lunes, 22 de febrero de 2010

¡ QUE APAREZCA ESA BORRACHA CANCIÓN VALLENATA...CARAJO!

COLUMNA CARCAJ

En la música vallenata siempre ha ocurrido un hecho muy particular: los cantantes se la pasan buscando esa bendita canción que los catapulte a la fama para dejar de pasar hambre. Basta con echarle una hojeada a las páginas donde está escrita la historia de nuestro folclor para darse cuente de este simpático fenómeno.
O si no que lo diga Silvestre Dangond, quién jodió y jodió con 3 grabaciones con las que no pasó mayor cosa y estuvo a punto de volver con su ingeniería en Bogotá hasta la aparición de esa tromba llamada “La Colegiala”. A partir de ahí es Don Silvestre o “El Intocable” como le dicen sus fanàticos.
Pero desafortunadamente hay cantantes (y buenos) que se la han pasado buscando toda su vida artística esa borracha canción y ella siempre le ha sacado el cuerpo y tienen que tirar la toalla.
El cantante Miguel Morales, tuvo relativos éxitos al lado de Omar Geles, pero todo el mundo supo quién era Miguel Morales sólo cuando grabó “acompáñame” una canción que se escuchó hasta que le dio la gana, y Migue pudo respirar tranquilo por un tiempo porque después no volvió a levantar cabeza.

Si hablamos de los llamados “Grandes del Vallenato” también andaron “pariendo en seco” un tiempo hasta que les llegara esa bendita canción celestial que los redimiera y los mafiosos de la época les pararan bolas y o contrataran para las parranda de varios días y su público le comprara sus grabaciones. Pero con ellos pasó algo particular: se han mantenido. Quizás porque sus éxitos han sido periódicos y no han sido flor de un día y todos a quienes les gusta el buen vallenato lo siguen a todos ellos por fortuna.

El cantante Miguel Herrera, hizo de la canción de Marciano Martínez, “Venceremos”, su pasaporte a la inmortalidad, aunque ya tenía varios discos encima, Miguel no despegaba. Las nuevas generaciones no saben lo importante que fue para la música vallenata este copiloto vallenato, así le llaman al cantante de la región de San Ángel, Magdalena, a quien las malas compañías sacaron a las carreras de la constelación vallenata y desafortunadamente dejó de alumbrar por un tiempo esta importante estrella.

El cantante Jorge Celedón, antes de su “Ay Hombre” apenas si hizo cosas como para medio sobrevivir comiendo fritos y pasteles con agua de panela después de cada presentación cuando hacìa parte del Binomio, segùn cuenta Jimmmy, su acordeonero. Hoy no se baja de los aviones y vive con una agenda en el exterior repleta y no ha perdido su don de gente que es lo importante.

Lástima que el gran Marcos Díaz se dejó llevar por el cuento falso de la fama y sucumbió a la mediocridad. Qué pesar de este cantautor que con su “Me Vieron Llorando” puso a cantar a toda una generación y no había caseta donde Marcos no estuviera para cantarla. Después hizo otras grabaciones pero no le fue bien. Hoy ya no se escucha. Lástima.

Peter Manjarrès, cuando era Pedro Antonio, buscaba afanado un lugar dentro del vallenato. Lo encontró. Pero fue gracias a una canción desechada por cuanto conjunto fue ofrecida hasta que cayó “El Amor de mi Sabana” en sus manos. Paradójicamente la grabó sin grandes expectativas ya que los ojos de todos ellos estaban puestos en la canción “Imbatible”, pero fue aquella la que hizo de Peter, Peter. Vean que vaina!

¿Quién no recuerda a los otrora famosos Embajadores Vallenatos? Habían hechos pininos por ahí pero cuando grabaron “El Santo Cachón” se dieron los gustos habidos y por haber. Pero para ellos como que después no hubo más y hasta ahí llegaron.

Claro que no sólo es “yo tengo esta canción pegada y háganme reverencias”. No señor. Se tiene que seguir trabajando, ratificando que se tiene los pantalones bien puestos listo para combatir y seguir en la cima.

Esto lo entendió muy bien Kaleth Morales quien con su “Vivo en el Limbo” se paseó por donde le dio la gana. Si la muerte no se lo lleva fuera hoy por hoy el verdadero ídolo del vallenato contemporáneo.

Un cantante barranquillero salió un día cualquiera sonando en todas las emisoras con una hermosa canción que se escucha aún: a una Sirena, luego hizo algo más y se acabó. Se trata de Carlos Malo. Así es la vida.
Del Fabián Corrales cantante ni hablemos.

Claro que también hay Rey destronado. Cantantes que tuvieron la dicha de estar en el cielo gracias a sus magistrales canciones e interpretaciones hoy no se escuchan o se escucha de ellos lo clásico, lo bello. Lo vallenato. Cantantes que no miraron hacia atrás para darse cuenta que el que venía detrás estaba arreando y arrearon más que ellos. O si no que lo diga el cantante Diomedes Díaz, ídolo de multitudes hasta que se durmió en sus laureles. Hoy ese gallo ya no canta como antes.

Cada día salen nuevos grupos en busca de esa canción, sí, esa borracha canción, carajo, que pegue, que les dé el millón de dólares “para comprar una casa grande…donde quepa tu corazón…” no importa que sea de Omar Geles, quien se dio cuenta ya que con canciones pegajosas le va mejor a su cuenta bancaria y todo se las pelean para ver si encuentran otra Colegiala, otra Ay Hombe, otra Vivo en el Limbo, otra Amor de mi Sabana, otra Lo Tienes Todo. Pero esas canciones están esquivas.

Ojalá hubiera otra “Arco Iris” u otra “Se Acabaron”, u otra “Cristina Isabel”, quizás se asome en el horizonte otra “Mi Hermano y Yo” o “Nido de Amor”, o de pronto una “Gitana”. Quién sabe si se deje ver alguna “Relicario de Besos” o “Mi Novia y mi Pueblo”, tal vez “El Mocoso”. Ojalá ocurra ese milagro.

Claro que Silvestre cuando sus seguidores le piden que cante La Colegiala, se niega. Dice que él no necesita de ella que la dejen quieta en su Universidad. Desagradecido y petulante como él solo.

Dios quiera que nuestros amigos Ata y Pancho encuentren vuelta canción su media naranja. Su borracha canción. Se lo merecen.

A los cantantes que tuvieron la suerte de que encontraron a esa canción especial y los sacó del barro, felicitaciones y a seguir trabajando. A aquellos que todavía la suerte no les ha sonreído, pa’lante. Algún día…

