domingo, 21 de marzo de 2010

MANUEL, ADOLFO PACHECO LE PUSO "EL CORDOBÉS" AL POLLO DE NABO COGOLLO

COLUMNA CARCAJ

De pronto del pantano de la parranda alguien resucitó diciendo: “Hombe, si lo que yo quiero es que Adolfo me haga un canto”. La respuesta esperó hasta que salió después de observar el verdor ceniciento del horizonte en el sol de levante y el patio amplio empedrado de gallos de pelea: “Se lo voy a hacer más bien es a ese Pinto Blanco de pico tirador que tienes ahí”, le contestó Adolfo Pacheco a Homobono Cogollo, más conocido como Nabo, cuando en el año de 1963 fue a parrandear con él en una de sus fincas que quedaba cerca a una vieja bonga camino de Cereté, Córdoba, en compañía del acordeonero Andrés Landeros.

En el año de 1964 cuando Adolfo Pacheco se decidió a grabarla en aire de merengue no le tenía título a la canción y decidió ponerle “El Cordobés”; no tanto porque el pollo hubiera nacido en esas tierras ribereñas del Sinú, sino por emular a un famoso torero español de la época, Manuel Benítez.

El pollo de brioso pico como son todos los gallos y pollos de Cereté, se lo regaló Nabo al entonces profesor de Bachillerato, Pacheco, e hizo desastres en las sabanas de Bolívar hasta que lo mató en una riña el gallo “Cantinflas” en una gallera en San Jacinto, Bolívar. Nabo es un ganadero y gallero de renombre y rico en esa época que contrasta con el hombre solitario y arruinado de hoy, y a quien los músicos famosos del canto vallenato lo tiraron al olvido y ya no es para ellos de saludo obligado como en su época de mujeres, tragos y parrandas inolvidables de varios días. Incluso, el desaparecido compositor Carlos Huertas pone a actuar a Nabo en el reparto de la historia que narra en la canción “Tierras del Sinú” que grabaran los Hermanos Zuleta.

Juan Carlos Díaz dice que El Cordobés es hijo de El Costeña, un cotizado gallo reproductor de gran prestigio en la década de los 60’ en toda la ancha, vasta y hermosa sabana.

A mediados de 1988 en la población de Río Frío, Magdalena, en sus fiestas patronales Diomedes Díaz le regaló al expectante público que lo ovacionaba histérico, El Cordobés, acompañado por Juancho Rois. Era la primera vez que la cantaba y se fue acordando de la letra en el transcurso de la canción y lo hizo de un manera tan especial y sentida como pocas veces que desde ese momento se convirtió en éxito de caseta como se decía en esos tiempos y vendían la grabación en casetes por las calles, y lo sigue siendo actualmente a pesar de tanto tiempo. Tanto fue su triunfo que la casa discográfica del cantante la incluyó así, en vivo, en una recopilación que hiciera tres años atrás.

Pero casi nadie sabe que este merengue también fue grabado para la casa Codiscos por Juan Piña y Jesualdo Bolaños en la década de los 80’ y es quizás el grupo que lo canta así como el compositor lo escribió. En un desconectado que hace el cantante Peter Manjarrés interpreta este merengue y se hace acompañar de nadie más y nadie menos que del gran Alfredo Gutiérrez, teniendo como resultado algo sencillamente espectacular. En el álbum “El más grande con los grandes” donde Alfredo Gutiérrez se hace acompañar de los grandes intérpretes del vallenato este merengue lo canta Jorge Oñate.

Adolfo Pacheco jamás pensó que el canto que le hizo a un pollo del que se enamoró desde que lo vio en la aurora de Dios fuera referencia obligada en parrandas y ferias gallísticas en toda la costa.

Diomedes Díaz después del suceso musical en Río Frío no ha vuelto a cantar este merengue clásico y hubo un tiempo en el que sus fanáticos soñaron con que la grabara pero tampoco ha sucedido.

A este pollo bendito que protegió el Nazareno de la Cruz, su dueño, Adolfo Pacheco, lo quiso como quieren los padres a los hijos. Lo cuidaba y lo mimaba tanto que despertaba celos de las personas más cercanas al maestro.

La muerte del Cordobés tuvo doble impacto en el compositor porque fue lanzado al ruedo sin que el pollo estuviera preparado para enfrentar a semejante contendor y no pudo hacer de su pata una metralla, y por primera vez Pacheco no vio en la arena sangre correr que fuera la del gallo perdedor frente al suyo, y porque se hizo la pelea sin el conocimiento ni el consentimiento del dueño del pollo estrella y famoso.

45 años después de haber sido inspirado en tremendo gallo de fina estampa, este merengue vallenato sigue tan vigente como cuando el maestro Pacheco se lo cantó a Nabo, y el gallero y ganadero emocionado se quitó el sombrero de la cultura Zenú más conocido como sobrero vueltia’o de su cabeza, que en esa época estaba surcada de rústicos y tupidos mechones que hoy sucumbieron y está pelada; este gesto tan noble de Nabo fue en señal de aprobación y respeto por la obra de Pacheco al igual que se le aguaron sus ojos verdes cristalinos. A Nabo le quedó de recuerdo el merengue bien logrado, bien medido y bien cantado que pidió esa madrugada de parrandas para él pero fue hecho al pollo que regaló con mucho gusto; y al hoy doctor en derecho de la Universidad de Cartagena, Adolfo Pacheco Anillo, su autor, un dolor perenne por la pérdida tan paradójica de su gallo sabanero de la cual no se ha podido recuperar.

Isyo, algún día nuestro hermano Manuel Joaquín volverá a cantarnos esta canción en el camino de Batatal bajo los rayos de un sol inmisericorde de un miércoles cualquiera.

Desafortunadamente para el año entrante cuando haya concentración no se alistarán pollos de la cuerda sabanera, porque Nabo no le mandará a Pacheco un Pinto Blanco del Costeña…Todo eso es historia, pero historia sagrada que todos llevamos en lo más profundo de nuestro corazón vallenato.

FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

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