hasta que ambos cedieron y se hizo la unión.


Por eso el día que la guerrilla mató en un retén al venerable benefactor de Diomedes, éste sintió que también le habían matado una parte de su alma y no volvió a La Peña y mucho menos a San Juan, porque ya no tenía amigos a quien visitar.

Aún hoy en día, Diomedes no soporta que le hablen de su amigo entrañable porque una lágrima recorre su mejilla. No ha podido supera su muerte.


Diomedes no olvida a aquella persona que jamás quiso que le devolviera todo lo que le había prestado cuando él no era nadie, cuando Diomedes no valía un carajo. Era a la única persona que cuando llegaba a visitarlo a su casa de Valledupar Diomedes le cocinaba personalmente, porque era don Claudio quien estaba allí; además le decía que escogiera cualquiera de los carros que había en el garaje y se los llevara. Don Claudio nunca quiso.


Poco antes del asesinato de don Claudio Mendoza, Diomedes fue a visitarlo a San Juan y en plena parranda le dijo a la esposa del patriarca sin saber que sería la última vez que se veían: “Comadre, a mi compadre Claudio hay que cogerle buena cría, porque hombres como este Caracolí ya no vienen…”


FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com


(*) Gracias muy especiales al otorrinolaringólogo Dandis Mendoza, ahijado de Diomedes Díaz e hijo de Claudio Mendoza, por compartir estas anécdotas conmigo al momento que estamos escuchando “Mi Compadre Se Cayó”, del álbum “Título de Amor”, una de las tantas canciones donde su padrino saluda a su padre.

martes, 27 de abril de 2010

UN ÁRABE NACIDO EN SAN FERNANDO QUE CONVERSABA SABROSO

COLUMNA CARCAJ

Yo me consideraba su amigo. No sé si él se consideraba amigo mío. Pero siempre hubo una relación basada en el respeto y estimación. Mis recuerdos viajan a través del tiempo y me ubican en su corral de chivos y su corral de ganado que estaba detrás de su casa, en lo que le dicen El Barranco. Allá iba yo cuando niño, de mañanitas a tomar leche caliente. Era la época en la que mis padres me llevaron a vivir en una esquina de la plaza de la iglesia en la casa de la señora Isabel Lamar, frente de la casa de la señora Nelly Caballero. Él vivía al otro extremo de esa plaza en la calle La Albarrada, de mi pueblo, San Fernando, Magdalena.

Tiempo después nos volvimos a tropezar en la calle y me dijo: “He leído artículos suyos en el periódico, vaya por la casa para contarle historias del pueblo y de algunos personajes para que las nuevas generaciones no olviden su origen”.

Así que de noche, cuando estaba de vacaciones, me iba para su casa y ya él estaba esperándome sentado en una mecedora, en la puerta de la casa, bajo el palo de naranjuelo y a su lado una silla vacía. Le aprendí mucho en esas extensas horas de charlas. De hecho en casi todos mis relatos siempre va un pedacito de las historias de él.

Este sanfernandero como buen árabe era excelente comerciante y lo descubrió desde los tiempos que después de casarse se fue para la finca paterna “El Iris” a colar almidón para venderlo. Ya antes había sido vendedor de yuca en Santa Ana, a donde su padre lo mandaba a sus escasos 12 años montado en un burro cargado todas las madrugadas.

Dicen que nunca tuvo hijos. Pero yo creo que todos los que por alguna razón nos tropezamos con él nos sentíamos sus hijos por su carisma y su manera paternal de tratar.

Antes de vivir definitivamente en su casa ubicada a un costado de la plaza de la Iglesia que le compró al señor Carlos Indaburo, también lo hizo en las casas prestadas del señor Eduardo Jiménez, donde la señora Benedicta Galindo (donde vive actualmente Tomás Polanco) y en la finca “El Iris”.

Lo que siempre admiré de él fu su memoria prodigiosa y la manera cómo relataba los hechos porque parecía que los volvía a vivir cuando los contaba. Era el historiador de San Fernando. Hasta fue alcalde de Santa Ana y eso es mucho decir para un pueblo que nunca ha gustado del nuestro.