viernes, 19 de febrero de 2010

LA JERIGONZA DE CUANDO FUI ALCALDE DE SANTA ANA POR UN DÍA....EN SUEÑOS

COLUMNA CARCAJ

CHIACHIhí CHIesCHItaCHIba CHIyo. CHIPerCHIdiCHIdo CHIen CHImeCHIdio CHIde CHItan CHIpoCHIcas CHIcoCHIsas, CHIpeCHIro CHIperCHIdiCHIdo. CHIMe CHIpreCHIgunCHIté CHIsi CHIaCHIsí CHIesCHItaCHIríCHIAa CHIpor CHIel CHIresCHIto CHIde CHImi CHImanCHIdaCHIto. CHIMe CHIhaCHIbíCHIan CHIdiCHIcho CHIque CHIel CHIpoCHIder, CHIaunCHIque CHIpoCHIco, CHIemCHIpaCHIlaCHIgaCHIba, CHItransCHIforCHImaCHIba CHIel CHIesCHIpíCHIriCHItu, CHIque CHIse CHIpoCHIdíCHIa CHIpeCHIdir CHIo CHImás CHIbiCHIen CHIorCHIdeCHInar CHIcualCHIquiCHIer CHIesCHItuCHIpiCHIdez CHIpeCHIro CHIcoCHImo CHIeCHIra CHIel CHIalCHIcalCHIde CHIhaCHIbíCHIa CHIque CHIaCHIcaCHItarCHIla.
CHIDesCHIpuCHIés CHIdel CHIfesCHIteCHIjo CHIoCHIbliCHIgaCHIdo CHIdonCHIde CHIfirCHImé CHIvaCHIriCHIas CHIfacCHItuCHIras CHIpaCHIra CHIpaCHIgarCHIlas CHIel CHIalCHIcalCHIde, CHIno CHIyo, CHIbueCHIno, CJIal CHIfin CHIy CHIal CHIcaCHIbo CHIes CHIla CHImisCHIma CHIvaiCHIna, CHIdesCHIpuCHIés CHIque CHIbrinCHIqué, CHIsalCHIté, CHIproCHImeCHItí CHIal CHIdíCHIa CHIsiguiCHIenCHIte CHIaCHImaCHIneCHIcí CHIenCHIguaCHIyaCHIbaCHIdo CHIpeCHIro CHIcon CHIla CHIsensCHIaCHIciCHIón CHIde CHImanCHIdo.
CHIHiCHIce CHIde CHItoCHIdo. CHICuanCHIdo CHIel CHIHoCHInoCHIraCHIble CHIConCHIceCHIjo CHIMuCHIniCHIciCHIpal CHIme CHIdio CHIcarCHIta CHIblanCHIca CHIpaCHIra CHIdisCHIpoCHIner CHIde CHIalCHIguCHInos CHIaCHIsunCHItos CHIproCHIpiCHIos CHIde CHIla CHIadCHImiCHInisCHItraCHIciCHIón, CHIlo CHIpriCHImeCHIro CHIque CHIhiCHIce CHIfue CHItrasCHIlaCHIdar CHIciCHIen CHImiCHIlloCHInes CHIde CHIpeCHIsos CHIque CHIla CHInaCHIciCHIón CHIhaCHIbíCHIa CHIdesCHItiCHInaCHIdo CHIpaCHIra CHIel CHIsaCHIneCHIaCHImiCHIenCHIto CHIbáCHIsiCHIco CHIde CHISan CHIFerCHInanCHIdo, CHIMagCHIdaCHIleCHIna, CHIpaCHIra CHIgasCHItárCHInosCHIlo CHIen CHIlas CHIfiesCHItas CHIpaCHItroCHInaCHIles. CHIQué CHIcaCHIraCHIjo, CHIeCHIsos CHIsanCHIferCHInaCHIdeCHIros CHIque CHIse CHIesCHIpeCHIren. CHIAl CHIfin CHIy CHIal CHIcaCHIbo CHIsiCHIemCHIpre CHIhan CHIviCHIviCHIdo CHIaCHIsí. CHIY CHImuy CHIbiCHIen CHIque CHIesCHItán.
CHIMe CHIdi CHIcuCHIenCHIta CHIque CHIninCHIguCHIno CHIde CHIlos CHIcoCHIlaCHIboCHIraCHIdoCHIres CHIme CHIseCHIrviCHIríCHIa CHIpaCHIra CHInaCHIda CHIporCHIque CHIhaCHIbíCHIan CHIsiCHIdo CHIesCHIcoCHIgiCHIdos CHIcon CHIcriCHIteCHIriCHIos CHIcliCHIenCHIteCHIlisCHItas CHIy CHIno CHIpor CHIperCHIfiCHIles CHItécCHIniCHIcos.
CHIMe CHIdiCHIjeCHIron CHIque CHIpoCHIdíCHIa CHIdisCHIpoCHIner CHIdel CHIreCHIcauCHIdo CHIde CHIimCHIpuesCHIto CHIy CHItoCHIme CHIuCHInos CHIcuCHIanCHItos CHIpeCHIsos CHIpresCHItaCHIdos CHIy CHIcomCHIpré CHItieCHIrras CHIy CHIgaCHInaCHIdo CHIpeCHIro CHIlos CHIpuCHIse CHIa CHInomCHIbre CHIde CHIoCHItro. CHIEs CHIque CHIyo CHIno CHIvoy CHIa CHIhaCHIcer CHIalCHIcalCHIde CHInunCHIca CHImás.
CHIMe CHIhan CHIdiCHIcho CHIlos CHIque CHIsaCHIben CHIde CHIesCHIta CHIvaiCHIna CHIde CHIser CHalCHIcalCHIde CHIque CHIpaCHIra CHImí CHIeCHIra CHImeCHIjor CHItanCHItas CHIcaCHIlaCHImiCHIdaCHIdes CHIjunCHItas. CHIQue CHIenCHItre CHImás CHIproCHIbleCHImas CHIhuCHIbieCHIra CHIel CHIgoCHIbiCHIerCHIno CHIeCHIra CHIlaCHIxo CHIen CHIla CHIconCHItraCHItaCHIciCHIón CHIporCHIque CHIeCHIra CHalCHIgo CHIque CHIhaCHIbíCHIa CHIque CHIsoCHIluCHIcioCHInar CHIya CHIy CHIpoCHIdíCHIa CHIgaCHInarCHIme CHIalCHIgo CHIconCHItraCHItanCHIdo CHIpaCHIra CHIaCHIliCHIviarCHIles CHIlas CHIpeCHInas CHIa CHImis CHIqueCHIriCHIdos CHIconCHIciuCHIdaCHIdaCHInos. CHINi CHIque CHIfueCHIra CHIhoCHInesCHIto CHIcoCHImo CHImis CHIanCHIteCHIceCHIsoCHIres.
CHINo CHIme CHIdeCHIja CHIdorCHImir CHIla CHIbenCHIdiCHIta CHIvíCHIa CHIa CHIla CHIGloCHIria. CHIPaCHIreCHIce CHIuCHIna CHIauCHItoCHIpisCHIta. CHIYo CHIhuCHIbieCHIra CHIinCHIverCHItiCHIdo CHIeCHIsa CHIplaCHIta CHIen CHIpaCHIrranCHIda CHIo CHIen CHIoCHItra CHIcoCHIsa CHImás CHIproCHIducCHItiCHIva CHIque CHIuCHIna CHIvíCHIa
CHIPor CHIaCHIhí CHIesCHIcuCHIché CHIque CHIme CHIiCHIban CHIa CHIreCHIcorCHIdar CHIlo CHIque CHIproCHImeCHItí CHIen CHIcamCHIpaCHIña.
CHIQue CHIno CHIsé CHIdónCHIde CHIdiaCHIblos CHIno CHIhay CHIaCHIgua, CHIa CHImí CHIno CHIme CHIinCHIteCHIreCHIsa. CHIQue CHIaCHIllá CHIen CHIun CHIpueCHIblo CHIque CHIno CHIcoCHInozCHIco, CHIno CHIhay CHIuz. CHIQue CHIcomCHIpren CHImeCHIchoCHInes CHIy CHIsi CHIno CHIhay CHIméCHIdiCHIcos CHIpuCHIes CHIque CHIbusCHIquen CHIun CHIcuCHIranCHIdeCHIro CHIo CHIesCHIpeCHIren CHIa CHIun CHIalCHcalCHIde CHIque CHIesCHIcuCHIche CHIcoCHImo CHItoCHIdos CHIlos CHIque CHIme CHIhan CHIpreCHIceCHIdiCHIdo.
CHIEn CHImeCHIdio CHIde CHItoCHIdo CHIesCHIto CHIdesCHIperCHIté CHIsuCHIdanCHIdo CHIcoCHImo CHIbuCHIrro CHIharCHIto CHIde CHItieCHIrra. CHIQué CHIpeCHIsaCHIdiCHIlla CHItan CHIfeCHIa. CHI AlCHIcanCHIcé CHIa CHIdeCHIcirCHIle CHIa CHIquieCHInes CHIme CHIreCHIclaCHImaCHIban CHIque CHIyo CHIen CHIla CHIalCHIcalCHIdía CHIhaCHIbía CHIheCHIcho CHIlo CHIque CHIno CHIse CHIdeCHIbe CHIhaCHIcer. CHILos CHIque CHIhan esCHItaCHIdo CHIy CHIesCHItaCHIrán CHIlo CHIhan CHIheCHIcho CHImagCHIníCHIfiCHIcaCHImenCHIte CHIbiCHIen. CHIEl CHIque CHIla CHIemCHIbaCHIrré CHIfui CHIyo CHIcoCHImo CHIalCHIcalCHIde CHIpor CHIun CHIdía…CHien CHisue CHIño

¡FUEPA, MIGUEL HERRERA...!

