jueves, 24 de febrero de 2011

AHÍ ESTÁ DIOS, JUANCHO…AHÍ ESTÁ DIOS, DE LA ESPRIELLA…

Y ese ser tan perfecto, tan transparente, tan misericordioso, tan bondadoso, tan amigo, tan…tan, que es ese Rey Supremo... Dios, se apoderó primero de la razón de ser del acordeonero sabanero: su esposa, Dolly, la madre de Salvatore. Y después por medio de ella, del acordeonero Juan Mario De La Espriella Salcedo, el compañero musical del cantante Silvestre Dangond.

Hoy la situación espiritual del famoso y exitoso acordeonero es otra: lo que hay en su cabeza es un vendaval de notas que se van creando sin cesar sin repetir una sola, un corazón dispuesto a amarse, a perdonarse, a reinventarse cada madrugada porque De La Espriella descubrió el secreto. Y el secreto es que la transformación de todo ser humano comienza desde lo más profundo de nuestro ser. A lo mejor Juancho se saturó de sentir algunas veces su vida vacía, sin sentido, sin norte, de cosas poco sanas como la adicción a las drogas y se ‘mamó’ de todo eso y se sacudió de esa ingrata amistad.

El acordeonero que actualmente irradia paz, energía, afecto, esperanza, fe, y talento, le confesó al diligente y acucioso periodista Juan Rincón que desde hace 3 años se congrega en una iglesia evangélica en Valledupar, y se siente como en aquellos tiempos en Sincelejo cuando era capaz de llevarse el mundo entero por delante con su ímpetu sabanero sin desbravar.

Ahí está Dios, Juancho, ahí está Dios, De La Espriella… en cada detalle que hay a tu alrededor. Sólo tienes que contemplarlo. Ahí esta Dios, Juancho, en esas cosas que antes carecían de importancia para ti. Ahí está Dios, De La Espriella, en cada trino de tu acordeón bendito, en el olor a carne salada, en la fragancia exquisita de las bostas frescas de vaca, en el aliento de la tierra mojada por esa lluvia celestial. Ahí está Dios, en el sabor inigualable del mote de queso, en la sonrisa de un niño entre brazos, en el rostro de la compañera que hace reír, en el aire limpio que llega de la sabana a tomar tinto de madrugada en cada rincón de aquella cocina de palma amarga.

Hoy, De La Espriella ha descubierto que todo existe y que contemplarlos y regalarles un segundo lo lleva a sentirse vivo y no un simple sobreviviente del día, como cuando en aquellos tiempos empataba una parranda con la otra hasta que cualquier acontecimiento fortuito lo empujaba otra vez a la normalidad.

Felicitaciones, Juacho. Felicitaciones. Porque no es fácil levantarse una mañana y darse cuenta de que la vida que se lleva hasta ese momento está remendada con esparadrapo y pegada con saliva de mico y decides decir: ¡alto!. Eso es digno de admiración y de aplaudir. Mis respetos para este ser humano que ha nacido de nuevo. En él se ha vuelto a repetir el 26 de febrero de 1973 con motivo de su nacimiento espiritual.

En el pasado han quedado aquellos momentos difíciles sólo por andar intoxicándose con todo lo que se le atravesara por delante, lo que lo atropellara, sin detenerse a mirar marca ni calidad, ni qué carajo…lo que importaba era la bacanidad en la sangre.

Juancho De La Espriella no es el único ni será el último de los grandes exponentes del folclor vallenato en tratar de enderezar su destino y eso es una buena noticia. Buscando esa bendición celestial, al parecer, delante de él van personajes como Beto Villa, Jorge Oñate, Omar Geles, Dagoberto Osorio, Jesualdo Bolaños, entre otros. Y se escuchan rumores sobre una supuesta conversión del cantautor Fabián Corrales a una vida espiritual mejor. Y eso es grandioso. Es maravilloso.

Seguro que Juancho escucha cuando Dios por medio de su esposa Dolly, sus hijos Salvatore y Manuela, le dice a cada rato: “He ahí que yo envío a mi ángel delante de ti para que te guíe y te proteja, como en Éxodo 23-20”. Ese es el camino ideal, acordeonero. Por ahí sí es el sendero de plantas verdes sin hojas secas y de aguas frescas.

FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

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