viernes, 2 de enero de 2015

EN SAN FERNANDO, MAGDALENA, HAY MÁS DE UN PAPÁ NOEL…

Toda la vida ha existido en San Fernando, Magdalena, mi pueblo, personajes que en el mes de diciembre comparten un poco con la comunidad de lo que el destino le ha regalado como premio a su arduo trabajo de muchos años.

Y lo hacen de una manera tan discreta que cuesta trabajo darse cuenta porque no esperan nada a cambio, sólo la sonrisa de satisfacción de sus padres que los miran orgullosos desde el cielo a donde se han ido hace rato y de los beneficiarios de sus desprendimientos
El señor José Ruiz Meza, por ejemplo, tiene una tradición que aviva cada mes de diciembre desde la época del ruido, y es que al final del año  toma unos sobres de carta o de manila en la misma cantidad del número de sus hijos y deposita en ellos dinero y se los obsequia. Yo me imagino que  años atrás sus hijos esperaban con ansias este día pero hoy ya no, porque todos tienen sus propios ingresos, pero lo que  es admirable es el detalle que aún conserva don José a pesar de que quizás sus hijos tengan más dinero que él y no lo necesiten con tanto apremio como antes.

Mi amiga del alma y pariente cercana, Nesly Aragón Ruiz, envía o lleva personalmente útiles escolares y se los reparte a los niños casi que a escondidas para que nadie lo sepa.

Mi amigo Tucu también recoge regalos o dinero para comprarlos de manera desinteresada.

El señor Hamil Yacub Fuentes, siempre se prepara anticipadamente por la alegría que le produce la llegada de sus hijos,  Bashi y Saji, de una manera muy particular: visita a los amigos de sus hijos notificándole de su llegada para que le hagan un pequeño agasajo, y aclara que él responde por los gastos que puedan generarse con tal de que sus hijos se sientan contentos. Esto sin contar con el desprendimiento de la Seño Osiris, esposa del señor Hamil,  para con todas esas personas a la que la suerte no les ha sonreído en el año y ella trata de aliviar tantos pesares de diferentes maneras y de forma sigilosa. Si el señor Hamil se molesta por mi indiscreción le pido me disculpe pero esas acciones me parecen dignas de emular por todos los padres sanfernanderos

Mi tía Carlina Delgado, cada fin de año destina una vaca de su finca para sacrificarla y repartir la carne a las personas a las que ella considera deben tener una buena comida de noche buena, esto reforzado con los regalos que lleva su  hija Rocío desde el otro lado del mundo.

Mi tío Eurípides Delgado Navarro le llevaba su detallito a aquellas personas que en su juventud trabajaron con él en sus fincas y que hoy ya no pueden hacerlo por el paso del tiempo, no sé si lo siga haciendo.

La seño Enilda Siado, la esposa del señor José David Aguilar, una mujer admirable que para estas fechas de aguinaldos tiene detalles muy especiales con personas que ella adivina y acierta que lo necesita, y cual no será la sorpresa de las personas cuando ella  hace los obsequios que se sueñan precisamente para esos días, además de unas palabras de aliento escritas con su caligrafía de notario antiguo y un abrazo sincero. Todo esto sumado a los regalos que reparte su hijo sacerdote, Javier, quien ha heredado el carácter desprendido de su insuperable y admirada mamá.

El Señor Libardo Bermúdez Navarro, ha tomado la costumbre de hacer cualquier mes del año diciembre, porque cualquier día se aparece con obras o detalles de las que el pueblo sufre por su ausencia y está siempre liderando actividades  y obsequiando detalles a la población sin distingo alguno
Y no hay que olvidar todos esos actos benéficos que realiza a lo largo del año desde Santa Marta el sacerdote Fajid Álvarez y que continúa realizando el mes de diciembre.
Mi respetado y admirado señor José Rafael Álvarez reparte de todo en la puerta de su casa el día de navidad, y se preocupa cuando se le acaba antes de tiempo y no alcanza para todos los que él quisiera.

Olvidaba decir que la seño Gloria mata casi todas las gallinas de su patio el último día de diciembre y hace un sancocho que reparte a todo el que vaya a comerlo y que muchas veces ni ella logra probarlo porque se agota.
Menos mal que todavía hay ganaderos que regalan leche para las navidades y los agricultores obsequian de lo que su tierra es capaz de producir.