COLUMNA CARCAJ

“No veo razones para darse tanta fama/ aquel artista siempre en buena posición/ porque se siente que el público lo respalda/ hace locuras y dice que él es el mejor…

La primera vez que escuché este merengue pregunté quién carajos era este atreví’o que osaba meterse con “los chismes de la iglesia”, con la joya de la corona, con el intocable de la época, con el consentido y malcriado musical, el cantante Diomedes Díaz, el de ayer. Quien armó todo este alboroto fue Miguel Herrera, un cantante que salió de las Sabanas de San Ángel, en el Magdalena, de la mano del copiloto vallenato Adaúlfo Herrera con quien grabó dos producciones en 1979.

Claro que Migue tenía un buen maestro para su rebeldía: el acordeonero Chiche Martínez, que en 1983 le había respondido ofendido a Leandro Díaz un merengue grabado precisamente por Diomedes, llamado El Bozal. Chiche se sintió humillado por los versos en décima de Leandro y le respondió con El Freno, canción que canta el copiloto vallenato.

La Pastillita es un merengue en donde Miguel Herrera le reclama a Diomedes porque insulta a unos cantantes y acordeoneros y ensalza a otros en sus canciones La Rasquiñita y El Gallo y El Pollo. Algunos artistas de la época se molestaron pero desahogaban su rabia en privado como si le tuvieran miedo al cantante de La Junta.
Miguel no se calló y contestó. La vaina se puso buena y Diomedes en parrandas le cantaba No Se Molesten, pero no la grabó; sólo mucho después lo hizo pero de la canción original no quedaba casi nada. Miguel no fue el único molesto: Ismael Rudas, ese gran acordeonero, sintió que ya era el colmo y compuso El Artista, que grabó al lado de Elías Rosado. Fue Miguel Herrera quien se atrevió a decirle a Diomedes algo y quien le dijo que los cantantes y acordeoneros de la época no eran para Diomedes “el trapito de bajar la olla”. Que respetara.

Por las calles de Valledupar se decía en ese entonces que esa canción, La Pastillita, fue la causante de la separación de Chiche y Miguel, ya que el acordeonero es compadre de Diomedes y no le gustó para nada la canción que le había compuesto y grabado su cantante.

Confieso que la primera canción que escuché de Miguel Herrera cuando empecé a pararle bolas a esta música bella, fue la famosa Pastillita, antes de escuchar Nací Solo, de Limedes Torres. Yo pensé que a Miguel Herrera lo iban a deportar de su propia tierra por semejante sacrilegio, pero no. Me tomé el trabajo de esculcarle la vida musical y encontré cosas interesantes de este cantante que tiene una voz nasal y eso lo hace diferente.

Desafortunadamente los amantes del buen vallenato hoy en día no tienen noticias claras de quién es Miguel Herrera, de cuánto pesa en el folclor. Miguel Herrera no es ningún pinta’o en la pared.
Yo creo que él en parte tuvo la culpa de que hoy sea casi un desconocido para la nueva generación de amantes del vallenato bueno porque se perdió o sus posteriores grabaciones no tuvieron el suficiente eco y se quedaban ensenadas en el barrio de su casa.

Hay que decirle a los cada día inquietos seguidores de los grandes del vallenato que Miguel también hace parte de esa cofradía, que todo el mundo esperaba su grabación porque sus antecedentes eran impresionantes: Mil Canciones de Andrés Beleño; Venceremos, de Marciano Martínez; Venga Esa Mano, de Roberto Calderón; mujer de Mi Alma, de Máximo Movil; Un Son de Amor, de Roberto Calderón; Payaso, de Poncho Cotes Jr; Dando y Dando, de Hernando Marín; Mortificación de Rafael Manjarrés, El Pájaro Carpintero, de Juancho Polo; Puritana, de Marcos Díaz, El Freno, de Chiche Martínez; Volver a Cantar de Chiche Maestre; por decir algunas. Además grabó con grandes acordeoneros pero sus éxitos fueron al lado de Chiche. Al igual que Miguel, Chiche no ha podido sólo, a excepción de lo que grabó con Zuleta Villazón.

Pero casi nadie sabe que Miguel Herrera se anotó un exitazo en el fiesta vallenata de 1984 cuando grabó Mujer Incomprensiva para ese álbum decembrino, canción de la autoría de Adaulfo Herrera. Lo característico de este tema es que es grabado en ritmo de son, cosa rara para la época porque casi nadie se le medía a este aire y Miguel lo hizo con una aceptación impresionante por parte de los que año tras año esperaban Fiesta Vallenata.

Si nos atenemos a los que los llamados eruditos del vallenatos llaman Juglar, Miguel lo es: Es quien canta, compone y toca sus composiciones; porque este cantante sabe tocar acordeón, compone y canta.
En 1988 le entregó una canción a Jorge Oñate, que cada fin de año se escucha: Lindo Diciembre. También le grabó Rafael Orozco ese mismo año La Pareja Ideal; amén de las que incluye en sus propias grabaciones.
Miguel Herrera no ha muerto ni nada que se le parezca. Está ahí dando la lucha. Se había descuidado un poco pero se avispó y viene con todo a ocupar el sitio que le corresponde como el grande que es. Vuelve, ya no a pelear con Diomedes, o quién sabe. Vuelve, pero sería bueno que Chiche y Miguel volvieran a grabar porque la música vallenata está en un movimiento cíclico: todos están volviendo a sus raíces. Bueno, todos los grandes porque los nuevos en cuestión de vallenatos no saben siquiera donde están parados. No saben siquiera qué es vallenato. Vamos Migue, que pa’lante es pa’llá…!

sábado, 13 de febrero de 2010

YO SÍ VOY A MI PATILLAL

COLUMNA CARCAJ

El Periodista, Escritor y Contador Público, Juan Gossaín Abdala, dice que no desea volver a su San Bernardo del Viento natal porque se le estropean los recuerdos de infancia y adolescencia contra el muro de la realidad. El compositor vallenato, el maestro Armando Darío Zabaleta Guevara, dijo también que no volvía a Patillal, aunque por razones muy distintas a las de Gossaín: allí habían asesinado a su mejor amigo, Freddy Molina.


Yo me imagino que a Juan Gossaín ya se le debe estar agotando sus recuerdos y a lo mejor no tenga más provisiones en su memoria ni en su corazón para afrontar la crisis del desabastecimiento que se le avecina, porque quizás no previó que durará mínimo cien años más dando vueltas por aquí.

Con el maestro Armando Zabaleta pasó algo muy diferente: todavía le quedan reservas del Patillal aquel donde la tristeza y el dolor le impiden volver.


Me parece un acto heroico la decisión que tomaron estos dos grandes pilares de nuestra cultura costeña. Confieso que yo para eso sí he sido cobarde. Porque cada vez que puedo voy a la finca Batatal, que está a un tiro de piedra de San Fernando, Magdalena. Y lo hago, entre otras cosas, para cuando se me vayan acabando los recuerdos guardados en la mochila de fique de mi memoria, ir sumando más con hechos recientes para que se vayan añejando en ese barril sin fondo de mi corazón y utilizarlos en momentos de emergencia.

Yo voy a Batatal y a San Fernando y no los veo como seguramente están ahora, sino como los guardé en mi corazón de niño: sus casas de palma, sus calles de arena, sus mechones de candela en un tronco en la puerta de las casas por las noches, los ríos de mangos corriendo por las calles en el mes de abril, los cuentos de brujos y de hechiceras. A veces logro ver por las hendijas de mi memoria a mi abuela Rita parándole la sangre con oraciones revueltas con plantas medicinales a algún campesino que se cortó con su hacha la parte distal del muslo de su extremidad inferior y no veo la realidad que me ofrece la actualidad.


