martes, 5 de abril de 2011

EL MUNICIPIO DE SANTA ANA SÍ EXISTE

A veces uno cree que no. Pero sí. Ahí está ese largo, ancho y sufrido municipio sembrado en los confines del sur del departamento del Magdalena, lleno de olvido pero también de personas que se les ve la esperanza floreciéndole en la cara cada mañanita a pesar de todo.

Cuántas veredas perdidas en su propia historia. Cuántos pueblos que naufragan en su presente incierto y el exterminio de sus montañas y de sus fuentes de agua no nos arrugan de dolor el corazón. Pero ahí está Santa Ana.

Ahí está Santa Ana despertándose cada día más temprano para tratar de engañar al tiempo y al sol inclemente con sus cincuenta grados para que la pobreza y la desilusión nos coja bien parados y con todos los oficios ya hechos y así poder pelear y vencerlos. Todo no es tragedia. Como buenos habitantes de este municipio se le pone buena cara a todo, incluso a los políticos que prometen y prometen sin cansancio ni vergüenza.

Cuando el verdor de su sabana duele en los ojos, cuando la palidez de la tierra nos recuerda que llegó el verano, cuando el río busca en el patio de las casas su cause ya perdido, cuando cada pueblo que lo conforma le regala un día a su santo patrono, cuando se logra ver a los muertos en una esquina oscura tratando de adivinar lo que les pasó y ya no están jugando sus interminables partidas de dominó, cuando la Semana Santa nos invita a parrandear sin recato, cuando diciembre llega sin previo aviso y hay que recibirlo a las carreras con una luz prendida en nuestros corazones, cuando las abuelitas nos regalan su abrazo misericordioso y nuestros padres nos regañan, nos damos cuenta que Santa Ana existe. Que está ahí. Que se puede tocar con las manos.

Muchas personas lo han querido desaparecer. Lo han saqueado a lo largo de muchos años. Lo han ultrajado. Pero el municipio de Santa Ana sembrado en el sur del departamento del Magdalena ha resistido como la flor de los cañahuates.

Cuando se ve la sonrisa de los niños que ansiosos van para la escuela buscando labrar un futuro mejor, cuando se ve las esquinas de algunos de sus pueblos llena de perezosos que no quieren trabajar, cuando se ve la huella invisible del resentimiento que dejó la última contienda electoral entre vecinos, cuando llegan los camiones a recoger la leche de madrugada, cuando los pescadores le ruegan a la luna llena que se vaya para que los deje a oscuras y engañar al duende de las aguas, cuando se ve a los campesinos trabajadores cargados sus burros de yuca y maíz, cuando vemos a las mujeres hermosas que sirven como colirios para nuestros ojos por su belleza y porte, nos damos cuenta de que Santa Ana existe.

Existe más allá del puerto de las chalupas de su cabecera municipal, de la gente que germina en el comercio loco de Los Tubos, de le gente que merodea el Palacio Municipal. Existe más allá de los caminos llenos de desolación, sin sombras ni animales vagando sin dolor. Existe Santa Ana en cada saludo afectuoso que se le regala a todo al que se tropieza por esos senderos llenos de melancolía y de brujas y hechiceras y ya no lleno de ñeques ni de galápagos.

Ahí está Santa Ana para los que no saben. Arrastrando casi tres siglos de pesares y angustias y todavía con lágrimas en los ojos por el día de ayer que se fue. Esperando la mano tendida del Estado este municipio que ha dado grandes intelectuales y no pocos sinvergüenzas y casi no ha recibido nada a cambio.
Hoy hay retoños de grandes generaciones que piensan de manera diferente y eso se debe aplaudir porque quieren mandar todo vestigio malo al carajo.

Todo santanero piensa en su futuro y sabe que tiene que abrirse paso así sea a trompadas para demostrar su casta. Y lo está haciendo porque alguien en hora buena nos hizo el favor de recordarnos que nuestros ancestros fueron unos vencedores de mil batallas contra el destino.

El municipio de Santa Ana comienza y termina en San Fernando, ahí cerca de donde entra el sol en cualquier casa a tomarse un tinto a las dos de la tarde y tiene que acompañarlo con casabe porque no aguanta siquiera su propia sofocación. Mejor si el tinto se lo brindaba la señora Adria López, alma buena. Por eso Santa Ana existe. Si no fuera por San Fernando, por los sueños y los buenos deseos el municipio de Santa Ana moriría sin remedio.

FABIO FERNANDO MEZA
2008.07.22

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