Este honorable personaje se le midió a todo e hizo de todo. Siempre estuvo en primera fila en cuanto a la búsqueda de soluciones para los diferentes padecimientos del pueblo.

Precisamente, en una de nuestras tantas conversaciones, me decía que estaba en una ocasión en Santa Marta con el fin de pedir ayuda al Gobernador para que arreglara el problema del agua. Entre la comitiva estaba el señor P.M y cuando se subieron al ascensor de la Gobernación, este señor P.M, antes de bajarse en el último piso le dijo al ascensorista: “Este aparato corre rápido, ¿por cuánto nos lleva a San Fernando?

Creo que ha dejado un vacío que nadie llena. Era una persona íntegra, amante de la buena política, de conversar, de discutir, de leer incansablemente.

Como todo personaje importante este caballero que nació en la casa donde vive actualmente Roberto De Armas, de madre Sanfernandera y padre Sirio, fue muchas veces mal tratado, calumniado y odiado. Pero la mayoría respetábamos, admirábamos y queríamos al señor que cuando niño junto con su hermano José Ramón, le cogían las tortas de casabe a la señora Herlinda Jiménez, cuando se descuidaba de vigilar su tienda inmensa, luego para quedar en paz con sus almas, le iban a comprar dos botellas de chicha para pasar el torozón del casabe.

Aún retumba en mi mente su risa contagiosa de la última anécdota que me contó: “Para una fiesta patronal, el señor J.L, salió a parrandear y le gustó una muchacha muy bonita. El señor J.L le dijo que deseaba acostarse con ella. Ella le pidió mucha plata. A lo que el señor J.L le respondió indignado: Tú tienes el tambor roto la de mi casa también lo tiene ‘rompío’, mejor voy a mi casa y toco el mío”

Padecía durante los últimos años una enfermedad terminal. La última vez que lo vi fue en diciembre para el matrimonio de una de las tantas personas que ayudó a sobrevivir en su casa, ‘a criar’, como se dice por allá. Al saludarlo me dijo que este año me iba a sorprender la noticia de su muerte. Yo le dije que no se podía morir todavía porque nos quedaban cosas por conversar. Al despedirme me haló por el pantalón diciéndome: “Fallito, si algún día escribe sobre mí, lo único que quiero que diga es que Yolis Ospano Yacub Fuentes amó a este pueblo”. Paz en su tumba.

FABIO FERNANDO MEZA

Medellín, Septiembre de 2009

martes, 20 de abril de 2010

ENFRENTE SUS MONSTRUOS

COLUMNA CARCAJ

Cuánto ha crecido. Ya no tiene temor de caminar sin ayuda como en aquellas ocasiones cuando había que arrastrarle el taburete para que se animara a hacerlo. Fue, quizá, su primer monstruo. Lo venció.

Hoy brinca, salta, ríe, llora…mañana le dará pena. Hemos pasado poco tiempo juntos pero lo hemos aprovechado aprendiendo el uno del otro. Aunque él no lo crea me ha enseñado y muchas veces por el mandato celestial que tiene me desarma con algún detalle, con alguna palabra, con algún abrazo y debo claudicar.

He logrado algo que parecía imposible: que me escuche. Y más aún: que lo practique a cada rato. Me ha escuchado cuando le digo que hay que levantar la cabeza y mirar más allá, que debe saborear el acto simple de saludar a todo el que se encuentre por su camino así no obtenga respuesta, que regale una sonrisa, que nunca diga ‘yo no puedo’, que destierre la pereza y la timidez, que sea él, que no sea híbrido de nadie, que muera al pie de su palabra y no mienta, que se dé el lujo de tener un millón de amigos…

He logrado que crezca física, mental y espiritualmente apoyado en esas columnas, en esos valores. Pero a veces la sociedad se encarga de borrar en un segundo lo que a uno le cuesta toda una vida. Y más cuando son niños que tienen rezagos de su reacomodamiento hormonal.