Los padrinos sanfernanderos para esta época deben proveerse de regalos y dinero para todo el ejército de ahijados y más si los compadres llegan de fuera.
Cuando yo era niño, recuerdo que en el barrio Arriba todos los vecinos de la cuadra donde vivía mi abuela Rita se regalaban cosas con todo el afecto que esta gente tiene en su corazón. Más que todo era comida: Pasteles, peto, sancochos, chicha…Pero sobre todo regalaban cariño. Recuerdo que mi abuela regalaba además panes y dulces que le llevaban sus hijos y nietos de Venezuela. En esos tiempos felices estaba en la casa del señor Isaac Martínez (q.e.p.d) una señora a quien llamaban Eva, quien les colaboraba en los oficios de la casa, y recuerdo que para fin de años todos allí tenían detalles muy bonitos con ella

Cuando se visita a las familias sanfernanderas para estas fechas siempre tienen un detalle para regalar así sea un tinto pero lo obsequian con todo el amor del mundo.
Además el sanfernandero regala saludos, regala amistad, regalan un cuento, una anécdota, y de una manera muy particular, sobre todo a aquellas personas que han sido invitadas por primera vez por nuestros paisanos a que visiten esta tierra nuestra y se enamoren de ella.
Además a la media noche del último día del año todo San Fernando se confunde en un solo abrazo fraterno y por un momento se olvida las rencillas y resentimientos y amanecen por las calles gente parrandeando, mi amigo Iván Carreño Siado, por ejemplo, comienza la parranda el día de su cumpleaños cuando comienza diciembre y la extiende hasta el año próximo.

A mí me gusta el regalo que me obsequia la niña Blanqui Suárez cada comienzo de año y así se me esté acabando el mundo voy por él: un abrazo tan sincero y unas palabras tan llenas de bendiciones que me hace llorar.

Todas estas personas realizan estas labores altruistas porque les nace de lo más profundo de su corazón, independientemente si lo hacen con una población en especial, o con sus familias, o con los habitantes de barrios marginales,  con niños solamente, sin pensar en cobrarlo más adelante, y mucho menos para ser reseñados en esta crónica. No.

Gracias a Dios que en San Fernando hay personas que no han olvidado compartir algo de lo que tienen, a su manera, con sus reglas, pero lo hacen.

EL hecho de que no haya más reseña de más personajes en esta nota es porque muchos lo hacen de una manera tan discreta que es difícil descubrirlo.

.FABIO FERNANDO MEZA

DICIEMBRE 30 DE 2014

martes, 23 de septiembre de 2014

BANDA DE MÚSICOS ‘30 DE MAYO’ DE SAN FERNANDO, MAGDALENA: NUESTRA SANGRE, NUESTRA RAZA, NUESTRA IDENTIDAD. (*)


Jujujujupaaa…! Este era el grito de batalla del cantante de la Banda “30 de mayo” de San Fernando, Eligio Sánchez, cuando lo embriagaban tantas melodías hermosas interpretadas por sus compañeros.

 Don Jorge Mejía, sanfernandero de carta cabal, comerciante y visionario, padre de otro hijo ilustre de esta tierra, don Pedro Mejía Cano, quien viviera en una esquina de la plaza de la iglesia, y por ende, testigo directo de las fiestas patronales animadas al son del Chandé, ritmo animado con instrumentos de percusión de origen indígena, que se formaban al pie del monumento de la Cruz. Como buen comerciante viajaba mucho por los confines de la costa y era conocido hasta en los límites de Antioquia. Don Jorge soñaba con que en su pueblo hubiera una banda de músicos iguales o mejor de las que escuchaba en sus viajes por las sabanas de Bolívar y abrigaba la esperanza de que sus integrantes fueran los mismos cantadores de chandé que animaban las noches frías, sin luz, y llenas de las ánimas en pena en la plaza de la iglesia que muchas veces se detenían a escuchar los cantos lastimeros en las noches tétricas de noviembre.
  
Contrario a lo que se pueda pensar, en esos años la fiesta insigne de San Fernando era el 8 de septiembre, día de la Virgen, y no el 30 de mayo, día del patrono como lo es ahora. Para esta fiesta a San Fernando llegaban personajes de los pueblos vecinos y de los que no lo eran tanto, atraídos por la fama de esas festividades, por la música de chandé y por sus mujeres hermosas y excelentes bailarinas de este ritmo. En la casa de don Jorge, donde llegaban las personas de alta alcurnia de pueblos como el de Mompox, como German Jiménez,  un Señor de apellido Miranda, uno de apellido Rojas, otro de apellido Arias, entre otros, a parrandearse el 8 de septiembre, en medio de tragos y sancochos se gestó la creación de una Banda de Músicos de los que ellos serían los patrocinadores como efectivamente sucedió. Estos personajes momposinos entregaron los instrumentos necesarios para que la banda naciera y se buscara un instructor y don Jorge Mejía era quien coordinaba todo.

