viernes, 28 de mayo de 2010

SAN FERNANDO, MAGDALENA: 30 DE MAYO DE 1750

Allá al sur del Departamento del Magdalena, haciendo parte del Municipio de Santa Ana, se encuentra el corregimiento de San Fernando.

Es un pueblo de cinco calles largas y misteriosas, otrora de arenales, tres de ellas tienen nombre, menos las números tres y cuatro: la primera se llama La Albarrada, la segunda, La Calle del Medio (aunque no lo es) y a la calle quinta le dicen La Calle de Atrás. Pero hemos progresado: hay un barrio de invasión ubicado en la parte norte del pueblo, que por quedar ahí, pegado al colegio que fundó el profesor Caamaño, tiene su mismo nombre: barrio San José.

Ese es San Fernando: un pueblo lleno de contrastes, de poesía, de talentos, de personas emprendedoras, de sueños, y también de alguna que otro perezoso que no quiere trabajar.

San Fernando fue mal fundado por Fernando de Mier y Benítez, un sanguinario español que sembró el terror por estas tierras ribereñas del brazo de Mompox, aniquilando a los ya pocos indígenas que quedaban. El señor Mier y Benítez, era tan despiadado, que le decían Mier y Guerra, como más se le conoce.

Este señor llegó por aquí antes de ir a fundar o a saquear a Santa Ana, o sea, venía del interior acabando con todo lo que encontrara a su paso en nombre del Rey, con cuyo nombre bautizó al pueblo donde llegó un 30 de mayo de 1750. Eso es lo único feo que tiene este pueblo, el nombre. Ningún pueblo debiera llamarse como este rey de España que junto a su esposa jamás en su vida se bañó, y al que le han dado poderes y bondades que nunca tuvo fuera la de ser cruel y avaro como todo español de la época.

Para colmo de males, en la iglesia hay una estatua de tamaño natural al que veneran como San Fernando, pero gracias a Dios esa figura de yeso no corresponde a la imagen del rey, sino a San Luís Gonzaga, por fortuna, y los sanfernanderos hemos aprendido a convivir con ese error religioso desde hace mucho tiempo.

Hoy, la mayoría de los habitantes de este pueblo no recordamos que nuestros antepasados fueron pastores errantes que buscando comida para su ganado vagaban por toda esta región, y al llegar aquí se amañaron y construyeron casas y comenzaron a domar las montañas y a convertir sus tierras fértiles en sembrados abundantes y en pastizales para su ganado. Cuentan los abuelos, que alcanzaron a llegar familias atraídas por la fama de su rica tierra desde San Juan Nepomuceno, Bolívar, entre otras regiones, y también familias del otro lado del mar que venían huyéndole a la guerra que libraban árabes y turcos.

El río que antes se recostaba para dormir su siesta en los patios de las casas ubicadas en la calle de La Albarrada, paulatinamente se fue alejando y hoy está a dos kilómetros del pueblo. Todo por culpa de un sacerdote que en una noche de inspiración sacó al San Fernando de tamaño natural y lo redujo a cenizas en el puerto del río. Desde entonces el río se ha ido alejando del pueblo, resentido.

San Fernando, como la mayoría de los pueblos de la costa, vivió su plenitud hasta mediados de la década de los 80, donde todo abundaba y la gente se daba el lujo de pescar bocachicos inmensos sólo para tirárselo a los puercos. Era la época en que deambulaban bovinos cimarrones por las calles del pueblo sin su marca de hierro candente, común y silvestre, y dormían en el puerto de la cieneguita. Tiempos en que las brujas y hechiceras se tomaban las noches oscuras y parte de la madrugada para hacer daño y practicar sus artes diabólicas. Todo eso acabó.

Hoy pasan sin pena ni gloria sus fiestas de año nuevo, sus carnavales y la devoción de Semana Santa no existe; si se tiene en cuenta que todo eso lo hizo famoso entre todos los pueblos junto con el casabe y el suero con yuca. Debemos rescatar todo esto. Las fiestas patronales a veces dejan un sabor amargo y más cuando utilizan las famosas corralejas para asesinar a toros y hacer que el pueblo aplauda dejando de lado eventos culturales y deportivos más importantes que el sacrificio de animales inocentes.

Ese es San Fernando. El pueblo que en algunos textos aparece como San
Fernando de Oriente; en otros, como San Fernando Rey de España; en otros, como San Fernando Abajo; en otros, como San Fernando de Tolentino. Yo me quedo con el San Fernando, a secas; y ya eso es mucho aceptar en un pueblo que no debió nunca llamarse así. Y la paradoja más grande es que el rey de España ha sido elevado a santo en el santoral católico, debe ser por sus múltiples asesinatos e injusticias con la población indígena y sus depravaciones palaciegas que fue lo único bueno que hizo.

San Fernando, es el pueblo que a veces se detiene en el tiempo, que no quiere progresar o la oligarquía municipal no lo deja, o sus hijos somos apáticos. Pero ahí está, sumido en la pobreza y en la desigualdad social por culpa del desempleo y la falta de oportunidades pero lleno de ilusiones y esperanzas.

