lunes, 18 de abril de 2011

EL PAPÁ DE LOS AMIGOS

No es terquedad. Es su esencia sanfernandera la que no deja que por medio de una intervención quirúrgica le saquen el acordeón, la caja y la guacharaca que tiene desde antes de nacer sembrado en su corazón callejero. El tiempo quizás haya pasado despiadadamente por todos los que tenemos el honor de contarnos entre sus amigos pero no pasa para él.

Porque todas las madrugadas sigue pidiendo su café tinto acompañado con un vallenato viejo para poder comenzar el día feliz y encantado de la vida. Es que de lo contrario, nada le sale, y todo le hiede, y cuando está a punto de enloquecer se da cuenta del motivo de su mal genio, entonces pega un grito y le llevan el café y le ponen “el estudiante pobre”, que alguna vez grabara Poncho Zuleta y va resurgiendo de sus cenizas, listo a conquistar a todo lo que se le atraviese y se pone en paz consigo mismo gracias a los efluvios milagrosos de la bebida caliente y del vallenato sin comparación.

Siempre tiene a la mano un cuento y una carcajada para regalar. Como anfitrión no tiene igual y se desvive para que sus paisanos, aquellos que se aventuran a ir por allá por esos “otros países como Santa Marta”, se sientan como los “Cachacos de las Europas”: bien tratados y bien atendidos.

Sus hermanos siempre lo han envidiado y en una que otra ocasión muestran una especie de celos, ya que los hijos de esos hermanos siempre corren para donde él a contarle sus querellas, secretos, hasta para preguntarle cómo se enamora a una hermosa mujer, y en eso él sí que tiene repertorio y experiencia, sus decepciones amorosas y todo que no se le pude contar a nadie. Pero a él sí. Incluso, hasta las sobrinas lo buscan para que las aconseje. Y muchos de ellos fueron “criados” por él, así que ya se imaginarán porqué son mujeriegos, parranderos y buena gente.

Es el mismo todavía. La única diferencia sería, tal vez, que ya no está la señora Primitiva Meza, su madre, para que le espante a toda esa cantidad de mujeres con la escoba de barrer el patio como lo hacía ayer y al menos lo dejaran desayunar tranquilo, carajo…

Bueno y tampoco para fortuna de él están sus hermanas para robarle aquella prenda en forma de pañuelo que ellas usaban en esa época para los periodos menstruales y él se ufanaba de ser el único en secarse el sudor en los bailes con semejante toalla, hasta que una de ellas se quejó que se le estaban perdiendo y su mamá se las encontró en el bolsillo derecho del pantalón largo que le habían comprado cuando cumplió la mayoría de edad. (Menos mal que yo no soy así de hazañoso y no ando con los bolsillos llenos de pañuelos…)

“Parece un doctor”, me dijo alguna vez mi papá cuando le pregunté por él. Pero mi papá mucho tiempo después rectificó: “es un doctor”. Esto fue por la época en que era el Gerente General de una famosa droguería en Santa Marta e iba al pueblo vestido de blanco y las personas sacaban banderas a la puerta para saludar a tan ilustre personaje.

Todo el mundo en el mercado de Santa Marta lo conoce y jamás le ha negado un favor a nadie. Hasta a los que viven en la calle los ayudaba y todo por culpa del acordeón, la caja y la guacharaca que lleva en el corazón. Y muchas veces se los lleva a dormir a su casa que está en pleno centro de esa ciudad encantada, donde a veces se calza de abarcas para recordar aquellos tiempos cuando lo hacía correr la bruja en la calle la Albarrada de San Fernando, junto con su inseparable “Compae Camacho”
Hoy, desde lo más profundo de mi ser deseo enviarle un abrazo así de grande como “la canal de la Tía Hilda Carreño”, y confesarle que he aprendido a ser más persona, más humilde y más Meza, a conocerme más a confiar en mi talento, gracias a él.

Y eso por no mencionar a una de las tantas sobrinas del Profesor Caamaño, cuando alguna vez desprevenidamente yo hablaba de él y ella escuchó, entonces yo le pregunté que si lo conocía y ella con un brillo de felicidad en sus ojos y llena de recuerdos me respondió:
“Es y será el hombre de mi vida”.

Para este amigo de sus amigos un saludo lleno de sinceridad y de aprecio allá en ese territorio de donde no lo saca nadie: su hamaca

Y gracias a él he aprendido que a la vida no se le puede tomar demasiado en serio, que ella comienza es mañana, que hay que disfrutarla, gozarla, mamarle gallo, brincar y saltar para algún día llegar a ser lo que él es: el papá de los amigos. Para llegar a ser una persona llena de virtudes, pero sobre todo llena de cariño para regarle a todo lo que huela a San Fernando. Y no sólo es el papá de los amigos, sino de su millón de sobrinos que lo quieren, lo respetan y lo admiran, tanto como yo…Ese es Juancho Ruiz Meza, el sanfernandero a quien queremos toditos

FABIO FERNANDO MEZA

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