 Fue así como en el año de 1938, según pude investigar, personajes como Eligio Sánchez, cantante y suplente del redoblante, Olimpo Martínez, ejecutante del Bombardino, instrumento que también tocaba Eugenio Cortina,  Astolfo Caballero era el principal del redoblante, Miguel Varela era el responsable del Saxofón Alto, Germán Caamaño era el rey de los platillos, Marcial Bermúdez le sacaba notas al Bombardino, Luis David Caballero era el responsable de la trompeta, Rafael Polanco con su Clarinete, Nicanor Martínez, en la Trompeta, Donaciano García en el Bombo, Humberto Jiménez en los Platillos, Francisco Martínez en el Bombardino también, Prudencio de Armas suplía a los del Bombardino; hicieron parte de esta verdadera orquesta que perdura en el recuerdo y en los corazones de los sanfernanderos que tuvieron la dicha de bailar al son de su indiscutible acople, de sus alegres tonadas. Esta Banda quería tanto a su pueblo que hasta a los encuentros de fútbol que sostenía el equipo local los animaba.

 Conocí al señor Rafael Polanco, disfrutando de su retiro de músico, y me llamaba la atención los nombres difíciles de pronunciar con el que bautizó a sus hijos, al igual que su afición por la lectura del Almanaque Mundial, por eso sus conocimientos impresionantes. Tanto, que en esa época eran pocos los estudiantes de Bachillerato de San Fernando en el colegio Pinillos de Mompox, por lo que él los retaba preguntándole de todo. Los estudiantes muchas veces no respondían y el señor Rafael Polanco sólo decía riéndose: “y que Bachilleres… Carajo…”

Conocí también  a mi inolvidable “humbe”, como le decíamos los vecinos al buen señor Humberto Jiménez, quien tuvo la muerte más particular porque la encontró cortándole hierba a su burro consentido a causa de un paro cardíaco. Conocí al señor Nicanor Martínez, quien siempre lucía su sombrero sabanero a medio lado tapándole la oreja izquierda. Al señor Donaciano García lo conozco porque su casa siempre ha sido de músicos y está a la vuelta de la de mi abuela Rita, y soy amigo de la mayoría de sus nietos. Además el pasado 8 de Septiembre fue motivo de un merecido homenaje de parte de sus allegados por cumplir 96 años ver video: https://www.facebook.com/video.php?v=252886178254761&set=o.12763277218&type=2&theater

 De niño tengo el recuerdo borroso del señor Eligio como la persona que descargaba las mercancías de las lanchas que atracaban en el puerto del río y las transportaba a las casas de los comerciantes. Al resto de integrantes no tuve la oportunidad de conocerlos, así que para esta crónica he tenido que conformarme con ráfagas de recuerdos que guardan algunas personas de esa época dorada de la música en mi pueblo o que han escuchado de ella.

 Un recuerdo del señor Eligio Sánchez, se remonta a mis épocas en “Batatal” cuando se desplazaba todos los días a su sembrado y pasaba  por el camino que conduce a la población de Jaraba en un burro que no caminaba sino que volaba, por culpa del apremio del señor Eligio y el garabato con que lo obligaba. Esa mañana estaba yo componiendo la cerca del camino y había amagos de lluvia, él se detuvo y me saludó. Mi respuesta fue: “señor Eligio, se va a mojar”. Me quedó mirando con unos ojos pícaros y me dijo sonriendo a manera de despedida una frase que la comprendí hace poco al explicármela el señor Gerenaldo García: “Fallito, moja’o de día, no es moja’o…”

Aproximadamente en el año de 1974 el sueño llegó a su fin. Sus integrantes algunos se fueron del pueblo, otros, se dedicaron al campo, otros, fallecieron. Don Jorge Mejía, el mecenas, había muerto mucho tiempo antes. El señor Donaciano García, casi sordo y responsable del Bombo,  con achaques propios de la vejez es el único  sobreviviente de los integrantes de la Banda de Músicos más famosa de todos los tiempos de toda esa hermosa  región, y que hasta ahora no ha podido ser igualada y mucho menos superada.

 Además de excelentes intérpretes de sus respectivos instrumentos, estos sanfernanderos orgullosos de su origen eran unos mujeriegos empedernidos. Tanto que algunos de ellos se trajeron para el pueblo a las novias que conseguían en sus largos itinerarios y vivieron felices para siempre con ellas como por ejemplo, el señor Humberto Jiménez al igual que Francisco Martínez, cuando fueron a ofrecer el espectáculo que sólo ellos sabían dar, de regreso se trajeron de la población de Sitio Nuevo, Bolívar,  a las hermosas mujeres Eugenia Albarino  y Natividad Cárcamo. Pero el señor Donaciano García no se quedó atrás: se trajo para San Fernando a la distinguida dama de Talaigüa Nuevo, Bolívar, María de los Santos Yepes. El recuerdo perenne que le dejó la presentación de la banda  un 20 de enero en San Sebastián, Magdalena, al señor Germán Caamaño fue a Serafina Alvear, quien se vino con él y fue su compañera de toda la vida.