El licenciado Rogelio García Novoa dice que si en San Fernando coincidieran todos los profesionales nacidos aquí, se tendría que desocupar el pueblo para que quepan. Hay cantidades. Pero desafortunadamente eso no se refleja en progreso ya que a muchos de ellos les importa un carajo lo que pase o deje de pasar en esas tierras donde cuando niños todos corrieron en las noches jugando cacho escondido o donde todas las tardes se iban a bañar al Puerto de Pepe.

Aunque hay sanfernanderos que abren sin querer la puerta falsa de la nostalgia y le vienen a la mente muchos recuerdos, unos hermosos otros no tanto. Para nosotros, San Fernando, Magdalena, ha sido un buen padre de crianza, porque ha forjado gente de bien. Hoy con la ayuda de la tecnología nos encontramos con paisanos que están regados por el mundo llevando su frente en alto y tatuada con ese nombre que al escucharlo hace milagros y nos arruga el corazón de la nostalgia. Nos alegramos al sabernos representados en zonas exóticas por nuestros amigos y coterráneos y lo más importante: no olvidan quiénes son ni de dónde vienen.

Ojalá las nuevas generaciones marquen la diferencia y ayudemos a resucitar al pueblo, sus sitios más representativos, su gente que se destaca en algún arte, su paisaje hermoso.

El 30 de mayo está cumpliendo 260 años el pueblo donde pasan sucesos extraordinarios, lleno de personajes únicos, de personas de buen corazón. Saqueado por políticos y espera verse reivindicado por la nueva generación.

Sí, señores, el 30 de mayo es un día especial para este pueblo lleno de personajes irrepetibles, con anécdotas únicas como la contada por el doctor sanfernandero Bashir Yacub Bermúdez, según la cual el señor Martín Álvarez, que ya falleció, estaba preocupado por la mujer que había elegido su hijo, Temístocle, como esposa. “Se va a casar con una mujer con la que no le puedo dejar una razón”, se quejaba don Martín. Al preguntarle el porqué de su preocupación contestó desesperado: “es que es muda”.
Feliz día, San Fernando. Te quiero así, con todo lo malo que no debieras tener, con todo lo que no debieras sufrir, con todo lo que te hemos quitado, con todo lo que te hemos calumniado, con todo lo que te debemos y ya nos estás reclamando. Pero también tienes, San Fernando, muchas cosas bellas y únicas. Feliz día y que mañana sea mejor tu amanecer. Y que valga la ocasión para deponer odios, para dejar atrás los rencores, para querernos y respetarnos como personas civilizadas que somos. Y sobre todo, perdonar para poder vivir tranquilos, y trabajando con alegría como todo sanfernandero que se respete.

FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com

BUENOS DÍAS DON MIGUEL

A aquel ser maravilloso que conociera un día. O mejor: que se dejó conocer. A pesar que siempre he estado rodeado de él no le había dado la importancia que merece hasta que realmente lo conocí. A ese ser hoy deseo darle las gracias.
Parece mentira que ignoraba todo de él que tuve que preguntarle quién era. Me imagino que él fue el primero en extrañarse porque nos tropezamos por ahí a cada rato.
Me respondió con frases cargadas de adivinanzas, poesía, de metáforas, de paradojas e hipérboles todas hermosas. Hoy siento que lo quiero, lo admiro y lo respeto más:
“Si alguien como tú va donde estoy le brindo cariño, de mi mejor comida y agua del mejor manantial. De la orilla del camino a mi morada hay un sendero sembrado de esperanzas, de alegría, de confianza y siempre estoy silbando la misma canción, la canción del valor. Soy quien da de comer a mucha gente, soy quien rompe el silencio de la mañana cuando prendo el fogón y aparece de la nada la llama ardiente que se lleva los últimos suspiros de la noche. Soy quien lleva en los bolsillos una sonrisa, un consejo, un camino.
Para mí- continuó diciéndome- siempre es primavera, siempre es luna llena, siempre es el mes de mayo, siempre es lunes y nunca es domingo. De pronto su rostro se le ensombreció: a veces me pregunto por qué los del pueblo nos maltratan de palabras y de gestos, si nosotros le brindamos todo lo contrario. Somos amigos, somos hermanos, somos seres que heredamos lo bueno y lo bello de nuestros padres. La tierra es nuestra razón de existir. Tener un patio empedrado de aves de corral, un jardín lleno de flores sin marchitar y ese inolvidable olor de las flores de azahar es lo que nos acompaña en cada salida de sol.
Las veces que me he caído es para levantarme con más ímpetu ese mismo que tiene la naturaleza y que nos regala de a poquito si llegamos a conocer sus entrañas. En ocasiones habla, ya no ríe como antes, más bien llora. Soy el que en el camino brinda agua al sediento y hasta el burro al que está cansado. Le muestro el camino al perdido y le devuelvo lo suyo al vecino.
¿Quieres saber quién soy? -Me preguntó- Soy Rey. Soy el rey de un pedazo de suelo sembrado en Colombia y tengo mi Reina coronada además de mi cosecha lista para ofrecer porque siempre vivo trabajando. Voy a gritar que soy el Rey de mi parcela porque es el único sitio que siento mío y lo llevo hasta en las uñas. Visto de pantalón sencillo, camisa mangas largas y abarcas y llevo en la mano el machete que me acompaña a limpiar la maleza de nuestras almas. Hoy me he quitado el sombrero y no me siento cómodo sin él. Es nuestra identidad. Soy campesino luchador y laborioso como la herencia de tus padres. Somos ricos en transparencia y humildad, en amistad y sinceridad. Soy Rey de mil castillos sin hacer, pero soy Rey, el dueño de cada amanecer…”
Gracias por el suero con ahuyama y café con leche.
Tiene toda la razón: es el monarca de un reino sin vasallos. Y tiene la facultad de ver brillar el sol en las noches y la luna brillando en los medio días.
Hoy es un nuevo día, una nueva esperanza…Buenos días, don Miguel.
FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

EL ÚLTIMO ROMANTICO QUE QUEDA EN SANTA ANA.