Por eso hoy deseo decirle que recuerde tantas cosas, tantos consejos, tantas sugerencias, tantas voces de consuelo, tantos abrazos de felicitaciones y palabras de orgullo cuando esté tentado a caer.

Hijo: enfrente sus monstruos. Esos que ya no lo atacan en la oscuridad sino los que le pueden llegar a atormentar el alma a plena luz del día. Esos que encadenados al miedo quieren que usted los arrastre por siempre. Usted no pude ni debe ni tiene por qué llevar esa carga y menos toda la vida. La codicia no tiene lugar en usted porque sé que en estos momentos la está sacando fuera como un estornudo. La venció. Lo sé. La hipocresía es un monstruo de mil cabezas, hijo, no se deje tentar por su azúcar amargo. El chisme debe tenerle pánico a usted porque sabe que usted es un guerrero que enfrenta todo lo que lleve al desespero a la soledad y al caos. Recuerde que la espada para su lucha es su corazón transparente y amoroso; su caballo guerrero su convicción y su carácter; el himno de su victoria es una plegara al Dios vivo. El monstruo de la soberbia a veces se junta con el del orgullo para vencer más rápido y fácil. No se deje. A usted no le da la gana de verse tendido en el suelo y menos pidiendo misericordia a seres repulsivos que dan ganas de vomitar de solo mirarlos. Recuerdo la vez que derribó de una trompada al monstruo del egoísmo. Parece que fue ayer.

Mire que ya le brillan los ojos, cómo se crece su sonrisa, su rostro resplandece como una luz divina, su mano es firme al saludar, sus pasos son decididos. ¿Sabe por qué? Porque usted es un vencedor. Y así como enfrentó y venció a esos monstruos que no lo dejaban ser ni hacer puede vencer los que lo acechan cada día. Usted puede. Hace tiempo, pero mucho tiempo usted tiene derecho a tomarse todas las Pony Malta que quiera. Porque esa bebida es para personas como usted: para campeones.

Hijo, sólo para campeones. Usted lo es. Y lo más importante: me siento orgulloso de tenerlo, de aprenderle, de que a veces sea usted quien me diga: Hey, por ahí no es, rectifica el camino. Porque los padres olvidamos que los hijos son los mejores maestros del mundo.

Manuel: un abrazo bien sincero como usted, para usted. Salúdeme a Batatal y a su tía Isyo. Ya amaneció… Arriba campeón porque hoy es su día!!.

FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com

viernes, 16 de abril de 2010

A MI INOLVIDABLE MAÍTA...CON TODO EL CORAZÓN

COLUMNA CARCAJ

Tantas, pero tantas son las cosas que ha hecho por mí y nunca le he dado las gracias. No porque no las merezca si no porque pienso erróneamente que está demás, o que ya lo sabe que le estoy agradecido así no se lo diga.

Pero hoy que la nostalgia me ha puesto sentimental debido a que abrí su puerta falsa y la lejanía me hace recordar situaciones pasadas con ella que en ocasiones me han arrancado más de una lágrima y que cuando estoy allá no les doy importancia, me encuentro recordando esos momentos pasados a su lado.


A veces, no nos damos cuenta de que las personas que tenemos la dicha de conservarlas a nuestro lado merecen siquiera una sonrisa en señal de agradecimiento y como gratificación por lo mucho que hacen por nosotros y eso no lo hacemos. A veces, nos habituamos tanto a su dedicación sin sosiego que pensamos que es su obligación y creo que no hay derecho a pensar así. A veces, no valoramos al ser que sin esperar nada a cambio nos regala sus mejores años. A veces, no comprendemos que para ese ser somos los mismos niños inquietos y traviesos que se merecen tres pencazos en las nalgas así tengamos la cara adornada de barba y de bigote. A veces, nos molesta su cantaleta de que nos portemos bien y tenemos que salir corriendo cuando se le acaba la paciencia y coge una astilla de leña de debajo del fogón y nos la lanza sin alcanzarnos, por fortuna, diciendo que “ese muchacho de los diablos me tiene hasta aquí”, señalándose la parte superior de la frente con el dedo índice de su mano izquierda. Pero enseguida nos miramos y soltamos una sonora carcajada y todo queda olvidado. A veces, no nos da la gana de entender el mensaje cifrado que nos envía cada día con su amor y sacrificio, y es tan sencillo, que lo único que dice es que seamos personas de bien y que desea para nosotros siempre lo mejor.


