viernes, 16 de abril de 2010

A MI INOLVIDABLE MAÍTA...CON TODO EL CORAZÓN

COLUMNA CARCAJ

Tantas, pero tantas son las cosas que ha hecho por mí y nunca le he dado las gracias. No porque no las merezca si no porque pienso erróneamente que está demás, o que ya lo sabe que le estoy agradecido así no se lo diga.

Pero hoy que la nostalgia me ha puesto sentimental debido a que abrí su puerta falsa y la lejanía me hace recordar situaciones pasadas con ella que en ocasiones me han arrancado más de una lágrima y que cuando estoy allá no les doy importancia, me encuentro recordando esos momentos pasados a su lado.


A veces, no nos damos cuenta de que las personas que tenemos la dicha de conservarlas a nuestro lado merecen siquiera una sonrisa en señal de agradecimiento y como gratificación por lo mucho que hacen por nosotros y eso no lo hacemos. A veces, nos habituamos tanto a su dedicación sin sosiego que pensamos que es su obligación y creo que no hay derecho a pensar así. A veces, no valoramos al ser que sin esperar nada a cambio nos regala sus mejores años. A veces, no comprendemos que para ese ser somos los mismos niños inquietos y traviesos que se merecen tres pencazos en las nalgas así tengamos la cara adornada de barba y de bigote. A veces, nos molesta su cantaleta de que nos portemos bien y tenemos que salir corriendo cuando se le acaba la paciencia y coge una astilla de leña de debajo del fogón y nos la lanza sin alcanzarnos, por fortuna, diciendo que “ese muchacho de los diablos me tiene hasta aquí”, señalándose la parte superior de la frente con el dedo índice de su mano izquierda. Pero enseguida nos miramos y soltamos una sonora carcajada y todo queda olvidado. A veces, no nos da la gana de entender el mensaje cifrado que nos envía cada día con su amor y sacrificio, y es tan sencillo, que lo único que dice es que seamos personas de bien y que desea para nosotros siempre lo mejor.


Lo triste es que en muchas ocasiones no notamos la ceniza en su pelo, su lento caminar y su nostalgia por aquellos viejos tiempos felices que ya no volverán y ellas se sumen en una horrible soledad y necesitan de nuestro abrazo, de nuestras palabras dulces…


Nunca le hemos dicho que nos preste su corazón para nosotros poder hablar de amor, que nos preste su sabiduría para poder dar perdón, que nos preste su experiencia para poder levantar la voz, que nos silbe aquella melodía de la felicidad para nosotros entonar también esa linda canción.


Pero cuando lejos de tu casa te enfermas, o estás triste como lo estoy yo en estos momentos, deseas con todas las fuerzas de tu corazón, que esté a tu lado una de las millones de señora Rita que hay en el universo para que siquiera nos regale una desagradable limonada caliente, y nos obligue con su dulzura a tomárnosla todita "para que te puedas curar rapidito", dirían.


Yo no estoy todavía seguro si me curan los baños de agua de tantas hojas revueltas cada vez que me enfermo o la devoción que le pone la señora Rita a todos y cada uno de los actos de su vida.



Hoy que estoy lejos de su casa y pensando en esos momentos por los que he pasado y de los que ella muy humildemente me ha rescatado, deseo que ojalá siga confiando en su intuición de mujer y le siga haciendo mofa a la ciencia, no importa que yo haga parte un poco de ella. Le estoy muy agradecido.


La próxima vez que vaya al pueblo, lo primero que le voy a regalar a la señora Rita cuando con su voz emocionada me pregunte ¿qué me trajo de su paseo?, es un abrazo bien fuerte que pague los que le he dejado de dar en tanto tiempo y decirle lo que la gran mayoría de personas como yo no hacemos con esos seres tan especiales, decirle: Señora Rita gracias por existir en mi vida, la amo, la llevo en lo más profundo de mi corazón y la extraño mucho.



No quiero terminar esta crónica sin decir cuatro cositas: Primero, deseo darle las gracias a Dios por mi señora Rita, por su señora Rita y por todas las señoras Rita sinceras, abnegadas y amorosas del mundo. Segundo, que la señora Rita es una grande y noble mujer. Tercero, que a la abuela más abuela quiero en estas líneas darle hoy más que nunca, mis más sinceras gratitudes y decirle que cien vidas no me alcanzarían para pagarle todo lo que me ha inculcado. Y cuarto, que tengo el gran honor de ser su nieto.


FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com

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