No lo conozco. Nunca lo he tratado. Pero creo que no hace falta porque su antigua barba de judío del año 30 se pasea por todo lo que huela a poesía, a cultura, en la población de Santa Ana, Magdalena. Asimilar lo que con sus símbolos y signos nos transmite a cada rato no fue fácil. Aunque ya nos está amansando. Estamos acostumbrados a que poco se nos hable de manera figurada y este escritor silvestre de la única manera que sabe expresarse es a través de la magia de sus actos. Cada acción de este personaje hay que estarla traduciendo a la lengua de los mortales porque cada una de ellas nos invitan a salir de lo cotidiano, de lo aburrido, y es tanto el apremio de sus palabras certeras que a veces queremos salir corriendo para no aceptar la realidad pintada en sus poemas de color marrón y de olor a tierra recién llovida.

Pasó mucho tiempo para que pudiéramos comprender que el mensaje de su cabeza rapada era que deseaba la paz y la convivencia de todos los santaneros. Muchas personas no se toman el trabajo de comprenderlo, de descifrar su álgebra poética cargada de color verde esperanza y mucha agua de ciénaga.

No creo que sea un utópico. Él es una realidad que se puede palpar en el amanecer ceniciento de sus obras poéticas, de sus crónicas parecidas al arroz crudo, de sus cantos vallenatos. Este poeta de Las Flores vive. Vive en cada pincelada con la que despierta a Santa Ana con su aliento radial y la invita a bendecir la aurora de Dios.

Yo no se si será de este mundo pero de lo que puedo dar fe es que es el último romántico sin remedio que queda en esta región donde todo se quiere arreglar a trompadas y patadas y él pone su granito de arena diciéndonos con su lenguaje cifrado que esas no sólo son las maneras.

Nos ha puesto a pensar con sus intervenciones, con sus sueños que no se han ido por el barranco del río, nos ha demostrado que se puede hacer patria con un toque de irreverencia, y ya sus voces resuenan en la lejanía confundiéndose con la de brujas y hechiceras. Gracia a él las aves en esta zona pueden seguir picando libres los frutales cada día por fortuna.

Este moldeador de sentimientos nobles en arcillas imaginarias del río que nunca acaba de decir adiós le ha arrancado cada vez que le ha dado la gana los pétalos al arco iris y no declina su aspiración de ver nuestro entorno como lo vivieron los abuelos: limpio y puro y rodeados de un verde que nos hiera los ojos de tanto mirarlo.

Alguna vez alguien me dijo: ahí va el loco de Santa Ana. Volteé y lo que vi fue distinto: una persona de perfil sembrada por siempre en sus 15 años, con su barba y cabellos de siglos pasados, una manta de apariencia indígena y unas sandalias gastadas, características propias de los seres enviados por fuerzas celestiales y con el don de cambiar el mundo a través de sus acciones. Lo busqué pero se perdió en la poesía desnuda. Así que el único recuerdo que tengo de él es el paso fugaz por mi mente de uno de los apóstoles bíblicos equivocando la salida de Jerusalén por el del caótico sector de Los Tubos. Es un recuerdo de consolación.

Es músico, loco para sus detractores, y tal vez poeta del olvido para sus admiradores. Este Vate de Santa Ana que ha transformado nuestros días con sus mensajes radiales de fe y esperanza no está pintado en la pared.

Al menos yo lo tengo tatuado en mi alma sanfernandera. Somos amigos sin serlo. Nos conocemos sin habernos conocido. Hablamos el mismo idioma de tanto andar en orillas opuestas. Quizás él es serio y yo burlón, o todo lo contrario. O tal vez él asiste a misa dominical de 6 y yo a la de 8 o viceversa, para no destruir el encanto del misterio. A él le gusta hablar en el idioma de Machado, de Rubén Darío; a mí en el de Gossaín o en el de Sánchez Juliao. Su poesía es el azufre de mis tantas aguas revueltas. Es la candela con que se cocinan mis rebeldes pensamientos, purificándolos. Puede ser todo lo bueno habido y por haber hasta un bendecido como todo poeta maldecido por el dios del destino.

Es el último romántico que queda. Hay que cogerle cría porque hombres como Raffael Medina Brochero ya no vuelven a nacer al menos que Las Flores vuelvan a aquellos tiempos de suero con yuca y café con leche.