Lo triste es que en muchas ocasiones no notamos la ceniza en su pelo, su lento caminar y su nostalgia por aquellos viejos tiempos felices que ya no volverán y ellas se sumen en una horrible soledad y necesitan de nuestro abrazo, de nuestras palabras dulces…


Nunca le hemos dicho que nos preste su corazón para nosotros poder hablar de amor, que nos preste su sabiduría para poder dar perdón, que nos preste su experiencia para poder levantar la voz, que nos silbe aquella melodía de la felicidad para nosotros entonar también esa linda canción.


Pero cuando lejos de tu casa te enfermas, o estás triste como lo estoy yo en estos momentos, deseas con todas las fuerzas de tu corazón, que esté a tu lado una de las millones de señora Rita que hay en el universo para que siquiera nos regale una desagradable limonada caliente, y nos obligue con su dulzura a tomárnosla todita "para que te puedas curar rapidito", dirían.


Yo no estoy todavía seguro si me curan los baños de agua de tantas hojas revueltas cada vez que me enfermo o la devoción que le pone la señora Rita a todos y cada uno de los actos de su vida.



Hoy que estoy lejos de su casa y pensando en esos momentos por los que he pasado y de los que ella muy humildemente me ha rescatado, deseo que ojalá siga confiando en su intuición de mujer y le siga haciendo mofa a la ciencia, no importa que yo haga parte un poco de ella. Le estoy muy agradecido.


La próxima vez que vaya al pueblo, lo primero que le voy a regalar a la señora Rita cuando con su voz emocionada me pregunte ¿qué me trajo de su paseo?, es un abrazo bien fuerte que pague los que le he dejado de dar en tanto tiempo y decirle lo que la gran mayoría de personas como yo no hacemos con esos seres tan especiales, decirle: Señora Rita gracias por existir en mi vida, la amo, la llevo en lo más profundo de mi corazón y la extraño mucho.



No quiero terminar esta crónica sin decir cuatro cositas: Primero, deseo darle las gracias a Dios por mi señora Rita, por su señora Rita y por todas las señoras Rita sinceras, abnegadas y amorosas del mundo. Segundo, que la señora Rita es una grande y noble mujer. Tercero, que a la abuela más abuela quiero en estas líneas darle hoy más que nunca, mis más sinceras gratitudes y decirle que cien vidas no me alcanzarían para pagarle todo lo que me ha inculcado. Y cuarto, que tengo el gran honor de ser su nieto.


FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com

domingo, 11 de abril de 2010

UN SOBRE PARA UNA CARTA, POR FAVOR

COLUMNA CARCAJ

Todo se lo está llevando cogido por los cabellos la tecnología y lo deja tirado en cualquier rincón. Cada día es más difícil encontrar elementos que antes nos eran tan familiares y se conseguían casi silvestres.


Antes, por ejemplo, se arrancaba una hoja de cuaderno y se escribía de nuestro puño y letra cartas extensas de amores prohibidos, luego se iba a cualquier tienda se compraba un sobre y se enviaba. Así de fácil era.


Hoy nos da pereza coger un lapicero y escribir. Los abuelos que no sabían escribir y necesitaban hacerlo a sus familiares buscaban a los estudiantes o a los profesores para que les hicieran ese noble favor. Yo aprendí a redactar cartas porque se las escribía a quienes no sabían hacerlas. Todo eso acabó porque ahora hasta el acto sencillo y sublime de escribir a mano está en vía de extinción ya que todo ahora se lo dejamos al computador, cosa que antes habíamos intentado con relativo éxito con la máquina de escribir. Con ella como que hubo empate técnico. Pero el computador sí le está ganando la partida al acto de escribir a mano y nuestra pereza, feliz.


