Jujujujupaaa…!
Este era el grito de batalla del cantante de la Banda “30 de mayo” de San
Fernando, Eligio Sánchez, cuando lo embriagaban tantas melodías hermosas
interpretadas por sus compañeros.
Don
Jorge Mejía, sanfernandero de carta cabal, comerciante y visionario, padre de
otro hijo ilustre de esta tierra, don Pedro Mejía Cano, quien viviera en una
esquina de la plaza de la iglesia, y por ende, testigo directo de las fiestas
patronales animadas al son del Chandé, ritmo animado con instrumentos de
percusión de origen indígena, que se formaban al pie del monumento de la Cruz. Como
buen comerciante viajaba mucho por los confines de la costa y era conocido
hasta en los límites de Antioquia. Don Jorge soñaba con que en su pueblo
hubiera una banda de músicos iguales o mejor de las que escuchaba en sus viajes
por las sabanas de Bolívar y abrigaba la esperanza de que sus integrantes
fueran los mismos cantadores de chandé que animaban las noches frías, sin luz, y
llenas de las ánimas en pena en la plaza de la iglesia que muchas veces se
detenían a escuchar los cantos lastimeros en las noches tétricas de noviembre.
Contrario
a lo que se pueda pensar, en esos años la fiesta insigne de San Fernando era el 8 de septiembre, día de la Virgen, y no el 30 de mayo, día del patrono como lo
es ahora. Para esta fiesta a San Fernando llegaban personajes de los pueblos
vecinos y de los que no lo eran tanto, atraídos por la fama de esas
festividades, por la música de chandé y por sus mujeres hermosas y excelentes
bailarinas de este ritmo. En la casa de don Jorge, donde llegaban las personas
de alta alcurnia de pueblos como el de Mompox, como German Jiménez, un Señor de apellido Miranda, uno de apellido
Rojas, otro de apellido Arias, entre otros, a parrandearse el 8 de septiembre,
en medio de tragos y sancochos se gestó la creación de una Banda de Músicos de
los que ellos serían los patrocinadores como efectivamente sucedió. Estos
personajes momposinos entregaron los instrumentos necesarios para que la banda
naciera y se buscara un instructor y don Jorge Mejía era quien coordinaba todo.
Fue
así como en el año de 1938, según pude investigar, personajes como Eligio
Sánchez, cantante y suplente del redoblante, Olimpo Martínez, ejecutante del
Bombardino, instrumento que también tocaba Eugenio Cortina, Astolfo Caballero era el principal del
redoblante, Miguel Varela era el responsable del Saxofón Alto, Germán Caamaño
era el rey de los platillos, Marcial Bermúdez le sacaba notas al Bombardino,
Luis David Caballero era el responsable de la trompeta, Rafael Polanco con su
Clarinete, Nicanor Martínez, en la Trompeta, Donaciano García en el Bombo,
Humberto Jiménez en los Platillos, Francisco Martínez en el Bombardino también,
Prudencio de Armas suplía a los del Bombardino; hicieron parte de esta
verdadera orquesta que perdura en el recuerdo y en los corazones de los
sanfernanderos que tuvieron la dicha de bailar al son de su indiscutible acople,
de sus alegres tonadas. Esta Banda quería tanto a su pueblo que hasta a los
encuentros de fútbol que sostenía el equipo local los animaba.
Conocí
al señor Rafael Polanco, disfrutando de su retiro de músico, y me llamaba la
atención los nombres difíciles de pronunciar con el que bautizó a sus hijos, al
igual que su afición por la lectura del Almanaque Mundial, por eso sus
conocimientos impresionantes. Tanto, que en esa época eran pocos los
estudiantes de Bachillerato de San Fernando en el colegio Pinillos de Mompox,
por lo que él los retaba preguntándole de todo. Los estudiantes muchas veces no
respondían y el señor Rafael Polanco sólo decía riéndose: “y que Bachilleres… Carajo…”
Conocí
también a mi inolvidable “humbe”, como
le decíamos los vecinos al buen señor Humberto Jiménez, quien tuvo la muerte
más particular porque la encontró cortándole hierba a su burro consentido a
causa de un paro cardíaco. Conocí al señor Nicanor Martínez, quien siempre
lucía su sombrero sabanero a medio lado tapándole la oreja izquierda. Al señor
Donaciano García lo conozco porque su casa siempre ha sido de músicos y está a
la vuelta de la de mi abuela Rita, y soy amigo de la mayoría de sus nietos. Además
el pasado 8 de Septiembre fue motivo de un merecido homenaje de parte de sus
allegados por cumplir 96 años ver video: https://www.facebook.com/video.php?v=252886178254761&set=o.12763277218&type=2&theater
De niño tengo el recuerdo borroso del señor
Eligio como la persona que descargaba las mercancías de las lanchas que
atracaban en el puerto del río y las transportaba a las casas de los
comerciantes. Al resto de integrantes no tuve la oportunidad de conocerlos, así
que para esta crónica he tenido que conformarme con ráfagas de recuerdos que
guardan algunas personas de esa época dorada de la música en mi pueblo o que
han escuchado de ella.