 El resto de los integrantes de la Banda tenían sus esposas sanfernanderas: María Regla Fuentes, esposa de Luis David Caballero; Exida Paba, esposa de Rafael Polanco; Mercedes Matute, esposa de Nicanor Martínez; Antonia Martínez, esposa de Eligio Sánchez; Julia de Armas, esposa de Olimpo Martínez; Rosa Amelia Martínez, esposa de Eugenio Cortina; Eusebia Indaburo, esposa de Astolfo Caballero; Inocencia Martínez, esposa de Miguel Varela; Catalina Tapia, esposa de Prudencio de Armas.

 Al señor Rafael Polanco jamás se le hizo un sueño realidad, y lo intentaba por todos los medios, y más cuando estaba borracho con el señor Leonardo Toro: “es que yo quiero coger al ‘Torito’, carajo, y metérmelo en el bolsillo del pantalón, carajo, y le dejo las piernas afuera, carajo, para cuando me pregunten, carajo, Rafael Polanco qué llevas ahí, carajo, yo le contesto ‘un llavero’, carajo…

 No me queda más que confesar humildemente cuánto me hubiera gustado estar acompañado del médico Edgar Ruiz Aguilera en una de esas presentaciones legendarias de estos grandes artistas, y que en el paroxismo de la parranda cuando estuvieran interpretando el porro “Roque Guzmán”  el señor Eligio Sánchez nos dejara gritar: jujujujupaaa…!

 FABIO FERNANDO MEZA
 (*) “Gracias a todas y cada una de las personas que me ayudaron a reconstruir los hechos para esta crónica devolviéndose en el tiempo, y que estuvieron a mi alcance para responder una pregunta, para despejar dudas, y hasta para corregir sin misericordia mis exageraciones monumentales. Ellas saben quiénes son y nombrarlas sería interminable. Si hay algún error o inconsistencia yo asumo toda la responsabilidad. Gracias de nuevo”. Fabio Fernando.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

"TUCU"

Su saludo no pudo ser más particular: “No joda, Toty, yo odio el 15 de mayo, la madre…” Esto decía mientras parqueaba su motocicleta de mil batallas a un lado del piso de la escuela al frente de mi casa paterna en San Fernando Magdalena, mi pueblo, donde yo estaba sentado esa tarde calurosa de junio. Cuando se bajó y terminó de saludarme, le pregunté: Tucu ¿ y cuál es el motivo de ese odio? y siguió explicándome: “yo tenía una novia en Peñoncito, y yo iba a visitarla todos los días en cicla, viejo Toty. Un 15 de Mayo me fui en la cicla para Jaraba que estaba de fiesta. En la madrugada cuando me venía, llegué a La Trocha, y este bruto, no joda, Toty, en vez de coger derecho pa´cá pal pueblo, torció a la izquierda y fue a parar a Peñoncito…” Mi amigo hizo una pausa para secarse de pies a cabeza su eterno río de sudor que corre por su cuerpo, y luego continuó: “pa´no alargarle el cuento, mi hermano, ahí está en la casa viviendo conmigo porque cuando quise reaccionar ya la traía en la barra de la bicicleta…” Yo admiro y quiero mucho a este personaje de San Fernando por su manera tan peculiar de ver la vida, por su inteligencia, por tratar de darle explicaciones a todo lo que le llame la atención, por sufrir a su manera los dolores del pueblo, por ser solidario, por no dejar de soñar… Yo como el resto de sanfernaderos le digo Tucu, apodo con el que lo he conocido toda la vida, y a pesar de tantos encuentros que hemos tenido donde hablamos hasta de extraterrestres no se me ha ocurrido preguntarle el porqué de ese sobrenombre que lo ha hecho famoso en toda la región. Y él a mí me dice todavía mi apodo de niño: Toty… Esa tarde histórica en el piso de la escuela fue grandiosa. Y la conversación fue extendiéndose como la tarde hacia la noche y con ella llegaron los mosquitos, pero eso no impidió seguir escuchando con devoción a este inmejorable conversador: “yo me le mido a todo, viejo Toty, la madre. Una vez iba a llevar un fríjol para Margarita, allá en el Bolívar, iba en la moto. Ese día había llovido y el camino a San Zenón estaba lleno de agua. Yo iba manejando y tás me fui de pronto a un maldito hueco de esos con moto, fríjol y toda esa vaina…Me paré todo sucio de barro, volví a prender la moto y me alejé como 25 metros del hueco que me había tumbado. ¿Sabe qué hice, viejo Toty? Me regresé con la moto a toda velocidad y le pasaba la moto al hueco por encima y yo le gritaba coge, no joda, túmbame otra vez, malparido. Ah… ¿y por qué no me volvió a tumbar el hijuepueta…?”. Actualmente es Honorable Concejal por San Fernando en esta corporación en el municipio de Santa Ana. A mí no me extraña que lo haya conseguido porque tiene un carisma único para asumir esa clase de riesgos, además él toma los momentos difíciles como una oportunidad donde quizás otros vemos sólo fracasos. Su familia debe estar orgullosa de él. Yo lo estoy. Independientemente si lo dejan hacer algo o no en ese recinto tristemente célebre. Creo que todo San Fernando le profesa un cariño inmenso a este hijo mayor de la respetable pareja del señor José Rafael Álvarez y la señora Hernita Yacub Cuando ya los mosquitos no nos dejaban en paz se levantó del pretil, no sin antes decirme que se alegraba de que hubiera vuelto y de volver a verme, avanzó hacia su motocicleta, la prendió y antes de arrancar se la quedó viendo fijamente y dijo sin mirarme: “No joda, viejo Toty, mi hermano... yo me imagino que el japonés ese que se inventó este animal en estos momentos debe estar revolcándose en la tumba de la rabia, la madre… porque gracias a este invento, no joda, Yuris Álvarez Yacub, se gana la vida, viejo Toty, la madre, y eso a ese tipo tiene que darle rabia porque hay gente muy envidiosa, viejo Toty…”. Aceleró su moto y salió hacia el barrio Arriba, por esa calle tercera y cruzó el primer callejón que encontró a la derecha porque en esa esquina viven sus padres. Le envío un abrazo inmenso como su corazón al Honorable Concejal de San Fernando. FABIO FERNANDO MEZA