Ya no es extraño que vaya del pueblo a la pequeña finca en la moto de mi hermana Isyoli. El problema es que yo siento que vamos como en nuestra infancia, montados en el burro chueco por ese camino lleno de arena y de árboles abrazados entre sí que casi no dejan ver el sol, cantando a voz en cuello Señor Gerente, la canción que canta Diomedes y compuso el maestro Escalona. Sí, otra es la realidad.


Muchas veces me ha pasado que cuando voy saliendo para el camino que conduce del pueblo a Batatal y paso por el frente de la casa de la señora Isidora Jiménez, la vuelvo a ver a ella en las mañanas regando y consintiendo su hermoso y envidiado jardín lleno de flores fragantes y coloridas. Pero otra es la realidad


Los recuerdos ayudan a sobrevivir y a no mirar la crudeza de la realidad. Las matiza. Tanto, que me niego a palpar la realidad que viven muchos paisanos como son la de pasar hambre y enfermedades, ya que lo que veo es a los pescadores en mis recuerdos sacar sus redes llenas de bocachicos inmensos que se aburrían de comer y le tiraban el resto a los puercos. Gracias a todas esas paradojas creo que estoy sobreviviendo.


Ese es mi Patillal. Dos lugares que llevo en el corazón y que los sigo viendo como yo los viví, y no como debiera verlos.

He llegado al extremo de entrar al pueblo y saludar al señor Núñez, en la primera casa que encuentro en mis recuerdos, pero en realidad hoy creo que es una cantina. Como tampoco está la casa grande de palma donde mis padres me llevaron a vivir en el barrio abajo, un barrio tan extraño para mí en esa época, que demoré mucho tiempo en adaptarme y a quererlo como ahora lo quiero; porque allá a diferencia de la casa de mis abuelos paternos en el barrio arriba, no podía jugar con los hijos de Mañe Trejo, del señor Isaac, del señor Hamil, entre otros, sino que tenía que jugar cacho escondido con Reyo, con Davi, con Santo, con Yamile, con Nesly, con Arismel...


Tocó aprender a las carreras que ya no iría a la tienda del señor Isaac, sino a la de Lucho Capi, quien no daba la ñapa. Así es mi vida que no hubiera sido igual sin las historias interminables de la señora Luisa Novoa, de cuya casa ninguno se quería ir en las noches por lo tétrico de sus relatos y que de pronto algún muerto de sus relatos nos estuviera esperando a la salida.


Batatal para muchos es quizás la finca más insignificante que haya en esa región, pero para mí es el lugar más extraordinario que haya existido jamás. Allí he escuchado miles de historias contadas por los trabajadores con su cara de palo por sus exageraciones monumentales y veía cómo alguno de ellos se negaba a desayunar pescado porque alguien había olvidado llevar el jabón para lavarse las manos.

Mis recuerdos también están rodeados de ciénagas y playones. Los mismos playones a donde la señora Grimaneza cortaba leña y si no la iban a buscar se quedaba todo el año por allá porque le daba pereza volver a andar lo andado con su carga en la cabeza.


Mientras amigos y paisanos rezan porque llegue el progreso montado en carros último modelo y acabe con todo vestigio de lo que a mí me gusta, yo abogo porque no talen más árboles y porque no sigan desapareciendo cuerpos de agua y para que algún día nuestros hijos conozcan al menos la iguana y no precisamente en las fotografías buscadas por Internet.


La verdad es que desde siempre me he sentido en mi lugar cuando en el pueblo estoy rodeado de gente muchísimo mayor que yo, de personas que narran historias fantásticas unas detrás de otras y cuando reaccionamos ya es de día. De eso nos emborrachamos y lo más gratificante es que el guayabo es sabroso y reconfortante.


Debe tomar sus precauciones Juan Gossaín, para tener recuerdos de emergencia porque al final puede quedar su alma y su corazón como la cometa que me hizo alguna vez mi padre para un mes de agosto y que en pleno vuelo se quedó sin cola.

viernes, 12 de febrero de 2010

A UN CANTANTE DEL ALMA

COLUMNA CARCAJ

“A mí me gusta el arroz con fideo, y si es con queso rallado por encima y acompañado con bollo de yuca y agua de panela hervida, más ligero”. Yo, en cambio, detestaba esta comida, pero cuando mí ídolo dijo alguna vez por la emisora La Voz del Cañahuate de Valledupar, que le encantaba, ésta comida se volvió la preferida para mí.


Cuando la adolescencia tocó a mi puerta lo hizo acompañada de una cerveza águila y del álbum “El Regreso del Cóndor” de Diomedes. Pero yo no lo quería escuchar, al emborracharme con esa sóla cerveza, pedía que me repitieran, al igual que pedía mi ídolo, “esas canciones que traen recuerdos gratos/que son más bellas si las toca Colacho…” Sí, “Una de mis Canciones”, se llama.


Diomedes con sus cantos ha estado en los momentos más importantes de mi vida, incluso, hasta donde yo esperaba que no estuviera. Cuando me enamoré por vez primera, la muchacha no me paraba ni cinco de bolas, y como último recurso, le dediqué una canción que canta y compuso él, aunque como siempre me pasa, dedico canciones que han sido grabadas mucho antes del momento en que las dedico. Confieso que me dio resultado y pude disfrutar de los besos y caricias de aquel amor. ¿El nombre de la canción? Se llama Te Necesito.


Cuando niño, acompañado de mi hermana Isyoli, nos íbamos de tarde montados en un burro chueco a encerrar las vacas a Batatal, y tanto en el camino de ida como en el de venida, gritábamos una canción interpretada por Diomedes, y desde allí fue donde comencé a idolatrarlo, porque fue la primera canción que me aprendí aunque había sido grabada mucho antes: Señor Gerente; composición del maestro Escalona.



En plena adolescencia era tanto mi fervor por Diomedes Díaz, que cuando yo cantaba una de sus canciones, me acompañaba de sus ademanes, de sus gestos, y llegué al extremo de dejarme crecer el cabello sólo para parecerme más a él en la carátula del álbum “Mi Vida Musical”. Hoy mi devoción ha cambiado. Mis amigos y hermanos van más allá: Esa devoción se ha acabado.


Cómo me gustaría hoy seguir siendo el mismo muchacho aquel con respecto a mi actitud frente a Diomedes. En muchas ocasiones me lo han preguntado y he contestado lo mismo: me quedo con aquel que me enseñó a amar la música vallenata, con el que crecí oyendo sus lindas melodías por todos los rincones del pueblo. Hoy todo ha cambiado, tanto él como yo.


Lo que muchos de sus actuales y numerosos seguidores no saben, es que Diomedes fue famoso primero por sus composiciones. Yo escuchaba a Rafael Orozco solo por Cariñito de mi Vida; a Luciano Poveda por La Negra; a Freddy Peralta por Mi Dolor de Cabeza; a Jorge Oñate por Mañana Primaveral; a Armando Moscote por Canción de mi Alma; a Poncho Zuleta por Bendito sea Dios; a Beto Zabaleta por Tronco Reverdecido; a Otto Serge por Corte Parejo; a Juan Piña por La Morriña; a Rafael “el cachaco” Jiménez por Flor de Papel; a Farid Ortiz por Mi Sentir; a Marcos Díaz por Buena Mujer; a Jairo Serrano por Pecado Original; a Iván Villazón por La Sombra; y todo porque Diomedes es el autor de esas melodías.

Llegué a mover cielo y tierra para tener el disco de 45 rpm que mi ídolo grabó como homenaje a la selección de fútbol del año de 1986, se llama “Vamos a Ganar” con letra de Daniel Samper Pizano y música de Calixto Ochoa; al igual que la grabación de un variado de esa misma época, donde está incluida la canción del maestro Mateo Torres interpretada por Diomedes llamada “La Monita”. Claro que los conseguí!!!


