jueves, 25 de agosto de 2011

KALETH MORALES: EL HIJO QUE NO ESTÁ.

No había entrado muy bien a Valledupar por alguno de los múltiples accesos que la ciudad de la sirena encantada tiene y ya en su casa, su madre, sentía la borrasca de la alegría, del afecto, de la explosión de cariño y ternura, como preludio de que su hijo venía en camino.
Casi siempre llegaba cuando el sancocho estaba hirviendo, y después de abrazar fuertemente a su madre, a su hermanita bonita, y a sus hermanos, y después de preguntar dónde estaba “el viejo”, corría para la cocina destapaba la olla hirviendo y cogía un poquito de todo de lo que en ella había y lo saboreaba como un niño travieso.

Nadie lo recuerda triste. Siempre llevaba consigo una sonrisa contagiosa. Tenía tanto amor en su corazón que le regaló a sus padres y hermanos y le sobraba. Luego se lo dio a la mamá de sus hijos y quedaba todavía. Lo mucho que tenía aún, se los entregó a Samuel Miguel y a Katrín, sus hijos, su razón de ser.

El barrio Primero de Mayo de Valledupar por siempre recordará al niño que decía en la tienda de la esquina cada vez que iba a comprar un boli que quería ser cantante de baladas. El primero que se alegró fue su padre porque quería que sus hijos no tuvieran nada que ver con la música vallenata. Él quería médicos.

Su personalidad se fue formando en el respeto, la humildad y la sencillez que impusieron sus padres en su hogar. Y él como hijo obediente aceptó los designios de Dios y se fue triste una mañana azul para Cartagena a estudiar la carrera que le gustaba a su padre en La Universidad del Sinú. Pero en su mente constantemente flotaban los cantares de Escalona y de Molina.
Al regresar a su casa de vacaciones no solo traía su semestre ganado si no canciones vallenatas de un estilo muy peculiar, acompañado de la guitarra que su padre le regaló para su mundo en la balada romántica. Su padre puso el grito en el cielo y la única promesa que logró arrancarle a su hijo fue la de no abandonar los estudios.

Él tenía motivos suficientes para componer canciones. No era si no recordar cuando muchas veces lo dejaba con la mano tendida la muchacha que no le paraba bolas, el amigo que se iba, las confidencias de los mayores, las intrigas universitarias…

Jamás pensó ser cantante. Sólo que Dios pensaba otra cosa, porque cuando cantó en una parranda de amigos la canción “Vivo en el Limbo”, desechada por todo conjunto a quien se la ofreció se dio cuenta que solo cuando él la cantaba a la gente le llegaba a lo más profundo del corazón. Y como era todo un caballero, se convirtió en cantante sólo por complacer a su creciente fanaticada.

Precisamente estaba en esas en Montería un domingo de arreboles degustando su fama con su derroche de talento y pensando que debía estar en Valledupar el día siguiente para seguir al frente de la producción del trabajo discográfico de su padre. Pero la vida no le alcanzó para tanto porque el ángel de la guarda que siempre le hacía dulce compañía, se quedó dormido cerca de la población de El Difícil, Magdalena.

Todo acabó. Un segundo bastó para que la música vallenata quedara herida de consideración.

La novia sabanera de mi amigo Víctor Velásquez, no le ha perdonado que se haya negado a ir con ella a ver al cantante de la fuerza y de la energía ese domingo en Montería. La simple canción que sonaba hasta en las emisoras de rock no le decía mayor cosa. ¿Quién carajos es ese tipo -le preguntó a su novia- para yo gastarle una entrada? Cuando se dio cuenta de la magnitud de su error ya era demasiado tarde.

¿Quién devela ese misterio, que cuando las cosas están mejores, cuando más queremos a alguien, cuando más necesitamos de algo, cuando vemos que el verano ya pasó, esas cosas se nos van? Solo quedan tristes momentos que nos sirven para llorar y recordar.
La casa Morales-Troya está vacía hace 3 años. La tromba de alegría ya no llega tumbándolo todo, arrasándolo todo, con su ímpetu sin desbravar. Hoy solo hay una familia sin consuelo. La guitarra pregunta todas las tardes dónde está su compadre, y todos hacen silencio como cuando se escucha un vallenato malo.

Hey, Víctor, ¿sabes quién carajos es ese tipo? Ni más ni menos que Kaleth Miguel Morales Troya. La Joven promesa del canto vallenato. El ídolo de multitudes. La lira de oro que se fue un día como hoy sin resentimientos. Rafa Manjarrés dice que Dios pone a los buenos juntos en el cielo. Así será. Y allá está Kaleth.

La Señora Nevis Troya sintió unas tenazas en su garganta cuando un grupo de muchachas del interior del país fanáticas de su hijo hicieron un largo y extenuante viaje a Valledupar sólo para preguntarle: ¿por qué tiene que marcharse, si es nuestro corazón?. ¿Por qué tiene que decirnos adiós?. La mejor respuesta de la madre herida fue el silencio.

El cantante y padre de Kaleth, Miguel Morales, “la Voz”, tuvo que hacer “de tripas corazón”, para tratar de explicarles con el amor de abuelo a sus dos nietecitos que su papá había muerto. “Papá no está”, fue lo que alcanzó a decir antes de abrazarlos y llorar por ellos.
FABIO FERNANDO MEZA.
fafermezdel@gmail.com
Agosto de 2008

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