lunes, 12 de mayo de 2014

DIOMEDES DÍAZ: DE EMBUSTE EMBUSTE

“Carajo, Mede, tu tenei unos gustos como pa´ ti solo…, estás enamora’o de una pel’á que tiene la barriga pegá al espinazo de lo flaca, tanta mujer gordita por ahí. Yo me imagino que cuando la abrazai ella quedará como mojarra en pulla de fritá pesca’o…”. Era Martín Maestre, tío de un muchacho que tenía la cabeza llena de cucarachas y versos sin desbravar, su respuesta era, como siempre, una risa llena de fuegos pirotécnicos. Yo creo que por la mayoría de caminos que he transitado en la vida de manera consciente o inconsciente siempre me he tropezado con alguna canción en forma de piedra que cantas. En mi adolescencia compraba los casetes con las presentaciones en vivo que hacías y me volví adicto a tus cantos, caramba, para que ahora me salgas con el cuento triste de que te vas y me vas a dejar viendo un chispero. Eso es una falta de consideración para alguien que creció escuchando tus canciones, tus ocurrencias, tus refranes: “No me gusta decir adiós, Riohacha, porque es una honda palabra que inventó la tristeza…pero fue un conjunto sencillo el que llenó la Mata’e caña…” Los vendedores ambulantes llegaban a San Fernando, y si yo no estaba en la casa, me dejaban los casetes tuyos, en caseta como se decía entonces, con mi hermana Isyoli sin saber si tenía con qué pagarlos: dígale a su hermano que son 4 a 300 pesos cada uno, oyó…” He sido uno de los pocos aficionados a tu canto vallenato que investiga tu otro lado de artista, que voy más allá de lo común, que me fijo en los detalles nimios y he descubierto a un ser que lo único que quiere es que le hagan la caridad de pararle bolas. Fui el primero, creo, en escribir sobre tu vida para el periódico de la Universidad de Antioquia, y me llovieron rayos y centellas cuando dije que parecías una pieza de museo. Pero es verdad: pareces pieza de museo, porque admiro todo de ti hasta 1989 cuando empezaste a descarriarte hasta un domingo antes de navidad que te fuiste sin despedirte de mí, desagradecido, tanto como te admiraba y escucho tus cantos desde 1976 hasta 1989, insisto. Fue tu mejor época. Y ahora te vas dejándome sin a quien fregarle la paciencia simplemente porque te dio la gana. Vuelve a “La Virgen del Carmen” así sea para que llames a uno de tus tantos compadres a quejarte que tu ahijado no llegó para trabajar en esa finca famosa dizque porque a la esposa no le gusta tu música; y tu compadre te respondió, que qué pena, con usted, compadrito, que mi hijo le haya quedado mal, vea, le voy a echar un cuento de ese muchacho: cuando él nació, la mama lo tiraba en la sala en el suelo pela’o, oyó…y teníamos una puerca, el bendito animal entró y se llevó al muchacho recién nacido en la boca, como si fuera una yuca, y yo corrí detrás de la puerca y se lo quité en la plaza, oyó. Compa, si yo sé que su ahija’o le va a quedar mal por miedo a la mujer yo dejo que se lo coma la puerca!!. Vuelve, así sea para que te atormente el paso de los años, para que jures y vuelvas a jurar que cambiarás, que no eres malo, y lo olvides al instante; vuelve, para que le hagas la promesa de siempre a la Virgen y no la cumplas porque tú eres tú y punto. A lo mejor no volverás porque siempre deseaste estar allá, así fuera prestado, con tu tío Martín, y decirle, carajo, tío, qué dura que es la vida, ya me sentía con el sol en la espalda, tío, qué vaina; y ya ni siquiera me mojaba la barba cuando orinaba, siendo esa mi mayor virtud, no joda, tío; al menos acá con usted, tío, no tengo que disimular que ya no doy para más, que vuelvo a ser lo que quise: aquel niño cuasi desnudo que espanta las cotorras para que no se coman el maíz biche, y despertar con la sensación de amanecer sucio de mierda de gallina pero feliz e indocumentado. Vuelve para que sigas haciendo ricos a los empresarios mientras tú te disminuías anímicamente, tanto que tenías que salir corriendo en busca de un abrazo, de una sonrisa, de un consuelo que sólo encontrabas en los vicios prohibidos. Dime en esta noche de mala luna que todo es de embuste, embuste; que nunca compusiste ni la cama de pencas donde dormías cuando pobre mucho menos una canción; dime en esta noche oscura como tu destino que al igual que el escritor peludo y bacano de Juan Gossaín nunca te pusiste calzoncillos porque a diferencia de él no tenías para comprarlos; que siempre has sido y serás el campesino frustrado que quiso ser compositor y cantar sus propios pesares pero que nunca lo logró. Dime en esta noche triste que todo es mentira, que tú nunca exististe, que nunca te llamaste Diomedes y jamás me cautivaste con tus cantos. Dime en esta noche llena de espantos que todo ha sido un invento, que lo único que es cierto en toda tu vida es lo que dijo el juglar sabanero Enrique Díaz de ti: “es un señor al que uno de los ojos no le hace caso…” FABIO FERNANDO MEZA fafermezdel@gmail.com SAN FERNANDO, MAGDALENA, DICIEMBRE DE 2013