FABIO FERNANDO MEZA

jueves, 27 de mayo de 2010

“DOCTOR ROBERTO CALDERÓN, SINCERO, COMO SIEMPRE…”: ‘BETO’ ZABALETA

Soy Roberto Calderón, dijo el muchacho casi gritando para que su ídolo, el maestro del acordeón, Alejo Durán, lo escuchara. EL tumulto no dejaba. Todos querían estrechar la mano del legendario acordeonero y Roberto no era la excepción.
Gritando y abriéndose a codazos espacio logró que el Rey Vallenato se fijara en él. ¡Soy Roberto Calderón, maestro!, volvió a gritar. Alejo lo buscó en su memoria donde guardaba a su millón de amigos y conocidos pero ya las goteras del olvido comenzaban a pedirle cuentas. No lo encontró. Roberto Calderón no se dio por vencido: “Soy Roberto…y en un momento de desespero apeló a su último recurso. Soy el compositor de El Romancero, la canción que canta Diomedes…”
Alejo no sólo le paró bolas esa noche de versos y acordeones en Barranquilla sino que para sorpresa del entonces estudiante de arquitectura, comenzó a cantar la canción que para 1981 se escuchaba por todo los rincones. Terminaron cantándola juntos y desde entonces y para siempre fueron grandes amigos. Ajá, Robe, le dijo Durán, ¿y cómo es que te llamas?
El emocionado compositor tomo aire y lo soltó junto a su identidad sin tiempo de corregir:
Roberto Alfonso Calderón Cujía, nacido un 26 de mayo de 1957 en San Juan del Cesar, Guajira.
Durán lo abrazó diciéndole: olvidaste decir compositor de “experiencia”, mi primera canción y grabada por Adalberto Ariño y Oscar Negrete en 1976, carajo!
A Roberto en su génesis como cantautor le pasaron vainas raras: en San Juan cuando se acercaba a algún grupo que estaba cantando, el grupo se disolvía y lo dejaban ahí, parado, y desconcertado con la actitud de sus paisanos.
Fue su hermano Beto quién confió en su talento y se lo acompañaba con la guitarra comunitaria que había en San Juan. Fue así como cuando Emilio Oviedo andaba a la caza de una canción para llevarla a Medellín y grabarla con Beto Zabaleta, fue a San Juan y se encontró en el quiosco de Joseíto con el muchacho que componía con el alma en la mano. Le cantó “Recordaciones” y Oviedo se quedó con la boca abierta haciéndole prometer al compositor que no se la daría a nadie más. Fue un éxito y título del larga duración en 1977.
Pero a Roberto le importaba un carajo en esa época de adolescencia que los campesinos de su pueblo le echaran la culpa del crudo verano que se vivió. Él se disculpaba pero eso no bastaba: “Me perdonan que a mí me guste el verano, pero un hombre enamorado piensa sólo en su morena”.
Era el tiempo loco cuando las niñas de San Juan salían a darse un baño en el río y él a una en especial le cazaba el tiro y poco a poco se fueron encariñando…
En 1978 participa en el festival de compositores de San Juan con su tema “Luna Sanjuanera”. Hasta hoy nadie se explica por qué fue relegada al segundo lugar cuando actualmente es el himno del pueblo. Los organizadores del evento sintieron que estaban en deuda con el compositor emergente y en 1980 lo premiaron merecidamente por su canción “Gitana” que después sería grabada por Beto Zabaleta.
Hay algo curioso en la manera como Roberto bautiza sus composiciones y es que le gusta que el nombre de su canción sea escogido para darle también nombre a la grabación del conjunto que la interprete. La mayoría de las veces lo ha logrado. En otras ocasiones a Poncho no le dio la gana de bautizar su grabación con Beto Villa “El último romántico”; a Diomedes tampoco con “Harán historia” ni al Binomio con “Añoranzas” ni a Beto con “Tarde a Tarde” o “Cuál de los Dos” o “Bendita Suerte”. Pero la mayoría de sus temas titulan también al álbum del cantante
Roberto Calderón es un referente en la música vallenata. Labró su estilo y en la década de los 80’ no había cantante que en su grabación no trajera una canción del compositor sanjuanero.
Actualmente canta él mismo sus temas. Así le va mejor. El hecho de que ya no venga en los CD actuales, no significa que se le haya secado su manantial poético. Hoy es muy solicitado para amenizar reuniones y la gente es la que termina cantando sus canciones inmortales.
Todavía nadie se explica por qué la canción “el corazón del Valle” no ganó el galardón en el Festival Vallenato y fue mandada sin misericordia al segundo lugar siendo después un éxito en la voz de Jorge Oñate.
Roberto Calderón disfruta actualmente del reconocimiento de sus seguidores, de sus colegas en su oficio y en su arte y de mucha gente que a cada rato le damos las gracias porque por culpa de alguna de sus canciones nos reconciliamos con nuestra novia.
Pero todavía se da una escapadita a su finca en Galapa para saborear el olor de la mañana y mezclarlo con suero y ñame y recordar aquellos tiempos cuando la más bonita del barrio pasaba y un piropo entonces él le lanzaba y acudían a la cita y él se ponía su mejor camisa…