Un
recuerdo del señor Eligio Sánchez, se remonta a mis épocas en “Batatal” cuando
se desplazaba todos los días a su sembrado y pasaba por el camino que conduce a la población de
Jaraba en un burro que no caminaba sino que volaba, por culpa del apremio del
señor Eligio y el garabato con que lo obligaba. Esa mañana estaba yo
componiendo la cerca del camino y había amagos de lluvia, él se detuvo y me
saludó. Mi respuesta fue: “señor Eligio,
se va a mojar”. Me quedó mirando con unos ojos pícaros y me dijo sonriendo
a manera de despedida una frase que la comprendí hace poco al explicármela el
señor Gerenaldo García: “Fallito, moja’o
de día, no es moja’o…”
Aproximadamente
en el año de 1974 el sueño llegó a su fin. Sus integrantes algunos se fueron
del pueblo, otros, se dedicaron al campo, otros, fallecieron. Don Jorge Mejía,
el mecenas, había muerto mucho tiempo antes. El señor Donaciano García, casi
sordo y responsable del Bombo, con
achaques propios de la vejez es el único sobreviviente de los integrantes de la Banda
de Músicos más famosa de todos los tiempos de toda esa hermosa región, y que hasta ahora no ha podido ser
igualada y mucho menos superada.
Además
de excelentes intérpretes de sus respectivos instrumentos, estos sanfernanderos
orgullosos de su origen eran unos mujeriegos empedernidos. Tanto que algunos de
ellos se trajeron para el pueblo a las novias que conseguían en sus largos
itinerarios y vivieron felices para siempre con ellas como por ejemplo, el
señor Humberto Jiménez al igual que Francisco Martínez, cuando fueron a ofrecer
el espectáculo que sólo ellos sabían dar, de regreso se trajeron de la
población de Sitio Nuevo, Bolívar, a las
hermosas mujeres Eugenia Albarino y
Natividad Cárcamo. Pero el señor Donaciano García no se quedó atrás: se trajo
para San Fernando a la distinguida dama de Talaigüa Nuevo, Bolívar, María de
los Santos Yepes. El recuerdo perenne que le dejó la presentación de la
banda un 20 de enero en San Sebastián,
Magdalena, al señor Germán Caamaño fue a Serafina Alvear, quien se vino con él
y fue su compañera de toda la vida.
El
resto de los integrantes de la Banda tenían sus esposas sanfernanderas: María
Regla Fuentes, esposa de Luis David Caballero; Exida Paba, esposa de Rafael
Polanco; Mercedes Matute, esposa de Nicanor Martínez; Antonia Martínez, esposa
de Eligio Sánchez; Julia de Armas, esposa de Olimpo Martínez; Rosa Amelia
Martínez, esposa de Eugenio Cortina; Eusebia Indaburo, esposa de Astolfo
Caballero; Inocencia Martínez, esposa de Miguel Varela; Catalina Tapia, esposa
de Prudencio de Armas.
Al señor Rafael Polanco jamás se le hizo un
sueño realidad, y lo intentaba por todos los medios, y más cuando estaba
borracho con el señor Leonardo Toro: “es
que yo quiero coger al ‘Torito’, carajo, y metérmelo en el bolsillo del
pantalón, carajo, y le dejo las piernas afuera, carajo, para cuando me
pregunten, carajo, Rafael Polanco qué llevas ahí, carajo, yo le contesto ‘un
llavero’, carajo…
No
me queda más que confesar humildemente cuánto me hubiera gustado estar
acompañado del médico Edgar Ruiz Aguilera en una de esas presentaciones
legendarias de estos grandes artistas, y que en el paroxismo de la parranda cuando
estuvieran interpretando el porro “Roque Guzmán” el señor Eligio Sánchez nos dejara gritar:
jujujujupaaa…!
FABIO FERNANDO MEZA
(*) “Gracias
a todas y cada una de las personas que me ayudaron a reconstruir los hechos
para esta crónica devolviéndose en el tiempo, y que estuvieron a mi alcance
para responder una pregunta, para despejar dudas, y hasta para corregir sin
misericordia mis exageraciones monumentales. Ellas saben quiénes son y
nombrarlas sería interminable. Si hay algún error o inconsistencia yo asumo
toda la responsabilidad. Gracias de nuevo”. Fabio Fernando.