Exactamente no sé cuándo comencé a analizar a Diomedes con la cabeza. Debió ser después de la muerte de Juancho Rois, su compañero en el acordeón, cuando se descarriló tanto, que él mismo no sabía dónde estaba parado. Siempre he comprendido a sus seguidores cuando le festejan y le aplauden todo porque yo también lo hice. Yo también le festejaba que demeritara a los demás en sus cantos, que se autoproclamara el mejor, que le cantara a quien le daba la gana. Era el tiempo que parecía un caballo desbocado en las sabanas inmensas de la música vallenata, y nadie se atrevía a ponerle un bozal y mucho menos un freno porque no tenía amigos sinceros. A Diomedes lo rodeaban personas que sólo parasitaban en él.


Diomedes ha pasado por momentos difíciles. A él también se le ha puesto el barro duro, pero todo eso lo ha sabido sortear, y en eso tienen un papel preponderante sus fanáticos. Dios quiera que la madurez que trae el paso de los años haya hecho mella en él, porque la verdad es que quiero ser uno de sus seguidores en su nueva era, como cuando yo cantaba fuera de tiempo y de lugar, cuando nadie recordaba, la melodía “Surgió Una Voz”. Ojalá todos los impases los haya dejado atrás. Pero sigo respetando al ser humano que siempre habrá en él como buen guajiro, como buen costeño, como buen colombiano que es.

Lo que no ha perdido Diomedes es su don de gente: le importa un cipote quedarse sin comer y sacarse toda la plata de todos sus bolsillos en un arrebato de humildad cuando alguien le ha dicho que está pasando hambre. Lo he visto llorar pesares ajenos y ayudar en secreto a mucha gente. Eso hay que reconocerlo. No soy nadie para criticar su vida privada. Espero no hacerlo nunca. Sí he criticado su vida profesional porque estoy convencido que puede dar más, como en aquellos tiempos cuando yo lo seguía a todas partes y me volví adicto a escuchar sus parrandas.

Hoy por hoy todavía nada en las corrientes turbulentas de los escándalos, todo lo deja para después. Sus seguidores esperan sentados su nueva producción de la que poco se sabe. Debiera titular ese nuevo CD “El Conquistador”, porque eso es lo que tiene por delante: conquistar nuevos adeptos y que sus ovejas antiguas vuelvan a su redil.


No me arrepiento de haber sido uno de sus enfermizos fanáticos. Es más, no sé qué hubiera sido de mí sin aquellas canciones de Diomedes que siempre están y estarán presenten en mi corazón.

Aunque ni él mismo me lo crea, y tiene toda la razón al no hacerlo, quiero decirle desde lo más profundo de mi ser y de manera sincera, que por ayudarme a sobrellevar la vida con sus viejos y hermosos cantos, le estoy muy agradecido a un cantante del alma: al famoso Cacique de la Junta.


Si alguna vez se nos llegaran a cruzar los caminos y yo le dijera para saludarlo: el Cantor de los Cantores…!!! Sé que me respondería:


Sinvergüenza… carajo!!!

martes, 9 de febrero de 2010

SAN FERNANDO MAGDALENA: EL REY DE LOS APODOS

COLUMNA CARCAJ

Tan es así que muchos padres olvidan el nombre de pila de sus hijos. Y a veces ellos, los hijos, también. Como el caso de la señora Margot Turizo, quien olvidó que su hijo se llama Rafael Eduardo, cuando el diciembre pasado la llamó para darle el feliz año: Mami, ¿cómo estás?, Feliz año nuevo!!Le dijo el hijo emocionado. ¿Quién habla? Le pregunta la señora Margot. Soy yo tu hijo, Rafael Eduardo…Le dijo él. Vaya a joder a su madre!!, le respondió ella, porque yo no tengo ningún hijo que se llame así. Él le respondió: Mami, pero si soy yo, Chico… A lo que ella apenada le dijo: hijo de mi alma, yo no me acordaba que tú te llamabas Rafael Eduardo!!.

Yo, por ejemplo, supe el nombre real del buen señor Cayo García cuando murió y lo leí en el cemento fresco de su tumba: Alejandro. Alguna vez me tocó preguntarle al señor José Ruiz que si ese no era su nombre porque sus iniciales no coincidían con las de su hierro candente con el que marca sus miles de vacas. Desde ese día sé que su nombre es Edulfo. Y por accidente sé que el señor Chorro en realidad se llama Nicolás Escobar. Con un primo que tanto admiro y respeto, Donaldo Delgado Caamaño, le preguntábamos al señor Chorro si no le molestaba que lo llamaran así. Nos respondió que no, que él sabía que se lo decían por cariño, que siempre le dirían así. Además nos lo explicó apelando al refranero sanfernandero: “Como dijo la recién casada que estaba estrenando colchón, ahora es cuándo…”

Confieso que prefiero no saber cuál es el nombre real de las personas a quienes conozco de siempre por su apodo y creo que ellas se sienten más cómodas cuando las llaman así, que si lo hacemos con su nombre de pila.

Yo no me imagino llamando a La Mella, la esposa de Candelario Meza, con su nombre real; tampoco a mi amigo Zabaleta a quien también le dicen El Mono.
Sixto García, el personaje de historias con unas exageraciones monumentales, tiene una hermana a quien todo San Fernando no le sabe el nombre pero sí el apodo: Tica.
A estas alturas de mi vida no tengo idea, por ejemplo, cómo se llama La Yaya, la hija de la señora Leonidas, ni cómo se llama La Midru, su otra hija.
Mi amigo Chiqui Vanegas tiene una compañera a quien todos le llaman La Chengue. Y hablando de Chiqui, en San Fernando hay 3 Chiquis mujeres: La hija de la señora Ruth Cuadrado, la hija de la señora Néstar y la esposa de Lucho Vergara. A ninguna les sé su nombre auténtico.
El señor Esteban Wilches tiene un hijo a quien le dicen Chopo; y el señor Alfredo Canuto, uno a quien desde la época en que jugábamos cacho escondido en la esquina de la casa del difunto Lázaro Vergara, le decíamos Conavi.

A la hija del difunto Domiciano Vergara siempre le he dicho como le dicen todos, La Mona, porque no sé su nombre

Si algún día me dicen cuál es el nombre verdadero de El Cachaco, el hijo de la señora María Vergara, no me imagino repitiéndolo. Ella tiene un nieto a quién todos llamamos Biliqui, hasta su esposa. Como tampoco me imagino llamando con sus nombres tan particulares que seguro tendrán como descendientes de buenos árabes a Arlequín o a Pipi.

Yo creo que casi todo San Fernando tiene su nombre especial con que llaman a las personas dentro de su entorno familiar. A mi tía Carlina Delgado, sus hermanos y personas allegadas le dicen Mary; igual pasa con mi tío Eurípides Delgado, a quien en la intimidad de su familia le llaman Niño. Como también ocurre con la seño Lidia Yacub a quien su millón de sobrinos le dicen de cariño Tía Tere. Al doctor Édgar Ruíz Aguilera en su seno familiar le dicen Babo.

Prefiero ignorar para siempre el nombre con que fue bautizado Santos Mejía, quien hoy es mi compadre de sacramento y me acostumbré a decirle Compadre Santos porque no sé cómo se llama y nunca se lo he preguntado. A Pancho, el cantante de vallenatos, siempre le diré así porque no creo aprenderme su nombre ya que sería un martirio para mí. Y ni qué decir de Ata, otro cantante famoso, que me imagino tendrá su buen nombre al que no me sé.
A mi amigo de siempre lo llamo por su apodo al ignorar su nombre: Leodoro.
Supongo que si yo al encontrármelos y saludarlos como se acostumbra en San Fernando, a Hondo y a Mandu, los hijos de la señora Josefina Echeverría, se pondrán bravos por llamarlos así, pero prefiero correr el riesgo a conocer sus nombres reales.

Yolima tiene un ahijado al que le dicen Focus, un día le pregunté a ella como se llamaba él, y no supo decirme.

El profesor Gonzalo Caamaño (q.e.p.d) tiene una hermana a la que todo San Fernando le dice como le decía él y su mamá, Ufe: Ñego. La esposa del señor José Nicomedes Gómez es llamada por su apodo, la Negra. Yo prefiero no saber cómo de verdad se llaman y decirles el hermoso encanto de sus apodos.