domingo, 23 de junio de 2013

BUENAS NOCHES, MAESTRO LEANDRO, BUENAS NOCHES…

Las personas de la generación del compositor vallenato, Leandro Díaz Duarte, tienen como común denominador su longevidad. Por estos días el autor de temas como “los tocaimeros”, “mi pueblo”, “soy”, entre otros, está de plácemes. Tener a esta leyenda viva del folclor todavía paseándose por las calles llenas de recuerdos del barrio San Fernando de Valledupar es un regalo de Dios. Sí, a esa persona a quien la pena no lo matado, porque cuando ella lo ataca sin misericordia, él se pone a cantar y se alivia. El maestro Leandro, como el que más, nos ha enseñado que “lo que se aprende, de pronto se olvida, si no se cursa, no es valedero, lo que nace con uno es eterno…” Hoy debemos darle gracias a quien todo lo puede y todo lo hace, por permitirnos 80 años tenerlo y multiplicarlo por 77 veces 7 para que no cruce la esquina… Aunque ya no practica sus artes quirománticas es un buen adivinador del futuro y sabe que todavía le esperan muchos sueños por realizar, muchas muestras de cariño del público que lo quiere y lo sigue como en sus bellas épocas de correrías por los caminos desiertos de la Guajira. A lo mejor el maestro Leandro sueña con que en uno de sus infinitos onomásticos que le faltan, se presente el cantante Diomedes Díaz con su chinchorrito y sus respectivas manilitas que le prometió un día cualquiera cuando fue de visita a solicitarle una canción para ser incluida en el álbum “dos Grandes”. Por supuesto que el maestro no está resentido, aunque le “haló” la oreja al cacique cuando éste le grabo “Bajo el palo e’ mango” en “un ritmo raro”, como dice el maestro. A este cardón guajiro que no lo marchita el sol, propio de esas tierras donde sólo sobreviven seres humanos especiales como él, que peleó con su destino cuando empezaba a cantar, y el destino resolvió dejarlo vivo por su bien o por su mal, está hoy como nunca: como un guayacán a punto de volverse roca. Las canciones del maestro Leandro reflejan la cotidianidad del pueblo costeño. Y los golpes que la vida le ha dado de manera injusta. Lástima que esta vez el maestro Escalona no vaya a su fiesta, y no es por culpa de Colacho: “díganle a Leandro Díaz/ díganle si lo encuentran/ que yo no fui a su fiesta/ fue por Nicolás Elías/ yo convidé a Colacho y Colacho se emborrachó…/ pa’ que vea que no es sincero ese caracolicero/ pa´que vea que dice mentiras ese Nicolás Elías… La nostalgia a veces le arruga el corazón al recordar los amigos que se han ido, y el pasado que no está. Pero luego se recupera y sabe más que nadie que “natural es aquella persona que sin estudio también se defiende”. Por mucho tiempo escuchará decir que ene l mundo hay auroras, claribellas sin comparación y él con su imaginación sabiendo amar y querer su memoria. Maestro Leandro: Buenas noches, buenas noches, maestro Leandro… FABIO FERNANDO MEZA fafermezdel@gmail.com MEDELLÍN, 20 DE FEBRERO DE 2008