Manuel, Roberto Calderón ya no tiene necesidad de pedirle a Carlos Gámez que le dé un consejo en cuestiones de mujeres pero siempre reconocerá que “Beto, su hermano, está mejor y lo más importante: ya puede cantar”
FABIO FERNANDO MEZA

lunes, 24 de mayo de 2010

BUENOS DÍAS, DON MIGUEL

A aquel ser maravilloso que conociera un día. O mejor: que se dejó conocer. A pesar que siempre he estado rodeado de él no le había dado la importancia que merece hasta que realmente lo conocí. Hoy deseo darle las gracias.
Parece mentira que ignoraba todo de él que tuve que preguntarle quién era. Me imagino que él fue el primero en extrañarse si nos tropezamos por ahí a cada rato.
Me respondió con frases cargadas de adivinanzas, poesía, de metáforas, de paradojas e hipérboles todas hermosas. Hoy siento que lo quiero, lo admiro y lo respeto más:
“Si alguien como tú va donde estoy le brindo cariño, de mi mejor comida y agua del mejor manantial. De la orilla del camino a mi morada hay un sendero sembrado de esperanzas, de alegría, de confianza y siempre estoy silbando la misma canción, la canción del valor. Soy quien da de comer a mucha gente, soy quien rompe el silencio de la mañana cuando prendo el fogón y aparece de la nada la llama ardiente que se lleva los últimos suspiros de la noche. Soy quien lleva en los bolsillos una sonrisa, un consejo, un camino.
Para mí- continuó diciéndome- siempre es primavera, siempre es luna llena, siempre es el mes de mayo, siempre es lunes y nunca es domingo. De pronto su rostro se le ensombreció: a veces me pregunto por qué los del pueblo nos maltratan de palabras y de gestos, si nosotros le brindamos todo lo contrario. Somos amigos, somos hermanos, somos seres que heredamos lo bueno y lo bello de nuestros padres. La tierra es nuestra razón de existir. Tener un patio empedrado de aves de corral, un jardín lleno de flores sin marchitar y ese inolvidable olor de las flores de azahar es lo que nos acompaña en cada salida de sol.
Las veces que me he caído es para levantarme con más ímpetu ese mismo que tiene la naturaleza y que nos regala de a poquito si llegamos a conocer sus entrañas. En ocasiones habla, ya no ríe como antes, más bien llora. Soy el que en el camino brinda agua al sediento y hasta el burro al que está cansado. Le muestro el camino al perdido y le devuelvo lo suyo al vecino.
¿Quieres saber quién soy? -Me preguntó- Soy Rey. Soy el rey de un pedazo de suelo sembrado en Colombia y tengo mi Reina coronada además de mi cosecha lista para ofrecer porque siempre vivo trabajando. Voy a gritar que soy el Rey de mi parcela porque es el único sitio que siento mío y lo llevo hasta en las uñas. Visto de pantalón sencillo, camisa mangas largas y abarcas y llevo en la mano el machete que me acompaña a limpiar la maleza de nuestras almas. Hoy me he quitado el sombrero y no me siento cómo sin él. Es nuestra identidad. Soy campesino luchador y laborioso como la herencia de tus padres. Somos ricos en transparencia y humildad, en amistad y sinceridad. Soy Rey de mil castillos sin hacer, pero soy Rey, el dueño de cada amanecer…”
Tiene toda la razón: es el monarca de un reino sin vasallos.
Hoy es un nuevo día, una nueva esperanza…Buenos días, don Miguel
FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