Mi amigo el señor Rafael Wilches, tiene como 7 hijos y una mañana comenzó a llamarlos para que madrugaran a trabajar: Guapo, Pello, Pevaina, Lile…Le pregunté a Rafa cómo se llamaba Guapo y comenzó a rascarse la cabeza por debajo del sombrero…Menos mal que no me dijo.

Me atrevo a decir que si algún día Loli me dice su nombre no me lo aprenderé, así como no me aprendí el de Lecho, su hermano, que lo supe cuando a mi poder llegó un afiche de su campaña al concejo. A estas alturas no sé cómo se llama otro hijo de la pareja respetada de esposos, el señor José Rafael y la señora Hernita, sólo sé que le dicen Mochi.

Es impresionante la cantidad de apodos que hay en el pueblo. El señor Neri Oliveros tiene unos hijos a quienes sus amigos le decimos Mingo, a otro Yayo, a otro Churo… Alguna vez fui a la casa de la señora Nimia y del señor Neri a preguntar por Churo para que fuéramos a coger naranjas y la señora Nimia ni siquiera me respondió los buenos días, sino que me dijo molesta: ¡Elkin David! …él se llama Elkin David!

Tengo un amigo a quién conocí en Batatal por la época en que él trabajaba con el señor José David Aguilar: Ñarry, le decimos. A propósito, un abrazo para él por donde quiera que esté.
El matrimonio del señor Núñez y la señora Pura es famoso por los apodos tan especiales de sus hijos de cuyos nombres hoy, a veces no se acuerdan porque los bautizaban cuando querían darse trompadas con el futuro padrino y ya se emborrachaban los fines de semana: Sagó, Pochi, Chiri, Macho, Chepén…

Octavio Vergara tiene un cuñado al que todos le dicen Pirry. Octavio dice que ni su hermana, Florita, sabe cómo se llama su esposo.
En la finca del señor Hamil Yacub, trabaja un muchacho al que todos llaman Capene, o el Nene, también le dicen. No sé su nombre.

Mi amigo Máximo Turizo, el hijo de la señora María Úrsula, tiene un par de sobrinos a quienes le llaman Pilín y Mocho. Pilar, la hija de la señora Victoria García, tiene una hija a quien todos le dicen La Cacha. No le sé el nombre a ninguno de ellos.

El señor que desde hace años siempre nos embalsa en el río le dicen Chule. Ignoro su nombre. Mi amigo Samuel Martínez, tiene un hermano a quien todos le dicen Tito. Nunca he preguntado su nombre verdadero. Cerca de la casa de Samuel, al otro lado de la plaza del cementerio, vive una muchacha a quien todo el pueblo con cariño le dice Maíto. ¿Cómo se llama realmente? No tengo la respuesta.

Hasta eso se ha perdido en San Fernando. Hoy a los niños y mayores les ponen apodos o sobre nombres ofensivos, por esa razón sólo rescato para esta crónica los apodos de antes que no tenían intención de ofender.

La verdad es que prefiero ignorar por siempre el nombre con que sus padres le pusieron la cruz en la frente. Quizás porque siempre los he conocido con sus apodos o porque si uno pregunta por ellos con sus dos nombres nadie nos da razón.
Hace poco mi hermano Manuel Joaquín me contaba anécdotas que él sabe me gusta escuchar, y me hablaba de el Nene, al yo preguntarle quién era, me lo señaló con el dedo y me dijo “ese es El Nene…el Nene de Macame”

Yo me imagino que la futura Bióloga de la Universidad del Magdalena tuvo que sufrir el primer semestre cuando en las aulas la llamaban por sus dos nombres que ella no recordaba, pero descansa cuando va de vacaciones a su casa y deja el celular tirado en la mesa y el bendito aparato no para de sonar, y es entonces cuando su padrastro lleno de pánico se abre de la mesa asustado por el ruido y le grita al teléfono sin atreverse a tocarlo: La Chili no está aquí…La Chili salió. Ya le dije que La Chili salió…Pero el miedo al aparato no deja que su padrastro se le acerque y lo conteste hasta que el celular se cansa de timbrar.

El señor Fidel Pérez tiene un cuñado al que le llaman Tico. Una vez le pregunté a Don Fidel cómo se llamaba Tico y me respondió: “Yo no sé cómo se llama el individuo ese…”

A la señora Casta Caro no le gusta llamar a sus hijos para que le hagan un mandado cuando yo estoy por ahí: Moturra, Cuchichi, Mushi, Cosito, Yépes…grita ella llamándolos.

La última vez que me encontré a mi siempre recordada y querida Castica y le pedí el favor que repitiera el llamado a sus hijos me dio un trago de mi propia medicina: “A usted yo era quien lo bañaba y lo vestía cuando estaba chiquito. Además, a usted cuando niño le pusimos Toty…Así que no me joda la vida, que todavía le puedo dar un par de correazos, carajo…”

SAN FERNANDO, MAGDALENA: EL REY DE LOS APODOS

COLUMNA CARCAJ

Tan es así que muchos padres olvidan el nombre de pila de sus hijos. Y a veces ellos, los hijos, también. Como el caso de la señora Margot Turizo, quien olvidó que su hijo se llama Rafael Eduardo, cuando el diciembre pasado la llamó para darle el feliz año: Mami, ¿cómo estás?, Feliz año nuevo!!Le dijo el hijo emocionado. ¿Quién habla? Le pregunta la señora Margot. Soy yo tu hijo, Rafael Eduardo…Le dijo él. Vaya a joder a su madre!!, le respondió ella, porque yo no tengo ningún hijo que se llame así. Él le respondió: Mami, pero si soy yo, Chico… A lo que ella apenada le dijo: hijo de mi alma, yo no me acordaba que tú te llamabas Rafael Eduardo!!.

Yo, por ejemplo, supe el nombre real del buen señor Cayo García cuando murió y lo leí en el cemento fresco de su tumba: Alejandro. Alguna vez me tocó preguntarle al señor José Ruiz que si ese no era su nombre porque sus iniciales no coincidían con las de su hierro candente con el que marca sus miles de vacas. Desde ese día sé que su nombre es Edulfo. Y por accidente sé que el señor Chorro en realidad se llama Nicolás Escobar. Con un primo que tanto admiro y respeto, Donaldo Delgado Caamaño, le preguntábamos al señor Chorro si no le molestaba que lo llamaran así. Nos respondió que no, que él sabía que se lo decían por cariño, que siempre le dirían así. Además nos lo explicó apelando al refranero sanfernandero: “Como dijo la recién casada que estaba estrenando colchón, ahora es cuándo…”

Confieso que prefiero no saber cuál es el nombre real de las personas a quienes conozco de siempre por su apodo y creo que ellas se sienten más cómodas cuando las llaman así, que si lo hacemos con su nombre de pila.

Yo no me imagino llamando a La Mella, la esposa de Candelario Meza, con su nombre real; tampoco a mi amigo Zabaleta a quien también le dicen El Mono.
Sixto García, el personaje de historias con unas exageraciones monumentales, tiene una hermana a quien todo San Fernando no le sabe el nombre pero sí el apodo: Tica.
A estas alturas de mi vida no tengo idea, por ejemplo, cómo se llama La Yaya, la hija de la señora Leonidas, ni cómo se llama La Midru, su otra hija.
Mi amigo Chiqui Vanegas tiene una compañera a quien todos le llaman La Chengue. Y hablando de Chiqui, en San Fernando hay 3 Chiquis mujeres: La hija de la señora Ruth Cuadrado, la hija de la señora Néstar y la esposa de Lucho Vergara. A ninguna les sé su nombre auténtico.
El señor Esteban Wilches tiene un hijo a quien le dicen Chopo; y el señor Alfredo Canuto, uno a quien desde la época en que jugábamos cacho escondido en la esquina de la casa del difunto Lázaro Vergara, le decíamos Conavi.