lunes, 10 de junio de 2013

SI LOS HIJOS SUPIERAN CUÁNTO LOS QUIERE UNO… Canta y no sabe que la estoy escuchando. No tiene idea que su sola presencia hace desaparecer los amargos momentos de un mal día. No la dominan las alternativas modernas del entretenimiento. A veces, no sé cómo soporta los malos ratos sin fundamento que el destino le lanza. Dicen que es bonita. Decirlo yo sería injusto, pero la gente la admira. Para ella no ha sido fácil nada ni siquiera el hecho de nacer. Ha pasado por momentos difíciles a pesar de su corta edad y todavía sueña con ser de todo un poco. Menos mal que existen los hijos, porque su sola sonrisa es capaz de recomponer el mundo y desarmar al más valiente y más cuando con toda la sinceridad de que están investidos por mandato celestial preguntan: ¿papá, tú me quieres? Y después de tragar grueso uno le responde sin pizca de duda: ¡con toda el alma! Sueñan, tienen ganas de conquistar al mundo y con el borrador de nata de la escuela quisieran con toda sus fuerzas borrar tanta injusticia y tanta violencia que ven en la televisión cuando se sientan por accidente frente a ella buscando dibujos animados. Creo que maduró biche. Entre el cariño sincero de sus tíos, el amor callado de su padre y cantos vallenatos viejos y ensordecedores desde las 4 de la mañana ha crecido, al parecer, sin resentimientos. Tiene la difícil facultad de plasmar en la pared con un trozo de carbón de leña todo lo que la rodea y el resultado es tan real que da miedo tanta coincidencia. Cuando se ríe parece que todo se detuviera al compás de su risa llena de juegos pirotécnicos, luego brinca y salta, porque sabe que es capaz de mirar el sol en las noches e imponer su criterio sin contaminar que guarda en su corazón de niña soñadora. Ha cultivado la costumbre familiar de gustarle el campo, de amar a los animales y descargar en ellos toda la ternura que guarda en los bolsillos de su pantalón con flecos y remiendos de fábrica. Yo no la he visto llorar pero lo ha hecho muchas veces por lo injusto que a veces son los sábados y los domingos con ella, pero todo cambia cuando se le aparece la virgen vestida como su tía. A su edad yo no lo hubiera soportado. Por eso la admiro. Todo lo que se proponga lo logrará porque tiene garra, porque tiene alma y porque en su cuerpo de gacela ya todo le resbala y no para bolas a lo que la pueda lastimar sin razón. Sin duda hay muchas hijas en el mundo. Así, imponentes, que todo se lo ha disputado al destino sin quedarle a ella ninguna cicatriz, que todo cuanto ha logrado lo guarda en su alma para comentárselo alguna noche de lluvias torrenciales con un brillo en los ojos a su millón de amigos, que quienes se han convertido en sus cómplices de picardías, de juegos y sueños imposibles para otros menos para ella. Los padres casi nunca les decimos a los hijos en la cara cuánto los amamos y ellos casi nunca lo escuchan de nuestros labios sino de nuestras acciones. Pero si ellos supieran cuánto los quiere uno correrían a regalarnos otro abrazo aparte del que nos han dado en esta mañana y maniatarnos con su rostro salpicado de felicidad, una sonrisa que florece con facilidad y que digan en costeño limpio que ¡qué carajo! Que todo es nada, que nada les queda grande, ni siquiera vencer su timidez ni el palo en su rueda del progreso que le pone el destino. Así son los hijos. Como hay millones de hijos en el mundo: con sus ojos y cabellos azabaches, sus manos llenas de sueños por realizar, su cuerpo alto y delgado y sus dos corazones: uno a cada lado del pecho repleto de cariño y dulzura que heredó de sus antepasados y que esparce cada vez que camina por las calles sembradas de árboles que la veneran allá en el pueblo donde nació una madrugada de octubre. Niña linda, cuando comiences a transitar por el mundo, no te dejes conquistar por él. Que sea todo lo contrario. Y no olvides que te amo cantidades enormes. FABIO FERNANDO MEZA fafermezdel@gmail.com

domingo, 26 de agosto de 2012

EL SANFERNANDERO DE LAS PEQUEÑAS COSAS A LO GRANDE.