miércoles, 12 de mayo de 2010

LA SEÑO GLORIA

La vez primera que tuvimos conciencia de que nuestra madre era maestra fue una noche perdida de comienzos de un año cuando se reunían en casa de nuestra abuela Rebeca estudiantes del grado quinto a ensayar cumbias, porros y fandangos. Había hombres y mujeres de la talla de Eudaldo Pérez, Teobaldo Oliveros, Belinda Álvarez, Saida Álvarez, Hermes Polanco…en fin. Nosotros éramos niños y sentados en una mecedora asistíamos a semejante derroche de energía y talento.
La seño Gloria, siempre se ha interesado por la parte cultural de sus alumnos sin importar sexo ni raza. Siempre los obliga a realizar algún acto y los acostumbra tanto que cuando no lo hace ellos le reclaman. De esta Normalista de Sahagún han aprendido muchas generaciones de sanfernanderos cuyos padres le han apostado a que fuera ella quien educara a sus hijos. No es más recordar la vez que la niña Osiris Yacub Bemúdez se negaba a ir a la escuela 007 porque la seño Gloria no sería su seño ese año.
Los carnavales eran animados durante muchos años por esta mujer de vitalidad impresionante y de sueños continuos. Famosa en toda esta región por sus aportes al rescate de nuestros valores. Hoy, numerosos profesionales todavía se acuerdan de que fue ella quien le mostró con su paciencia y su don el derrotero a seguir.
Esta profesora que de niña y por ser la última hija del matrimonio de Víctor Delgado y Rebeca Navarro gozó de ciertos privilegios, tenía claro que lo suyo era estudiar desde el día soleado de un diciembre cualquiera cuando su padre le preguntó que si quería hacerlo. Ella no sólo le dijo que sí si no que exigió que fuera en la Normal para Señoritas de Mompós y luego Cereté y Sahagún.
No le importó trabajar gratis al comienzo de su carrera cuando el profesor Caamaño le pidió su ayuda para educar a muchos niños sin esperanza de pago.
Creemos que fue la época que más aprendió y se gozó su trabajo. Para nadie es un secreto tantos padecimientos que sufrieron los profesores de esa época incluyendo a los respetables que hoy al igual que ella, les extiendo este meresidísimo homenaje. Fueron tiempos difíciles. Pero en medio de tantos padecimientos creemos que trabajaban mejor y demostraban su amor a su profesión como lo hicieron hasta el último día de su trabajo.
Qué bueno sería que el espíritu de enseñanza, alegre, religioso, dicharachero, cultural y deportivo de la seño Gloria se quedara en el colegio por siempre y para siempre; qué bueno sería que la seriedad, verticalidad y capacidad de enseñanza de la seño Osiris fueran emuladas por los profesores jóvenes; qué bueno sería que la fe espiritual, respeto y don de gente de la seño Beatriz no se fueran nunca de los salones; como no se debe ir el amor y la entrega sin sosiego de la Seño Enilda por su gran obra como lo es su colegio de toda la vida. Qué bueno sería que la frescura y el ánimo optimista de la seño Bertilda se quede impreso no sólo en los que tuvieron el honor de ser sus alumnos, sino en los profesores que se quedan y lo pongan en práctica; qué bueno sería que el trabajo laborioso serio y cumplido del profesor Armesto siga haciéndose así el no esté de cuerpo, porque siempre estará de corazón.
Nuestra madre también se ha destacado por su capacidad para escribir coplas, cuentos, canciones…Traté de explicarlo cuando en la ciudad de Medellín hace poco, una periodista me preguntó que quién me había enseñado a escribir y contesté: “sería de tanto ver a la Seño Gloria hacer coplas y cantos para sus alumnos”. Cuando la periodista me preguntó quién era la seño Gloria, le respondí: “Es Mi Madre”.
La capacidad para crear coplas y componer de ella, quizás le nació de su inclinación de mamarle gallo a la vida, de no tomársela demasiado en serio. Nuestro tío y hermano gemelo de ella, el difunto Jesús Delgado, nos contó una historia donde ellos fueron protagonistas cuando eran niños: “De pronto el papá Víctor los llamó bien de mañanita a los mellos, como les decían, ellos tendrían 5 ó 6 años pero ya eran traviesos, y les dijo que se sentaran en el taburete y a ambos les puso entre las piernas una totuma inmensa llena de carimañolas de yuca, y la orden fue perentoria de parte de su padre: ¡se las comen toda, hasta que se caguen!” Todo esto porque la señora Teodosia le debía una plata a nuestro abuelo Víctor y se la pagaba llevándole carimañolas en esa totuma inmensa que nadie comía. Nuestra madre y nuestro tío, las cogían, medio las pellizcaban y las botaban hasta que nuestro abuelo se dio cuenta y los castigo de esa manera.
Todo en la vida no ha sido color de rosa para la seño Gloria. También se le ha puesto el barro duro, como dice Juancho Ruíz Meza, a ella también se le ha visto llorar cuando se va para siempre alguno de los suyos. Pero todo eso se lo cura la hamaca y el café tinto de las 4 de la mañana acompañados de cantos religiosos que todavía interpreta a todo pulmón como en sus mejores tiempos.
Ha sido reconocida como la maestra que lleva vida y alegría donde quiera va a representar no solo al colegio donde trabajaba sino al pueblo donde tuvo la dicha de nacer un 6 de julio. Pero no nació sola. La acompañó por 50 años su hermano gemelo, el famoso Mello Delgado. Ha sido felicitada por entidades como Cafam cuando trabajó allí, por la alcaldía y gremios departamentales y municipales y no son pocos quienes le reconocen el haber llevado el nombre de su institución y de su pueblo, lejos.
Seño Gloria, que bueno que la tengamos de tiempo completo en la casa. Qué bueno que hoy esté recibiendo este merecidísimo homenaje, que bueno que se haya vuelto a reunir con sus colegas y paisanos. Pero eso no implica que deje de ser un referente en la educación de este pueblo. Todavía tiene mucho que enseñar, mucho que aportar.

Seño Gloria, nos sentimos orgullosos de tenerla como nuestra madre y como nuestro padre también, y queremos recordarle lo que nuestra hermana Isyoli dijo de usted: “Yoya tiene el corazón tan grande como Batatal…”
Nos regocijamos que este homenaje lo reciba usted cuando puede todavía deleitarse y saboreárselo y almorzárselo, cuando debe ser, porque los homenajes se hacen en vida y usted se lo merece al igual que se lo merecen todos los homenajeados del día de hoy.
Seño Gloria: sus hijos Manuel Joaquín, Isyoli, Isby y Fabio Fernando, le queremos reiterar nuestro amor, nuestro respeto, admiración y agradecimiento porque también a nosotros nos ha educado inculcándonos que seamos personas de bien.
No nos queda más que darle gracias a Dios por nuestra madre y profesora y por todas las profes de primaria de San Fernando, Magdalena
Agradecido,
FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdel@gmail.com

miércoles, 5 de mayo de 2010

RAFAEL ESCALONA: UN HOMBRE GRANDE. CRÓNICA PUBLICADA EN LA REVISTA OFICIAL DEL FESTIVAL VALLENATO DEL 2010

¡Pero no fue por otro hombre! Esa respuesta tajante la dio Rafael Escalona cuando entraba al patio de la casa de su comadre Consuelo donde se reunían para cada Festival Vallenato en sus albores, diferentes personalidades que aman este folclor.

Escalona había alcanzado a escuchar lo que al periodista Juan Gossaín le comentaba su también comadre Consuelo: “Está alicaído, compa. La novia, su última conquista, lo dejó…” Entonces ¿Cómo fue la vaina, Rafa?, Preguntó Gossaín. A lo que Escalona replicó terminándose de sentar en el taburete:” Sí me dejó pero porque se metió a evangélica ¡y eso es muy diferente!”