Ya nadie escribe cartas, al menos manualmente. Ahora esas confesiones se hacen por medio del teléfono celular o por Internet. Esas cartas electrónicas no tienen corazón porque el computador baila al son que le toquen y el teléfono dice lo que quiere y no lo que debe.


Las cartas de amor antes se escribían con sangre y con lágrimas como prueba del arraigo que había tenido ese sentimiento entre quienes se escribían. Incluso le incluían en el sobre pétalos de rosas fragantes y hasta mechones de cabellos perfumados.


No sólo se escribían cartas de amor. También papelitos diciendo “que si me hace el favor de mandarme el encarguito que lo necesito para completar el almuerzo…” O para terminar una amistad. “ahórrese el trabajo de llamarme su amigo…”


Nada de eso existe hoy. Y lo he sentido en carne propia cuando me he puesto a escribir una carta. Primero me resultó difícil conseguir una hoja tamaño carta con sus renglones verdes y bien delineados. La escribí. Pero terminé con un cansancio impresionante en la muñeca peor que en las clases de la Universidad, que dicho sea de paso, también se escribe poco. Aquí tengo la carta y no he podido enviarla porque no he podido conseguir un bendito sobre para meterla.


En las partes donde he preguntado por los sobres para cartas me dicen que ya no vienen porque no es rentable. No se venden. Incluso, pregunté por aquél sobre de bordes rojos y azules que decía “Por Avión” y nadie me supo dar razón. Me mandaron a las empresas de mensajerías que allá venden sobres grandes de Manila pero no los de cartas.


Por Internet encontré un aviso que me llamó la atención. Dicho aviso decía, entre otras cosas, que escribiera en una hoja de carta un deseo pero al final decía: métalo en un sobre de carta y envíelo al Apartado Aéreo… ¿existen los apartados aéreos todavía?


Si no consigo el sobre de carta en la tienda de la Señora Hortensia, en San Fernando, Magdalena, es porque de verdad estamos mal, si se tiene en cuenta que es la más antigua de mi pueblo, donde hasta hace poco se conseguían cosas raras como una vela de cebo, manteca negra, mentolín, clavos de comer y otras rarezas como el aceite de ricino, manteca de pescado, piedras de afilar, pastillas vick, un cuarto de panela, cien pesos de tabaco y cuatro onzas de azúcar…


Qué hermoso era escribir con el corazón en la mano con un lapicero de tinta roja una carta confesándole a una mujer hermosa todo lo que nos estaba ahogando el corazón, y de vuelta se recibía una carta con un párrafo donde ella decía que lo iba a pensar, sólo para que el enamorado le volviera a escribir y al final pintara dos corazones unidos entre sí con la leyenda Tu y Yo.


A veces uno quisiera que lo atropellara la tecnología para volver a coger un lápiz, tomarnos el trabajo de sacarle punta y escribir cartas así no haya sobres para enviarlas allí no más a la casa vecina.

viernes, 9 de abril de 2010

¡QUÉ MAL PERDEDOR...!

COLUMNA CARCAJ

Parece un niño. No. Es un niño. Y peor: un niño ‘malcriado’. Hace pataletas para que le den todo lo que desea. Y como todo egocéntrico que se respete es mal perdedor.

Hace reglas pero para que otros se sometan a ellas porque él se piensa y se siente superior al más superior de los mortales. Se lo merece todo. Eso cree él. Ha inducido a personas honorables a no cumplir su palabra sólo porque él no cumple la suya y deben emularlo. Es su filosofía.

Después que se toma el tetero y se informa de todo lo que produce su ego trasnochado sonríe y después se queda dormido acariciando el daño que produce cada vez que queda satisfecho de sus hazañas tristes y decepcionantes.

Se da el lujo de presumir que es el primer imberbe que ha ocupado un alto cargo. Pero no dice que para él fue un laboratorio de experimentos donde de pronto algún día por serendipia apareciera un milagro que tuviera por siempre y para siempre su triste sello personal. Nunca apareció esa serendipia.

