martes, 18 de enero de 2011

UN SOBRE PARA UNA CARTA, POR FAVOR

Todo se lo está llevando cogido por los cabellos la tecnología y lo deja tirado en cualquier rincón. Cada día es más difícil encontrar elementos que antes nos eran tan familiares y se conseguían casi silvestres.

Antes, por ejemplo, se arrancaba una hoja de cuaderno y se escribía de nuestro puño y letra cartas extensas de amores prohibidos, luego se iba a cualquier tienda se compraba un sobre y se enviaba. Así de fácil era.

Hoy nos da pereza coger un lapicero y escribir. Los abuelos que no sabían escribir y necesitaban hacerlo a sus familiares buscaban a los estudiantes o a los profesores para que les hicieran ese noble favor. Yo aprendí a redactar cartas porque se las escribía a quienes no sabían hacerlas. Todo eso acabó porque ahora hasta el acto sencillo y sublime de escribir a mano está en vía de extinción ya que todo ahora se lo dejamos al computador, cosa que antes habíamos intentado con relativo éxito con la máquina de escribir. Con ella como que hubo empate técnico. Pero el computador sí le está ganando la partida al acto de escribir a mano y nuestra pereza, feliz.

Ya nadie escribe cartas, al menos manualmente. Ahora esas confesiones se hacen por medio del teléfono celular o por Internet. Esas cartas electrónicas no tienen corazón porque el computador baila al son que le toquen y el teléfono dice lo que quiere y no lo que debe.

Las cartas de amor antes se escribían con sangre y con lágrimas como prueba del arraigo que había tenido ese sentimiento entre quienes se escribían. Incluso le incluían en el sobre pétalos de rosas fragantes y hasta mechones de cabellos perfumados.

No sólo se escribían cartas de amor. También papelitos diciendo “que si me hace el favor de mandarme el encarguito que lo necesito para completar el almuerzo…” O para terminar una amistad. “ahórrese el trabajo de llamarme su amigo…”

Nada de eso existe hoy. Y lo he sentido en carne propia cuando me he puesto a escribir una carta. Primero me resultó difícil conseguir una hoja tamaño carta con sus renglones verdes y bien delineados. La escribí. Pero terminé con un cansancio impresionante en la muñeca peor que en las clases de la Universidad, que dicho sea de paso, también se escribe poco. Aquí tengo la carta y no he podido enviarla porque no he podido conseguir un bendito sobre para meterla.

En las partes donde he preguntado por los sobres para cartas me dicen que ya no vienen porque no es rentable. No se venden. Incluso, pregunté por aquél sobre de bordes rojos y azules que decía “Por Avión” y nadie me supo dar razón. Me mandaron a las empresas de mensajerías que allá venden sobres grandes de Manila pero no los de cartas.

Por Internet encontré un aviso que me llamó la atención. Dicho aviso decía, entre otras cosas, que escribiera en una hoja de carta un deseo pero al final decía: métalo en un sobre de carta y envíelo al Apartado Aéreo… ¿existen los apartados aéreos todavía?

Si no consigo el sobre de carta en la tienda de la Señora Hortensia, en San Fernando, Magdalena, es porque de verdad estamos mal, si se tiene en cuenta que es la más antigua de mi pueblo, donde hasta hace poco se conseguían cosas raras como una vela de cebo, manteca negra, mentolín, clavos de comer y otras rarezas como el aceite de ricino, manteca de pescado, piedras de afilar, pastillas vick, un cuarto de panela, cien pesos de tabaco y cuatro onzas de azúcar…

Qué hermoso era escribir con el corazón en la mano con un lapicero de tinta roja una carta confesándole a una mujer hermosa todo lo que nos estaba ahogando el corazón, y de vuelta se recibía una carta con un párrafo donde ella decía que lo iba a pensar, sólo para que el enamorado le volviera a escribir y al final pintara dos corazones unidos entre sí con la leyenda Tu y Yo.

A veces uno quisiera que lo atropellara la tecnología para volver a coger un lápiz, tomarnos el trabajo de sacarle punta y escribir cartas así no haya sobres para enviarlas allí no más a la casa vecina.

FABIO FERNANDO MEZA

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