Para los dos amigos de Escalona estaba claro que no iba a reconocer que le habían pisoteado su ego. Pero este personaje del que García Márquez había dicho en una ocasión que “era el hombre más enamoradizo y hazañoso que hubiera conocido” no aceptaba una derrota, sólo de un poder celestial.

Un rebelde. Ese era Escalona. Comenzó a tamborilear con los dedos letras y melodías en la mesa antes de que le sirvieran la comida y las guardaba para siempre en su memoria para ofuscación de sus padres y deleite de sus amigos. Protestó contra el hambre del liceo Celedón con la única arma que disponía: Una canción. La verdad él no quería estudiar. Él quería tener un medio para ganarse la vida, parrandear con trago fino, enamorarse para que la musa no se le fuera con otro y tener más de un millón de amigos. Todo eso lo consiguió.

La mayoría de sus canciones las ensayaba cantándolas guiándose por la melodía que llevaba dándole golpes a la cabeza de la silla de montar con una vara de totumo cuando paseaba por su hacienda “Chapinero”. Lo único que lo sacaba de ese ensimismamiento era que algún campesino de la zona se le acercara para pedirle el favor de que le vendiera un centavo de hora. Él se la regalaba: son las 10 y 10 de la mañana le decía medio deteniendo la mula que le gustaba montar. Como campesino que al fin y al cabo era, no creía mucho en lo que le decía el reloj brillante que adornaba su muñeca izquierda y regalado por algún amigo contrabandista. Antes de regalar la hora y rechazar el centavo, Escalona primero miraba el sol y luego comparaba ese dato con el reloj circular inmenso y nunca se equivocaba. Era la hora exacta. De eso también se ufanaba.

Siempre tenía que pasarle cosas diariamente para poder alimentar su memoria y sobrevivir. En su larga vida siempre pasaba algo, algún detalle, y lo aseguraba en el acto para poder llegar el fin de semana siguiente donde sus amigos no sólo acompañado de una botella de whisky sino de versos sueltos al que el acordeonero de turno le tocaba acomodar. Escalona era de esas personas que siempre quería ser el centro de atención. Quizás por eso inventaba cualquier locura para salir de la cotidianidad de la parranda y algunas veces llegaba callado y cuando le reclamaban contestaba: He resuelto no hacer más cantos. Sus amigos de parranda protestaban: ¿y eso por qué, Rafa?. Porque Sabitas me demandó, respondía. Pero ese detalle era el comienzo de otra canción que ya traía compuesta para la parranda siguiente. Escalona tenía la particularidad de parrandear de día. Comenzaba a las 8 de la mañana y ya a las 5 de la tarde se estaba recogiendo. Cuando se le preguntaba el por qué de su horario de gallina respondía: “Jamás nadie dirá que vio a Escalona borracho de noche”

Sus amigos de infancia y de muchacho ocuparon siempre un lugar especial en su corazón porque nunca lo vieron como la celebridad con que otros lo miraban sino como “el compañero que echa vainas” y el que en vacaciones de colegio estaba a la caza de algún suceso en el pueblo para volverlo canto. “Yo no salgo con ese reloj de pared debajo del brazo para la calle a mandarlo a componer”, dijo el Coronel, de García Márquez. “Si por ahí está Escalona y me ve con semejante escaparate me hace un canto…”

Algunos dicen que cuando se fue para Bogotá se le acabó la inspiración. Él se defendía diciendo que no componía cuando la gente quería sino cuando él lo disponía. “Ajá, compadre, le reclamó Consuelo ¿cuando le va a hacer la canción que le prometió de regalo a mi compadre Gabo por el Nobel?”. Él no le respondió. Pero casi un año después los Hermanos Zuleta lanzaron ese bombazo en forma de merengue vallenato llamado Vallenato Nobel, pero antes le había pedido a su ahijado Poncho que le regalara una copia antes de salir al mercado el disco y se la mandó a su comadre Consuelo para que dejara de fregarle la paciencia.

Escalona decía que la primera impresión era la que valía. Por eso siempre andaba impecablemente vestido, hasta dormido. Y solamente él era capaz de tener tantos trapos envueltos encima además de una corbata elegante en el sol inmisericorde de Patillal como le dijera Juana Arias, para sacarse con él sus rencores almacenados en la bilis porque por su culpa el doctor Molina no le había querido servir de abogado para el caso de Luis Manuel.

Todo el mundo sabía que las mujeres eran la debilidad de Escalona y era capaz de todo con tal de conquistarlas, pero por sus constantes devaneos ese romance duraba la mayoría de las veces los que demora una canción vallenata: cinco minutos. Además, Escalona era consciente de que al igual que el médico sanfernandero Edgar Ruiz Aguilera, no había nacido para ser como los fósforos suecos que sólo prenden en su propia caja.

Cuando sintió que en el mes de mayo alguien había cogido sin su permiso su maleta llena de pinturas, gabardinas, recuerdos, canciones y sombreros, y que al igual que a él lo había embarcado sin su consentimiento en un vagón cuyo tren no dejaba de pasar desde la orilla del río de aguas diáfanas donde él cuando niño le bañaba el caballo al maestro Tobías Enrique Pumarejo hasta la ciudad sitiada por cerros donde ni en Semana Santa dejaba de llover, sintió la imperiosa necesidad de reconciliarse con el también compositor Armando Zabaleta. No tuvo tiempo.