Hace mucho tiempo vengo escuchando noticias suyas y ya no me sorprende. Y lo mejor de él es que hace las cosas porque le sale del corazón o a lo mejor lo heredó de su admirada mamá, o ambas cosas a la vez. Este ser humano con ese don de gente y su preocupación constante por tratar de que nuestro pueblo supere tantos sinsabores no nacen todos los días, con dos personas más con su perfil el pueblo de San Fernando volvería a ser lo que alguna vez fue. Creo que fui una de las primeras personas que supo que cuando “fuera grande” iba a ser un referente importante. No me equivoqué. De niños hablábamos de estos temas y de otros no menos importantes, además de jugar en esa especie de cañón que hay o había entre las casas del señor Atenor Aguilar y la casa de la familia Rico, en San Fernando, por supuesto. Recuerdo que lo único que nos obstaculizaba lanzarnos por ese callejón tenebroso que era un abismo hacia el barranco eran los caballos del señor Rosemberg Jiménez, que el señor Porras, su trabajador, amarraba en la cerca de palo de su suegra, donde vivía. A veces se nos perdía la mirada en el horizonte y tratábamos en vano de mirar desde ahí el río y a nuestro modo comenzábamos a componer el mundo, y mucho más cuando comenzamos a estudiar bachillerato y nos la pasábamos más ahí en ese cañón -que él un día bautizó con un nombre impronunciable pero que después se nos volvió familiar- que en el salón de clases porque por lo general no había profesores. Muchas de las cosas que ha liderado y llevado a la meta con éxito en el pueblo desde que tuvo certeza de la influencia de sus palabras, yo se las había escuchado desde que éramos felices e indocumentados, incluso, aprendí a interpretar sus largos silencios cuando se abstraía del mundo y se chupaba el dedo de la mano izquierda y con la otra se hacía una especie de laberinto en la moña. Me imagino que ya dejó de hacerlo. La que siempre lo molestaba por esa especie de manía era su hermana quien también estudiaba con nosotros y en medio de la inocencia de ese tiempo lo amenazaba con decírselo a la mamá. Desde esa época y quizás desde mucho antes, más que hermanos son amigos y eso siempre lo admiro en todos ellos. Qué bueno que todas sus iniciativas tengan eco en la mayoría de sanfernaderos, los que están dentro y fuera del pueblo. Hasta nos ha enseñado a cambiar los paradigmas con que vivimos más del siglo y a levantar la cabeza y exigir. Para mí es un líder, porque un líder es ayudar sin tantas pretensiones a mejorar la calidad de vida de toda una comunidad sin esperar nada a cambio. Además ha hecho en silencio tantas cosas por tanta gente que nadie se ha dado cuenta. Es un excelente profesional e igual ser humano y estoy seguro que buen hijo, buen hermano y buen papá. Además es como las tejas Ajover, que sólo le pasa la luz y no los años. Hace un tiempo tuve el honor de hablar con él, y lo hicimos como en aquellos tiempos, sentados en el piso de la escuela sin importar el tiempo ni el lugar y nos pusimos al día después de muchos años sin vernos. Confieso que al volver a saludarlo sentí la misma emoción extraña pero sabrosa que sentía cuando nos lanzábamos por el cañón ese del barranco de la Albarrada y rogábamos que ese sitio no desapareciera jamás y lo teníamos como testigo de nuestra amistad que quedó sellada más allá del bien y del mal desde siempre y para siempre a pesar de nuestros largos silencio, s y sentí que el mundo no había dado vueltas la vez que nos encontramos y volvimos a ser esos adolescentes con ansias de cambiar todo lo que en San Fernando nos oprimía el corazón y no nos dejaba respirar. En lo más profundo de su ser él sabe que puede contar conmigo más allá de todo así yo no sepa nada de Ingeniería Electrónica, campo donde es una eminencia. Y que siempre lo voy a admirar por mirar más allá del horizonte y amar tanto a ese pueblo del que a lo mejor sin razón, el señor Marcelino Puerta dijera alguna vez que “era hermoso pero sin nadie adentro”. Alguna vez alguien dijo que los verdaderos amigos eran los que sobrevivían a la infancia y quien lo dijo tiene toda la razón, porque a veces los amigos conocemos más de nosotros mismos mejor que los hermanos, y somos depositarios de secretos que sólo nosotros podemos guardar. Un abrazo a este líder por naturaleza, a este ser humano que se preocupa por las situaciones difíciles del pueblo como ningún otro, y que sigue soñando con volver a verlo como era antes, incluida las noches sin luceros, las tardes interminables de fútbol e ir a encerrar las vacas juntos. Y cuantos sinsabores y decepciones de sus paisanos no le han arrancado más de una lágrima pero él sabe llorar en silencio. Ya no puede vivir sin ir allá y siempre encuentra un huequito en su apretada agenda para irse de Cartagena a San Fernando a buscar la gastritis perdida a causa de un bollo de mazorca con el suero famoso de su tía que siempre es reconfortante en el desayuno, y más si va acompañado de cuentos y anécdotas que le alimentan el alma. FABIO FERNANDO MEZA