A la hija del difunto Domiciano Vergara siempre le he dicho como le dicen todos, La Mona, porque no sé su nombre

Si algún día me dicen cuál es el nombre verdadero de El Cachaco, el hijo de la señora María Vergara, no me imagino repitiéndolo. Ella tiene un nieto a quién todos llamamos Biliqui, hasta su esposa. Como tampoco me imagino llamando con sus nombres tan particulares que seguro tendrán como descendientes de buenos árabes a Arlequín o a Pipi.

Yo creo que casi todo San Fernando tiene su nombre especial con que llaman a las personas dentro de su entorno familiar. A mi tía Carlina Delgado, sus hermanos y personas allegadas le dicen Mary; igual pasa con mi tío Eurípides Delgado, a quien en la intimidad de su familia le llaman Niño. Como también ocurre con la seño Lidia Yacub a quien su millón de sobrinos le dicen de cariño Tía Tere. Al doctor Édgar Ruíz Aguilera en su seno familiar le dicen Babo.

Prefiero ignorar para siempre el nombre con que fue bautizado Santos Mejía, quien hoy es mi compadre de sacramento y me acostumbré a decirle Compadre Santos porque no sé cómo se llama y nunca se lo he preguntado. A Pancho, el cantante de vallenatos, siempre le diré así porque no creo aprenderme su nombre ya que sería un martirio para mí. Y ni qué decir de Ata, otro cantante famoso, que me imagino tendrá su buen nombre al que no me sé.
A mi amigo de siempre lo llamo por su apodo al ignorar su nombre: Leodoro.
Supongo que si yo al encontrármelos y saludarlos como se acostumbra en San Fernando, a Hondo y a Mandu, los hijos de la señora Josefina Echeverría, se pondrán bravos por llamarlos así, pero prefiero correr el riesgo a conocer sus nombres reales.

Yolima tiene un ahijado al que le dicen Focus, un día le pregunté a ella como se llamaba él, y no supo decirme.

El profesor Gonzalo Caamaño (q.e.p.d) tiene una hermana a la que todo San Fernando le dice como le decía él y su mamá, Ufe: Ñego. La esposa del señor José Nicomedes Gómez es llamada por su apodo, la Negra. Yo prefiero no saber cómo de verdad se llaman y decirles el hermoso encanto de sus apodos.

Mi amigo el señor Rafael Wilches, tiene como 7 hijos y una mañana comenzó a llamarlos para que madrugaran a trabajar: Guapo, Pello, Pevaina, Lile…Le pregunté a Rafa cómo se llamaba Guapo y comenzó a rascarse la cabeza por debajo del sombrero…Menos mal que no me dijo.

Me atrevo a decir que si algún día Loli me dice su nombre no me lo aprenderé, así como no me aprendí el de Lecho, su hermano, que lo supe cuando a mi poder llegó un afiche de su campaña al concejo. A estas alturas no sé cómo se llama otro hijo de la pareja respetada de esposos, el señor José Rafael y la señora Hernita, sólo sé que le dicen Mochi.

Es impresionante la cantidad de apodos que hay en el pueblo. El señor Neri Oliveros tiene unos hijos a quienes sus amigos le decimos Mingo, a otro Yayo, a otro Churo… Alguna vez fui a la casa de la señora Nimia y del señor Neri a preguntar por Churo para que fuéramos a coger naranjas y la señora Nimia ni siquiera me respondió los buenos días, sino que me dijo molesta: ¡Elkin David! …él se llama Elkin David!

Tengo un amigo a quién conocí en Batatal por la época en que él trabajaba con el señor José David Aguilar: Ñarry, le decimos. A propósito, un abrazo para él por donde quiera que esté.
El matrimonio del señor Núñez y la señora Pura es famoso por los apodos tan especiales de sus hijos de cuyos nombres hoy, a veces no se acuerdan porque los bautizaban cuando querían darse trompadas con el futuro padrino y ya se emborrachaban los fines de semana: Sagó, Pochi, Chiri, Macho, Chepén…

Octavio Vergara tiene un cuñado al que todos le dicen Pirry. Octavio dice que ni su hermana, Florita, sabe cómo se llama su esposo.
En la finca del señor Hamil Yacub, trabaja un muchacho al que todos llaman Capene, o el Nene, también le dicen. No sé su nombre.

Mi amigo Máximo Turizo, el hijo de la señora María Úrsula, tiene un par de sobrinos a quienes le llaman Pilín y Mocho. Pilar, la hija de la señora Victoria García, tiene una hija a quien todos le dicen La Cacha. No le sé el nombre a ninguno de ellos.

El señor que desde hace años siempre nos embalsa en el río le dicen Chule. Ignoro su nombre. Mi amigo Samuel Martínez, tiene un hermano a quien todos le dicen Tito. Nunca he preguntado su nombre verdadero. Cerca de la casa de Samuel, al otro lado de la plaza del cementerio, vive una muchacha a quien todo el pueblo con cariño le dice Maíto. ¿Cómo se llama realmente? No tengo la respuesta.

Hasta eso se ha perdido en San Fernando. Hoy a los niños y mayores les ponen apodos o sobre nombres ofensivos, por esa razón sólo rescato para esta crónica los apodos de antes que no tenían intención de ofender.

La verdad es que prefiero ignorar por siempre el nombre con que sus padres le pusieron la cruz en la frente. Quizás porque siempre los he conocido con sus apodos o porque si uno pregunta por ellos con sus dos nombres nadie nos da razón.
Hace poco mi hermano Manuel Joaquín me contaba anécdotas que él sabe me gusta escuchar, y me hablaba de el Nene, al yo preguntarle quién era, me lo señaló con el dedo y me dijo “ese es El Nene…el Nene de Macame”

Yo me imagino que la futura Bióloga de la Universidad del Magdalena tuvo que sufrir el primer semestre cuando en las aulas la llamaban por sus dos nombres que ella no recordaba, pero descansa cuando va de vacaciones a su casa y deja el celular tirado en la mesa y el bendito aparato no para de sonar, y es entonces cuando su padrastro lleno de pánico se abre de la mesa asustado por el ruido y le grita al teléfono sin atreverse a tocarlo: La Chili no está aquí…La Chili salió. Ya le dije que La Chili salió…Pero el miedo al aparato no deja que su padrastro se le acerque y lo conteste hasta que el celular se cansa de timbrar.

El señor Fidel Pérez tiene un cuñado al que le llaman Tico. Una vez le pregunté a Don Fidel cómo se llamaba Tico y me respondió: “Yo no sé cómo se llama el individuo ese…”

A la señora Casta Caro no le gusta llamar a sus hijos para que le hagan un mandado cuando yo estoy por ahí: Moturra, Cuchichi, Mushi, Cosito, Yépes…grita ella llamándolos.

La última vez que me encontré a mi siempre recordada y querida Castica y le pedí el favor que repitiera el llamado a sus hijos me dio un trago de mi propia medicina: “A usted yo era quien lo bañaba y lo vestía cuando estaba chiquito. Además, a usted cuando niño le pusimos Toty…Así que no me joda la vida, que todavía le puedo dar un par de correazos, carajo…”

martes, 2 de febrero de 2010

CUENTO GANADOR CONCURSO UNIVERSIA-BANCO SANTADER: CHELE, EL BALSERO

Dedicatoria:

Para Isyo, con todo el corazón.
En Batatal, por supuesto.



COLUMNA CARCAJ

Casta Caro la esposa de Chele, no estaba preocupada esa tarde de sábado porque su marido no llegaba a la casa como lo hacía todos los días.
Ella sabía por experiencia que si él no llegaba a la prima noche a comerse su pedazo de queso con yuca, y a tomarse su agua de panela hervida, era porque estaba parrandeando.

-Menos mal que no son todos los fines de semana -sino de vez en cuando- decía resignada.

Chele ese sábado por la tardecita estaba de afán en el puerto del río, ya que había amanecido con ganas de tomarse unos "guanabanazos" como le decía a los tragos del ñeque que tanto le gustaba, por eso estaba pendiente de que Manuel Joaquín y Never Delgado no habían llegado aún a la orilla donde él los había trasladado en las horas de la mañana en su canoa de carreto de diez varas de largo, para devolverlos al pueblo.