Él no escucha razones. Sólo se escucha él. Y los errores de su pensamiento aplicado al campo agropecuario que lo paguen los contribuyentes. Dicen los expertos que sus terquedades en ese campo económico serán superadas en 30 años. Pero a él parece no importarle. Al fin y al cabo es un tecnócrata primo hermano de las estadísticas y de los gráficos.

No acepta que se le señale, que se le indague por haberse equivocado. Desea que todo se le acepte sólo porque él es él y punto.

Este niño se sometió a reglas claras y participó en una consulta abierta de su fraccionado partido y ayudó a moldear algunas condiciones que sólo lo beneficiaban a él porque para él la palabra derrota no existe. Perdió.

Y como mal perdedor brincó, saltó y pataleó (todavía sigue). Si fuera costeño sus padres le hubieran dado un par de abarcazos en las nalgas y se le hubiera acabado la vaina. No se ha sometido a las reglas. Eso es para otros. Y lo peor de su bipolar comportamiento y de resentido y de andar haciendo pucheros es que no sólo ha esquivado su obligación de perdedor sino que con su actitud fracciona más y más al ya fraccionado partido al que dice pertenecer.

Colombia no necesita niños consentidos ni mimados para que la guíen. Necesita personas humildes que puedan hablar de todos los temas porque lo han padecido o lo han estudiando y saben cómo solucionarlo.

Colombia no necesita a personas que salgan corriendo a esconderse debajo de la cama de la casa del Ubérrimo a la menor provocación de un vecino, o que llore porque algo grave suceda en su hipotético mandato y le pida a la muchacha de servicio que le haga el favor y lo solucione ella.

Colombia no necesita a un gobernante que se orine los pantalones del susto cuando le digan que no hay luz en el baño del palacio presidencial porque se quemó el bombillo.

Colombia necesita líderes que honren su palabra como el gallero. Que mueran al pie de su promesa como el guajiro. Que una a la nación y no que la divida cada vez que tenga hambre y chille porque la leche está muy caliente o está muy fría; porque hace demasiado calor o demasiado frío; porque en la foto oficial el perfil no le favorece…Si hubiera ganado…¿gobernaría al país como lo hizo con el ministerio?. Dios sabe como hace sus cosas…

FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com

miércoles, 7 de abril de 2010

LAS CANCIONES GANADORAS DEL FESTIVAL VALLENATO DUERMEN EL INJUSTO SUEÑO DEL OLVIDO.

COLUMNA CARCAJ

Dentro de las diferentes competencias que existen en el festival que se realiza en el marco de la recreación de La Leyenda de los Indios Tupes en Valledupar, está el concurso de la canción inédita.


Este concurso, como otros, no arrancó con el primer festival. Fue creado en el camino del evento precisamente para darles la oportunidad a tantos compositores que se inspiran en el paisaje, en la mujer, en las costumbres, en los amigos, en las añoranzas.


La Fundación que realiza año tras año el festival nunca ha hecho nada para que tantas canciones que han ocupado el primer lugar en esa competencia sean grabadas por los grupos vallenatos y el mundo sepa de ellas. Mucho menos han hecho nada para mostrar las que ocupan el segundo o el tercer lugar.


Sólo hasta 1988 fueron grabadas la mayoría de las canciones que hubieran ganado el primer lugar desde 1969. Pero, por ejemplo, la canción Nació mi Poesía, fue relegada al segundo lugar en 1981 y después por medio de un decreto (¡¿?!) fue ascendida al lugar que le correspondía.


Desde ese 1988 para acá salvo la canción de Emiliano Zuleta ganadora del Rey de Reyes (grabada por su propio grupo en 1997, de lo contrario todavía estuviera esperando) todas duermen el sueño del olvido.


Pero también es cierto que algunas canciones son hechas exclusivamente para presentarse al Festival Vallenato, y si ganan o son relegadas a segundos lugares no dan la oportunidad de grabarlas porque no son universales.