En el año de 1994 para el Festival del Porro de San Pelayo, Córdoba, Escalona fue invitado como jurado y en plena inauguración de tan magno evento un despistado miembro de la junta directiva que estaba a su lado lo miró despectivamente y le preguntó a quemarropa: ¿ Y quién carajos es Escalona?.

El cronista que decía que lo que extrañaba en Bogotá de su Patillal del alma después del almuerzo era un pedazo de panela para la sobremesa, le dijo mirándolo a los ojos sin tiempo de pensarlo e hiriendo de muerte por siempre y para siempre al osado personaje con el puñal afilado de su respuesta: Un hombre grande.

FABIO FERNANDO MEZA

fafermezdel@gmail.com

lunes, 3 de mayo de 2010

VENGA ESA MANO, ANTONIO MOISÉS...( EN ESPAÑOL)

A lo mejor ya han empezado las campañas a las que no les ha gustado ni cinco que Mockus les esté pisando los talones a escarbarle su vida para ver si encuentran algún detalle que puedan capitalizar como escándalo.
No tendría nada de raro. Al fin y al cabo la campaña que según las encuestas va encabezando la preferencia de los colombianos no se ha caracterizado precisamente por su verticalidad y transparencia y mucho menos por la verdad en sus actos y declaraciones.

Si ha habido utilización de organismos del estado para chismosear la vida de los opositores del actual gobierno, quizá estos organismos volverán a estar al servicio del mismo gobierno para enlodar al candidato académico y ensalzar al candidato de palacio inventándose sabe Dios qué bajezas.

Todos los actos de nuestras vidas están llenos de acciones. Unas que dejan satisfacción y otras que hay que revisar. A Mockus le critican su actitud frente a determinados problemas y la manera como los ha encarado. Lógicamente que él ya no tomará la actitud de ayer y la traerá a una solución de hoy o para protestar. Cada cosa en su contexto. Y eso es difícil de asimilar para aquellos que creen que todo debe solucionarse a peso de impunidad, culata y fusil si no, no sirve.
No todos los seguidores del candidato verde son académicos o letrados o instruidos. No. Lo siguen también los de abajo, los campesinos, los habitantes de la calle…la otra Colombia.

Mockus no es perfecto y él lo dice con sus metidas de patas. Tiene el defecto de decir la verdad y ser transparente y ese es su peor delito para una clase política que se pasea sobre esas, para ella, virtudes. Por eso es un bicho raro.
Obviamente que muchos políticos están aterrados de sólo pensar que pasarán 4 años sin robar, sin saquear, sin acudir a la hipocresía y a la politiquería y que el país por fin progrese. Están que se orinan los pantalones cuando sienten que de llegar Mockus a palacio no habrá más notarías, agro ingresos, embajadas, contratos, prebendas, puestos a personas sin capacidad para tenerlos, sólo porque es hijo del Honorable Congresista. Le dará una trompada a la corrupción.

Un Presidente no se las sabe todas. El actual pidió prestado más tiempo a ver si aprendía y tuvo que pedir más prórroga cuando no pudo asimilar tanta complejidad pero lo atajaron a tiempo para que la Casa de Nariño no se llenara de tataranietos. Pero Mockus es astuto e inteligente y a quien le basta una mirada al panorama del país para darse cuenta que hay muchos compatriotas que no desayunan si no a las 3 de la tarde un día de por medio y aplicará correctivos. No se extrañará nadie si toma su sueldo y lo dona a alguna entidad en vez de gastárselo todo en apuestas de golf en un club donde sólo asistan personas de estrato 9, y cuenten a quienes quieran oír que se gastaron en un minuto de mala suerte lo que los colombianos de a pie aspiramos a tener si trabajamos 100 años.

Colombia se merece un presidente que la ame y no uno que quiera serlo por el simple hecho de tener un cargo más referenciado en su hoja de vida y mostrarlo orgulloso a sus amigos extranjeros sin importar cómo lo hace o por qué lo hace. Colombia se merece un presidente que diga la verdad y que no lo atormenten sus decisiones equivocadas del pasado esas que no dejen dormir y le eche la culpa a otros.

200 años de independencia donde han gobernado desde militares hasta representantes de inmigrantes árabes pasando por poetas, y a todos les ha ido más mal que bien, es tiempo para hacer un paréntesis y recibir una bocanada de aire fresco.

Cuando un amigo y paisano costeño escuchó la andanada de críticas de un admirador del gobierno y de su candidato para Mockus, me preguntó que si ser frentero, leal, sincero y transparente era malo. Le dije que no. Su sabiduría ancestral me respondió en el acto: “Colombia está lleno de todo lo contrario a lo que él representa, el país es un árbol de follajes de burocracia, de robos, de atropellos. De corruptos, de impunidad, de pobreza. Ese señor es como una hormiga.”
Y finalizó pidiéndome un favor: “si usted ve a ese señor barbón dígale que él es como una hormiga. Y la hormiga pela es donde hay hojas, y más si es a esas clases de hojas de ese tipo de ramas, carajo”
FABIO FERNANDO MEZA
fafermezdelgmail.com