El trabajo que Chele realizaba hacía muchos años, era el de transportar a todas las personas que fueran a hacer alguna diligencia al otro lado del río, a los pueblos que quedaban regados allá al frente del suyo, y luego por la tarde, traerlos de vuelta. Lo mismo hacía con los habitantes de todos los pueblos que quedaban del otro lado del pueblo suyo, cuando venían a hacer cualquier vuelta.

Jamás trabajaba los lunes, y menos si amanecía enguayabado. Solo iba al puerto por su mata de yuca y regresaba. El resto de la semana lo hacía desde las buenas cinco de la mañana hasta las seis de la tarde, cuando los mosquitos lo hacían abandonar el puerto. Había heredado ese oficio de su padre, y su padre de su abuelo hasta que se perdía de generación en generación esa hermosa tradición.

Pero los momentos que Chele más gozaba de su trabajo era en el verano, cuando los ricos del pueblo como don Wilfrido Delgado, embalsaban su ganado para el otro lado del río, buscándole comida en los playones. Chele se alegraba tirando al agua vacas valientes, cogiendo a los toros resabiados por el rabo para lanzarlos al agua con su fuerza extraordinaria, a pesar de su baja estatura y su avanzada edad; recogiendo a los terneros que se acalambraban atravesando el río y echándolos en su canoa. Todos sabíamos que lo hacía porque le gustaba, no por dinero, porque a veces, los ganaderos no le pagaban.

-Esa gente es dura -decía- más dura que "la tira-tira del mondongo".

Cuando trajo de regreso al último grupo de pasajeros encabezados por los integrantes de la Banda de Músicos del pueblo llamada "30 de Mayo", y a su director David Ruíz Aguilera, amarró su canoa a una Ceiba corpulenta como lo hacía siempre, le achicó el agua, y luego se bañó en la orilla del río, se puso su pantalón negro de ir a dar pésames y su camisa blanca abierta sin abotonarse, como la usaba siempre, y sus abarcas en las manos para que no se le gastaran. Le dio una vuelta al sembrado de yuca para ver cómo estaba, y se dirigió a la plaza de la iglesia. Antes había pasado por donde la señora Luzmelby y le compró un litro de ñeque, licor que ella misma fabricaba, para tomárselo con todo el que se acercara donde él acostumbraba parrandear: Sentado al pié de la cruz que estaba en todo el centro de la plaza de la iglesia.
Allí llegaban sus amigos y los que no lo eran tanto, atraídos por la improvisación perfecta de décimas y letanías, que Chele recitaría hasta el lunes por la mañana.

José Tomás era un muchacho de una estatura tan pequeña, que parecía un niño de dieciocho años. Cuando escuchaba los versos de Chele en la plaza, salía desesperado a esconderse donde Chele no lo encontrara, ya que en el pantano de la parranda, Chele salía a buscarlo por toda partes porque se acordaba de un deseo que jamás se le haría realidad: Coger a José Tomás, metérselo en el bolsillo derecho de su pantalón dejándole las piernas afuera, para cuando fuera donde la señora Adria López por su apodo nuevo, ella le preguntara qué llevaba ahí, y él poder contestarle orgulloso:

Un llavero.

Lo primero que hacía Chele cuando llegaba de mañanita al puerto del río, era limpiar la pequeña casa de palma, luego se dirigía a su sembrado arrancaba una mata de yuca y la mandaba con alguno a su casa, para que su esposa la cocinara y se la pusiera en el plato de bastimento con las tres comidas. Si la comida no iba acompañada con su tubérculo favorito, Chele no la tocaba y la regresaba tal y como se la habían enviado.

-La yuca es como la mujer -había dicho alguna vez : No aburre.

Cuando ya no le pasaba un trago de ñeque más del que la señora Luzmelby fabricaba y vendía por litros en su tienda, al igual que vendía media botella de petróleo, cien pesos de tabaco, una papeleta de café y cuatro onzas de azúcar, lo único que había en la tienda; Chele se levantaba del suelo, y no escuchaba razones de sus compañeros para no irse, ellos siempre querían seguir parrandeando, porque chele era quien pagaba; pero sabían muy bien, que cuando Chele se paraba para coger camino, no había poder humano que lo aguantara. Luego se dirigía a un extremo del pueblo, en busca de la casa de la casi centenaria Adria López.

Desde la mañana lejana de domingo cuando la señora Adria López salía de misa de cinco y encontró a Chele borracho sentado al pié de la cruz, festejando que la fiebre maligna no lo había matado, ella le dijo con la fuerza de su fama bien ganada de campeona de ponerle apodos a todo al que le diera la puta gana:

-Carajo, Chele, estás igualito al mono de Diomira cuando se vino de Venezuela, que estaba tan flaco, pero tan flaco, que cuando llovía tenía que esconderse de los aguaceros porque se le encharcaba el agua en las clavículas, y si no podía esconderse, Diomira tenía que achicárselas con una totuma-.

Chele se quedó revolcándose en el suelo de la risa, festejando las palabras de la señora Adria. Desde ese día y durante muchos años, cada vez que se tomaba sus tragos, lo último que hacía cuando ya quería irse a dormir, era visitar a la señora Adria para que ella le pusiera otro apodo, no importaba el color, ni el olor, ni el sabor con tal de que fuera nuevo, diferente a los anteriores.
Sólo así amanecía tranquilo, sin guayabo, de buen genio y con más bríos de ir a su trabajo de balsero.

Era entonces cuando Casta Caro lo escuchaba guapirreando una cuadra antes de llegar a su casa, diciendo que él era Chele García, el hombre que no respetaba pinta, el marido de "la mula esa" que no quiere parirme un hijo, el que vive en esta puta vida, que puede decir tres no jodas bien dichos en su casa, no joda, el que comía yuca seca y por eso todavía se orinaba la punta de la barba a pesar de que ya estaba viejo,que él era un hombre de los piez a la cabeza.
Casta se levantaba antas que él llegara, y le quitaba la tranca de guayacán a la puerta para que Chele entrara y se acostara tranquilo, como efectivamente lo hacía. Jamás formaba escándalos de borracho en su casa.

Un lunes temprano de agosto, cuando la señora Adria López como todos los días de su larga vida, se levantó a hacerles el tinto a sus nietos y a poner la viuda de yuca en el fogón para que se fueran para el monte a trabajar, no tuvo que mirar para el portillo para ver quién lo estaba abriendo, aunque se extrañó al notar que los perros aullaban, porque no lo habían hecho nunca, desde que Chele iba por "su encarguito" como él decía al llegar borracho.

Ella siguió atizando el fogón y hablándole a la olla donde comenzaba a hervir el café, mientras sentía los pasos de Chele dirigirse a donde ella estaba:

-Ya viene ese vergajo a fregarme la paciencia otra vez -dijo.

Y siguió hablando sin mirarlo, atizando el fogón:
-Yo no se por qué ese cara de burro comiendo maíz en pretil alto no va a dormir, para que vaya mañana a trabajar como nuevo-.

También sintió la carcajada de Chele como lo hacía siempre que le gustaba el apodo que ella le ponía, y hasta sintió sus pasos alejándose del patio, buscando el portillo de palo por donde salía.

-Ánimas benditas del purgatorio- dijo la señora Adria cuando se le subió el café en la olla y ella luchaba desesperada con la cuchara de palo para que no se le derramara.

En ese instante escuchó un toque de las campanas de la iglesia que anunciaba que un hombre había muerto. Ella como todos en el pueblo sabíamos, que de escuchar dos toques seguidos, el muerto era mujer.

Con sus pasos lentos se dirigió al portillo de palo a esperar que alguien pasara para preguntarle quién había muerto. Al cabo de un buen rato venía Mañe Trejo delm puerto del río en su carro de mula, y después de darle los buenos días le dijo:

Murió Chele García allá en la orilla del río. Unos pasajeros lo encontraron tratando de arrancar una mata de yuca.