A quien hay que darle el mérito de desenterrar canciones que fueron relegadas injustamente a lugares secundarios sin razón, es al cantante Jorge Oñate. Las ha grabado y las ha convertido en clásicas y gracias a él son conocidas. (O si no que lo diga Santander Durán Escalona, con su canción Ausencia, que fue degradada a lugares secundarios sin saber por qué y hoy es un lindo clásico vallenato. O la canción Abrazo Guajiro, del desaparecido Carlos Huertas, que no quedó siquiera entre las premiadas y hoy es un referente dentro del vallenato. Sólo por hablar de éstas)


Yo creo que un compositor que se gane en franca lid el primer lugar en canción inédita en el Festival Vallenato también aspira a escuchar su canción en la voz de algún grupo para difundirla más, para que la conozcan más.


Debe haber una especie de convenio entre la fundación que preside el festival y las diferentes casas disqueras, las grandes, las chiquitas, las independientes, para que sea un imperativo ir desempolvando estas reliquias y mostrarlas al mundo desde las primeras que no han sido grabadas hasta la que ganó en abril pasado.


Ojalá esto se dé. Y no olvidar por ningún motivo las canciones hermosas que ocupan los honrosos segundos y terceros lugares. Ya es hora de que La Fundación haga algo en pro de estas canciones las mayorías tiradas en el rincón del olvido.


Aunque todas estas canciones se arreglan de tardecita, se visten con su mejor prenda, no necesitan maquillaje porque son hermosas, sacan un taburete y se sientan en la puerta de la calle esperando que pase algún cantante y les pique el ojo.


Algunas estarán un poco desesperadas porque pasan de los cuarenta y nada de pretendientes; otras, abrigan la esperanza de ser conquistadas y salir del anonimato.


Desafortunadamente sin la ayuda de los cantantes, de La Fundación y del compositor, será imposible escuchar esas canciones algún día. De saber que existen, que están ahí.


Uno se pregunta ¿por qué a las primeras canciones ganadoras del concurso sí las grabaron? Parecía una norma no impuesta pero de obligatorio cumplimiento y todo artista que se respetara traía en su disco una canción ganadora del festival. Hoy no.


Si hay alguien que se lucra del festival son precisamente los grandes grupos vallenatos, y por qué no hacen esa obra de caridad de grabar siquiera una canción de por medio en cada CD que lancen al mercado. A lo mejor ahí en los archivos de La Fundación está escondido el éxito que hace tiempo le es tan esquivo a algunos llamados “grandes del vallenato”.


Señores de La Fundación Festival de Leyenda Vallenata ¿van a dejar morir en el olvido tantas canciones? ¿Es que no piensan hacer nada? ¿Entonces para qué carajos hacen un concurso que mata a la canción apenas gana? Deben hacer algo más aparte del premio en efectivo, la placa de reconocimiento y la fotografía de rigor. Eso no debe terminar allí.


Qué maravilloso sería volver a leer en los créditos de las grabaciones lo que se leía antes: canción ganadora del primer lugar, o segundo o tercero, en el festival tal.


Porque esta indiferencia no sólo la viven las canciones que han ganado los primero lugares en el Festival Vallenato. En todos los festivales de acordeón que se celebra pasa igual. Y nadie hace nada. Nadie dice nada.


Hombe, si una canción ha quedado en el podio algo bueno debe tener, y si le ha gustado al público asistente que es tan exigente también debe gustarle a todos cuando la escuchen grabada y con buenos arreglos.


Señores cantantes, hay que rescatar de las garras del anonimato a tantas chicas lindas. Hay que ir por ellas, invitarlas a salir, conocerlas más, preguntarles si son paseos, merengues sones o puyas, quién es su papá, si quisieran ser novias y grabarlas en matrimonio.


Ellas están ahí esperando, y si La Fundación no les da permiso de salir ellas se vuelan a media noche por la cerca del patio para verse, por ejemplo, con Poncho Zuleta, para que haga con ellas lo que le dé la gana.


FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com